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Cine

"La quimera": Alice Rohrwacher dialoga con el arte de los muertos en esta fábula milagrosa

La directora de "Lazzaro feliz" rescata en este bellísimo y atávico último trabajo la figura de los saqueadores de tumbas etruscas conocidos como "tombaroli", con un extraordinario Josh O' Connor como protagonista

Josh O'Connor protagoniza "La quimera"
Josh O'Connor protagoniza "La quimera"La Razón

Ocurre algo particularmente hechizante con el lenguaje cinematográfico propuesto por una directora tan subrayada y personalísima como Alice Rohrwacher y es que en sus películas, tiene una siempre la excitante sensación de estar cayendo de manera prolongada en un agujero infinito sin delimitación temporal que, lejos de resultar claustrofóbico, proyecta sensación de trayecto placentero impredecible, de introducción gozosa en el misterio de lo desconocido. Sucedía en su anterior cinta, "Lazzaro feliz", ese cuento de hadas sobre la desigualdad rebosante de bondad narrativa y formal y vuelve a pasar ahora en su último y bellísimo trabajo "La quimera".

En esta ocasión, el rescate de la interesante figura de los "tombaroli", conocidos por su condición de expoliadores de tumbas antiguas etruscas que nacieron como concepto y de manera particular en las zonas italianas del Lacio y la Toscana durante el siglo XIX, le sirve a la directora, con quien nos reunimos en el cálido Hotel Pulitzer de Barcelona durante su paso por el D’A Festival -escenario en el que también recibió un premio por una trayectoria sobresaliente "profundamente marcada por los orígenes, historia y fuerza atávica de la Toscana"-, para vertebrar un canal poético e insondable rodado en 35 y 16 mm entre el arte conservado de los muertos y la nostalgia ansiosa de los vivos.

Que Rohrwacher estudiara, antes de dedicarse por entero a la dirección de cine, disciplinas como el griego clásico, Historia de las Religiones, Literatura y Filosofía explica una máxima de su obra que se repite de manera significativa y al mismo tiempo justifica la pátina casi juglaresca de transmisión oral de la tradición que tan presente está en esta cinta: el revestimiento humanista que adquieren por descontado todas sus historias. La vocación de transitar los límites de lo real explorando con delicadeza la construcción de ficciones mientras bebe de un legado neorrealista que no copia, sino que integra de manera inevitable en su propia concepción del registro de la imagen asumiéndolo como un derecho colectivo, como una fuente comunitaria de inspiración.

"Los "tombaroli" son el producto perfecto del capitalismo, los hijos sanos de un sistema enfermo"

Alice Rohrwacher

En "La quimera" hay, por tanto, mitos, secretos contados al oído, leyendas escuchadas en la infancia que con el tiempo se volvieron obsesiones. "Es curioso, porque el fenómeno de los ‘‘tombaroli’’ es algo en lo que no se piensa durante miles de años. Está claro que la gente sabía que existían esos tesoros, que había vasos, artefactos y restos ocultos bajo tierra, pero no se tocaban porque estaban contaminados por la muerte. Ya en la Antigua Roma mandaban a los esclavos a recuperar estos objetos porque no tenían ninguna importancia como personas y lo hacían en momentos de necesidad porque había guerras o conflictos. Todos estos objetos enseguida se fundían, porque lo que les interesaba en realidad era el material del que estaban hechos", nos indica la realizadora antes de matizar la conversión que tuvieron estos ladrones hasta entrada la década de los 80, periodo en el que se ubica la historia.

"Pero llega un punto en el que esa percepción de lo prohibido cambia y se asume que esa "contaminación" es mentira, que no es real, que en este mundo nada es invisible y que solo existe una cosa en realidad: el dinero y la forma de conseguirlo. De ahí surge una demanda y una oferta que se acrecienta con la posguerra, pero que encuentra su máximo esplendor en los años 80, ahí es cuando comienzan los grandes saqueos en Italia con miles de personas que aprovechan la noche para excavar tesoros. Todo esto me generaba un gran interés como fenómeno social. ¿En qué momento lo invisible pasa a desaparecer? ¿Cuándo se reafirma ese materialismo en el corazón de las personas? Los "tombaroli" de mi película no son subversivos, no son héroes, son el producto perfecto del capitalismo, son los hijos sanos de un sistema enfermo", añade.

