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Obituario
Armani no vestía de negro sino de azul oscuro
Los creadores tan grandes dejan miguitas de talento con las que se les puede seguir en todo momento

Armani se ha muerto un poco. Los creadores tan grandes dejan miguitas de talento con las que se les puede seguir en todo momento. Giorgio, el rey Jorge, supo entrar por el ojo de la aguja, algo que rara vez consigue un espécimen de la raza humana. Mientras muchos de sus compañeros de profesión nos hacían creer que estábamos presenciando arte, ¡qué osadía!, cuando en realidad las modelos solo tenían que decir que la nada cuesta al menos tres ceros, ¡el rey va desnudo!, Armani nos mostraba la calle, que fue su manera de estar en el mundo. Sí, también sus creaciones costaban tres ceros, pero era el peaje por ser el más elegante, alguien que no llama la atención, pero que se recuerda. Como lo recordaremos a él, vestido con una camiseta de falso negro, de un profundo azul marino, que es el uniforme con el que nos viste Zara con un cero solo.
Me gustaría morir con un traje de Armani azul marino, una camisa blanca y una corbata a juego, como si estuviera presenciando mi propio funeral. Llevar una de sus chaquetas a principios de los años ochenta convertía al hombre, y después a la mujer, en inmortales. Por fin un caballero podía moverse sin hombreras y forros rígidos, aquella armadura que vestía a los ejecutivos de los setenta, listos para una guerra cuerpo a cuerpo. Giorgio enamoró a los «yuppies», he ahí el psicópata Patrick Bateman de «American Pasycho», pero también a todos los actores y actrices de Hollywood para los que inventó la alfombra roja sin permitirse jamás ser estrafalario. Apenas cometió algún pecado perdonable de italiano, como llevar bañador blanco tipo speedo. Aunque peor es la laca de Valentino, el pelo más escultural del universo de la moda y el único genio que nos va quedando vivo porque ahora abres un armario y te salen ataúdes púrpuras, nombres hurtados por grandes empresas que venden bolsas de basura, como Balenciaga. Armani jamás hizo el mamarracho y eso es algo por lo que le debemos el debido respeto. Va uno tirando del hilo y se encuentra con una sonrisa. Armani enseñaba los dientes, por eso los tenía tan blancos.
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