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Crítica de clásica

Las recordables Metamorfosis de Renaud Capuçon

El francés es, ante todo, un excelente violinista, y así lo demostró en la interpretación del “Concierto nº 5” de Mozart

Renaud Capuçon en el Auditorio Nacional
Renaud Capuçon en el Auditorio NacionalRafa Martín/Ibermúsica

Obras: de Mozart, Strauss y Beethoven. Orquesta de Cámara de Lausanne. Solista y director: Renaud Capuçon. Ibermúsica serie Arriaga. Auditorio Nacional, 15-XI-2023.

Esta orquesta de cámara ha visitado las series de Ibermúsica en cuatro ocasiones anteriores. En Madrid solamente en 1996, con López Cobos, y en 2002, con Zacharias. Es un conjunto de unos cuarenta miembros bien avenidos, entusiastas, pulcros, bien afinados, de sonoridad equilibrada y atractiva. Responden con presteza, atentos, a las indicaciones de su director actual, que ocupa ese podio desde 2021. Renaud Capuçon es ante todo un excelente violinista, y lo demostró en la interpretación del “Concierto nº 5” de Mozart, el llamado “Turco” por la inclusión en el “Rondó” final de una sección rítmica alusiva a las músicas de los jenízaros, esos curiosos guerreros del imperio otomano.

El sonido no es grande, más bien delgado y fino, pero el fraseo es flexible y musical, de líneas bien acentuadas y ataques muy justos. Se explayó en el “Adagio” muy limpiamente, aunque habríamos deseado algo más de calor en la expresión. Maneja un hermoso instrumento de 1737, un Guarneri del Gesù, “Panette”, del que extrae volutas muy delicadas. Es curioso que tocara mirando la partitura cuando es una obra de repertorio. Pero la versión fue más que correcta; como lo fue, ya con la batuta en la mano, la de la “Sinfonía nº 1” de Beethoven, que cerraba la sesión. Estupendamente organizado el sorprendente “Adagio” introductorio y bien cantado el “Andante”, con cuidadosas repeticiones del tema principal. Algo desproporcionado y desequilibrado el “Menuetto”, seco y cortante, con excesivo protagonismo del gigantesco timbalero, que blandió baquetas finas. Confuso el trío. Por parecidos caminos discurrió el “Finale”, con un “tempo” bien establecido pero con desigualdades dinámicas ostensibles.

Lo mejor de la reunión fue la interpretación, medida, pausada, bien construida, con el adecuado grado de ensimismamiento, de las maravillosas y testamentarias “Metamorfosis” de Richard Strauss. Recreación en la que brillaron todas las voces, especialmente las de las cinco violas. Todo estuvo bien estructurado, explicado, sobriamente expuesto. ¡Qué gran composición con el diseño del gran tema de la “Marcha fúnebre” de la “Heroica” Beethoven aleteando entre las distintas figuras que se suceden y se solapan! Capuçon gobernó desde el atril de concertino. Muchos aplausos y un regalo: la “Obertura” de “Masques et Bergamasques” de Fauré.