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Novela

Ray Loriga, mejor en fin de semana

El escritor publica «Sábado, domingo», una novela en dos tiempos, donde reflexiona sobre la memoria a través de un narrador joven.

Ray Loriga, mejor en fin de semana
Ray Loriga, mejor en fin de semanalarazon

El escritor publica «Sábado, domingo», una novela en dos tiempos, donde reflexiona sobre la memoria a través de un narrador joven.

Ray Loriga. Americana, camisa de cuadros y un cigarro sin encender en la mano. Acodado en la barra de un bar, con una birra (un tercio), desgrana «Sábado, domingo» (Alfaguara), su última novela, ese pulso o envite que se ha echado a sí mismo. «La historia nace de una cosa que me pasó en el Vips, cuando vi a un par de chavales ligando con una de las camareras. Escuché lo que decían ellos a su espalda y lo que coqueteaba la chica con los muchachos. Entonces..., después de mi anterior libro, me pregunté, tenía la curiosidad de saber si todavía poseía esa voz, la de mi primera novela. Y si me quedaría bien o sería como la ropa de tenis que tenías cuando jugabas y que ya no te sirve, porque luego te has desfondado».

Lo de Ray Loriga fue como lo de aquellos pintores impresionistas, que revolvieron el academicismo pictórico con una bocanada de juventud. El novelista ahora retoma esa corriente con igual frescura y pegada, que la novela se lee de un tirón, pero con un poso de reflexión, como de sentido común inevitable, que es una de las mellas que deja el tiempo. «Todo lo que he escrito ha partido de mi experiencia, de lo que he visto o vivido. En mis obras hay conversaciones enteras que he escuchado. Para mí la observación resulta crucial».

Juez y testigo

De esa fuente ha ido extrayendo una serie de meditaciones sobre el paso del tiempo, los recuerdos, los afectos sin resolver, «la absurdez de la adolescencia», lo machitos que somos cuando somos jóvenes, lo que hacemos y lo que no hacemos, y de cómo los amores incompletos de la juventud, que no han sido rematados de manera conveniente, pueden perseguir el alma de los individuos hasta las fronteras de la madurez, como sucede en este caso. «Los amores incompletos persiguen más. Toda tarea incompleta se recuerda más. Todo aquello que no se ha solucionado está preguntando su nombre todo el tiempo. Esto, en el territorio del amor tiene difícil solución. Casarse, desde luego, no es. Pero es un problema no resuelto que puede repercutir a lo largo del tiempo».

En esta ocasión, el amor es la muchacha que sirve las copas y que sabe atraer a los protagonistas del libro. «En toda forma de amor existe una idealización. El mero hecho de preferir a una persona en vez de a otra, lo demuestra. En el caso de las camareras, que es el de mi libro, es que ellas juntaban las dos cosas que más nos gustaban en la adolescencia, claro: la cerveza y las chicas. Y estaban en el mismo sitio. Y, además, tenían ese aspecto de inaccesibilidad. Pero, en serio, es normal que exista una idealización de los recuerdos. Todos deseamos tener tesoros y los mejores tesoros siempre son tus recuerdos. Los idealizas para guardarlos y después para que no mueran».

Ray Loriga echa un vistazo alrededor y apura un trago. Sin prisa, que tampoco la hay. Es una pausa para responder a eso que se le ha quedado en el tintero, lo que se le ha quedado grabado del pasado. «Hay momentos, que a lo mejor te sucedieron en la adolescencia, o la infancia, sucesos en los que crees que te faltó coraje para hacer algo. Son instantes íntimos, en los que pecaste o creíste pecar por cobardía y que muchas veces no son más que sentido común o sentido de la supervivencia y cómo eso piensas, cuando eres muy joven, si es tu carácter o si es algo pasajero y tu carácter después evoluciona. Todos esperábamos ser distintos y mejores. Al final uno tiene que echar cuentas de lo que es. Pero estas cosas forman parte de un ADN emocional.

–¿Qué es lo que se pierde con la edad?

–Aprendes cosas, pero también parte de nuestras virtudes, de lo esencial de nosotros mismos. Muchas de esas cosas son hermosas y luego se van malversando. Todo evolucionar no es igual a mejorar. Hay aspectos que se pierden por el camino debido a la frustración, el cansancio... Al mirar hacia atrás, te das cuenta de que hay partes de nosotros mismos que hemos abandonado.

Ray Loriga, con las gafas de sol en la mano, describe cómo la voz recuperada de «Sábado/domingo» lo retrotrae a las lecturas de su juventud, «a los libros que lees cuando sueñas con ser escritor y que después sueles dejar». Después, reconoce que antes, en ese tiempo, se «leía con ojos más limpios y el alma más dispuesta, cuando se aspira y, uno se dice, que va a ser escritor».

–Ray, ¿se ha convertido en el novelista que deseaba ser cuando era joven?

–Soy el escritor que razonablemente podía ser. Desde el comienzo acepté las reglas y al empezar a escribir no fingí ser otro escritor. Siempre he trabajado ahí, en esa línea.