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Fotografía
El Robert Capa más icónico
El Círculo de Bellas Artes de Madrid reúne 250 imágenes del fotoperiodista en la mayor retrospectiva que se le ha dedicado en nuestro país

Todo hombre es una ficción. Nada más que el invento de una personalidad, quizá porque, para convertirse en quien se desea, una persona debe crearse a sí misma. Darse un alter ego. Esto lo comprendió muy bien Endre Ernő Friedmann, que supo improvisar esa dimensión mítica sobre un seudónimo: Robert Capa (personaje de ficción que acabaría encarnándose/fundiéndose en él y que debe parte de su concreción a la imaginación de Gerda Taro, que conoció en París y que terminaría siendo su pareja). Con este nombre, él acabó por erigirse para la posteridad en la quinta esencia del corresponsal de guerra y del corresponsal de guerra con glamur: guapo, de expresión pilla y con talento.
Friedmann, ya como Capa, inauguró un estilo nuevo en la fotografía de guerra y dejó a su paso algunas de las imágenes más icónicas que ha dado el siglo XX, como la del miliciano con brazos en cruz, una estampa que es el símbolo universal de la Guerra Civil española. A lo largo de su carrera acudió a otros conflictos, como la guerra chino-japonesa, la Segunda Guerra Mundial, la primera guerra árabe-israelí y la guerra de Indochina, donde suplía una baja y donde falleció después de pisar una mina. Era 1954 y solo tenía 40 años, aunque su leyenda perviviría hasta hoy.
"Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente”
A lo largo de su carrera abrió una estética nueva que acuñó, como habían hecho con anterioridad otros maestros de la fotografía, en una frase redonda, de esas que el tiempo termina convirtiendo en un eslogan: “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente”. El título de sus memorias, “Ligeramente desenfocado”, añade otra pista de su estética y, también, de lo que suponía cubrir un conflicto bélico y sacar imágenes.

Su trabajo, que está compuesto por más de 70.000 negativos, ahora puede contemplarse en la retrospectiva que ofrece el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que, coincidiendo con el 90 aniversario de la Guerra Civil, la contienda donde él adquirió fama, ha reunido 250 piezas originales, entre ellas muchas instantáneas reveladas en su momento por el propio fotógrafo. Un conjunto al que se han sumado muchas publicaciones históricas y objetos personales (una de sus célebres cámaras Leica, su máquina de escribir o su permiso de conducir) procedentes de la Golda Darty Collection y los archivos de la agencia Magnum Photos.
"Con ellas, podemos comprender cómo miraba y cómo trabajaba Capa"
Esto permite dar una idea global de su trayectoria, porque permite observar no solo las imágenes que obtuvo con sus cámaras, sino también el posterior tratamiento que se le dio en la Prensa escrita y cómo se publicaron las instantáneas. “Las fotografías originales de época, incluso con sus imperfecciones, son un testimonio fiel de lo que es el trabajo fotoperiodístico. Con ellas, podemos comprender cómo miraba y cómo trabajaba Capa”, ha explicado el comisario del montaje, Michel Lefebvre.
A lo largo de este recorrido no solo se podrán observar sus célebres fotos de guerra -como el conjunto que tomó durante el desembarco de Normandía: fue el único corresponsal de guerra que desembarcó en Omaha Beach con la primera oleada de los soldados, encontrándose bajo fuego alemán en lo más duro de la batalla-, sino también su mirada sobre los civiles, la devastación humana y material que traen consigo las contiendas y, sobre todo, otra parte más desconocida de su trayectoria.
Robert Capa fue un hombre vitalista, famoso por su debilidad por los juegos de cartas y pasarlo bien, como da fe la relación sentimental que compartió con la actriz Ingmar Bergman cuando la conoció en París en 1945.
Hombre cercano y sin demasiadas egolatrías, Capa también desarrolló una importante faceta como retratista de grandes personajes de la escena cultural y como un ojo atento a lo que discurría más allá del frente de batalla. En el recorrido se pueden ver esas imágenes que tomó cuando no estaba esquivando balas. Unos encuadres en color en los que resulta fácil apreciar su sentimiento por la vida y que también se muestran ahora, y que sorprenden por lo inusuales que resultan, como demuestra esa modelo de pie delante del Arco del Triunfo de París, una bañista en la playa o un momento de una carrera de caballos en un hipódromo, que se publicaron en revistas como “Life” o “Holiday”. Unas instantáneas que revelan la presencia de un fotoperiodista y un hombre que apreciaba la vida y lo que ofrecía. Quizá porque, desde muy temprano, había visto demasiada guerra.
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