Un fotograma de "La quimera"
Un fotograma de "La quimera"Imdb

Había una fuerte atracción, tal y como ella misma cuenta, hacia una figura que en la película encuentra su representación más enigmática y protagonista en Josh O’Connor. Un "tombarolo" de origen inglés que forma parte de uno de estos grupos de saqueadores pero que transita por los planos dibujados y misteriosos del rural transalpino con una sensibilidad misteriosa e hipnótica, a veces ermitaña y enrarecida, como de ocultamiento de dolores viejos, que le diferencia de los demás y le saca en determinadas ocasiones del marco. Su cuerpo participa de las aventuras profanadoras, magníficamente narradas por un cantautor trovadoresco del pueblo muy felliniano -"hay quienes roban tumbas para cumplir el antiguo sueño de los campesinos pobres: encontrar un tesoro, un pasaporte enterrado. Otros en cambio, son sólo víctimas del ansia por la riqueza que aflige a la humanidad", declama en un instante de la película-, pero su espíritu errático permanece preso al recuerdo de un difunto amor, Benjamina, que duerme debajo del limbo onírico de la tierra. Igual que los muertos. Parecido a los vivos.

"En un mundo en el que todo es susceptible de ser considerado una mercancía, también la belleza lo es"

Alice Rohrwacher

Cuando le preguntamos por la posibilidad de que la belleza de las piezas encontradas pudiera situarse por encima de la avaricia desmedida que algunos de estos "tombaroli" profesaban, la directora italiana comenta que "su asombro cuando se encuentran en la tumba de la playa con las esculturas por ejemplo no es tanto por la belleza de lo que están contemplando sino por el dinero que van a conseguir con ella. Si los dibujáramos como dibujos animados tendrían el símbolo del dólar en sus pupilas -reconoce entre risas-. Ellos están convencidos de que eso es algo que los etruscos han dejado ahí para ellos para que puedan salir de su situación de pobreza. En un mundo en el que todo es susceptible de ser considerado una mercancía, también la belleza lo es. Para que la belleza tenga un valor, pueda llegar a ser subversiva, debería ser gratuita. No poderse vender, no poderse comprar. Quizás la próxima civilización que venga, sabrá como hacerlo".

Tras esta afirmación, la también directora de "Las maravillas", se queda reflexiva unos segundos y completa su respuesta con una anécdota que acaba de irrumpir en su cabeza. "Me acaba de venir un recuerdo al hilo de esto que estamos comentando. Hace poco estaba en un festival de teatro, en una pequeña ciudad rodeada de intelectuales y gente en general del mundo de la cultura. Estábamos de pie en una plaza y de repente reparé en el cartel de un centro de estética bastante humilde en el que se podía leer una frase de Dostoyevski como reclamo: "La belleza salvará el mundo". Y pensando en ello creo que no. Que lo que salvará el mundo será la gratuidad, lo público. Y cuantas más cosas saquemos del mercado, más posibilidades tenemos de salvar este mundo. O incluso empezando nosotros por producir cosas que no se puedan vender", reivindica esperanzada sobre la insostenibilidad de un sistema, el capitalista, que parece haber inundado cualquier reducto de prosperidad social.

Un fotograma de "La quimera"
Un fotograma de "La quimera"Imdb

Esta vindicación de lo colectivo es algo que narrativamente también aparece y se significa en "La quimera". ¿Por qué nos referimos a la pertenencia cuando hablamos de los recuerdos? ¿Qué valor material le concedemos a la memoria? "Esta película está hecha con distintos núcleos", admite Rohrwacher al señalarle la reivindicación de la colectividad que subyace en la narración de la convivencia mayoritariamente femenina que se produce en una estación de tren abandonada en el último tercio de la película. "Más que hablar de individuos o personajes concretos, quería dar importancia al grupo como única forma de esperanza. Al grupo de las hijas de esa matriarca italiana -a quien da vida una icónica Isabella Rossellini-, al grupo también de los propios "tombaroli", al grupo de mujeres que ocupan la estación de tren que me comentas y la convierten en una casa. que sería quizás la única historia que puede continuar fuera de la propia película. Me interesa explorar otras formas de narrativa, la narración sin autor, la narración colectiva, para conectar con esa idea de oralidad como hacían esos rapsodas que contaban fábulas e historias como el trovador de la peli".

"La quimera" es por tanto una película de autor que niega la autoría. Un milagro hecho para los ojos de las almas que solo aparece una vez cada tanto, cuando quitamos el polvo y sostenemos entre las manos lo encontrado sin querer venderlo, ni modificarlo, ni viciarlo, tan solo contemplarlo en silencio. "Me da más miedo imaginar lo que puede suceder encima de la tierra que lo que hay debajo. Eso me sabe mal, porque lo que pueda crearse arriba vendrá de la mano de otros seres humanos y me gustaría tener miedo de lo desconocido, no de lo desconocido", remata la cineasta.