Música

Música

Rosalía: «Hoy en día tú eliges tu imaginario; Yo elegí el flamenco»

La artista, un talento natural, cierra la gira de «Los Ángeles», uno de los mejores discos del año, el debut de una estrella y una artesana

Rosalía
Rosalíalarazon

La artista, un talento natural, cierra la gira de «Los Ángeles», uno de los mejores discos del año, el debut de una estrella y una artesana.

Desprende un magnetismo brutal, entre la fiereza de la Mala Rodríguez y la academia de Carmen Linares. Es paya (catalana de Sant Esteve Sesrovires y olé) y con estudios, como otra compañera de generación del mejor flamenco que se hace en España, Rocío Márquez. Pero Rosalía tiene una vibración del parque y de la calle que sus pares de generación reconocen por los andares. Luego llegaron los años de estudiar y practicar hasta quebrarse la voz, lean. Lleva un abrigo de pelo largo y unas uñas de gel como las de la canción de C. Tangana. Si no han escuchado su disco «Los Ángeles», no lo dejen para mañana, pero no piensen que es una cosilla ligera, es un álbum dedicado a la muerte producido por Raül «Refree». Estará en Pamplona (4 de enero), Torrevieja (19), Madrid (31 de enero y 2 de febrero) y Barcelona (1 de marzo).

–¿El disco le sigue enseñando cosas, busca algo en él todavía?

–No lo escucho jamás desde que lo sacamos. Ni una vez. Pero yo te explico lo que tú quieras (risas).

–Venga, la pregunta del millón. ¿Dónde aprendió a cantar así?

–Ostras... Yo he estudiado mucho. No vengo de familia de flamencos ni de artistas ni con nada que ver con la música. Partí de cero.

–¿Y eso cómo se hace?

–Escuchando mucho, mucho. Y ahora, en nuestra generación, gracias a internet, a lo que tú quieras acercarte, puedes. Tú eliges cuál es tu imaginario, yo elegí el flamenco. Me metí en YouTube a escuchar mucho, y fui a clases en Barcelona con mi maestro, que es El Chiqui, José Miguel Vizcaya. Sin él no habría dado un paso.

–Usted no es de Barcelona.

–No, de San Esteve Sesrovires. Cortito, ¿eh? Allí, bajaba al parque con unos amigos que eran más grandes que yo y ponían los coches abiertos. Entre otras cosas, sonaba Camarón y me enamoré con 13 años porque no había oído nada igual. Esa manera de expresarse, esa voz, esa brutalidad.

–Le vibró.

–¡Sí! Y en mi casa suena Queen o Supertramp. Por eso, si me preguntas dónde aprendí a cantar, te digo que con mucho esfuerzo. No sabía nada. Sigo estudiando.

–Que usted sea paya y de familia sin tradición flamenca, ¿le hace sentir como que no estaba invitada a la fiesta del flamenco?

–A ver, «cuidao», porque en el flamenco hay un cliché. En el romanticismo, se vinculó a la etnia gitana, y a algo exótico, que tiene que ver con lo racial, aunque la lista de cantaores y tocaores payos es muy larga. Pero ese cliché de que para hacer soul hay que ser negro... que se lo pregunten a Amy Winehouse.

–Claro, pero usted sabe que en el flamenco hay dinastías, sagas y mentalidad antigua.

–Sé que hay pedigrí, y entiendo lo que quieres decir. Al principio hay un círculo cerrado, pero si sienten que tienes amor y cariño por la música, cuando entras, llegas hasta la cocina. Hay que implicarse para conocerla.

–Esto no ha pasado por casualidad.

–¡No! Yo me licencié en intérprete de cante flamenco en la Esmuc, la universidad pública de Cataluña. Tras cuatro años, puedo decir que soy compositora, productora y arreglista.

–No se enfade, es que hay quien ve en usted un talento natural.

–Pero lo he desarrollado. Yo no nací cantando así. Cantaba encogida, con un hilo de voz, y me tuve que operar de las cuerdas vocales.

–Se quebró la voz.

–Sí, me la rompí literalmente con 17 años. Creo que es importante para explicar lo que me ha pasado y no me gusta mucho hablar de ello.

–Me va a perdonar, pero me interesa.

–Me pasó por cantar mal, en la calle, de cualquier manera. (Risas) ¡Tú sabes, de noche, por salir o lo que fuera! Y ese golpe de la vida me permitió reenfocar las cosas. Ya prácticamente no salgo, no bebo ni fumo.

–¿Eso le fastidia?

–No, quiero mucho mi trabajo.

–Hay otro malentendido: el flamenco era de whisky y Marlboro.

–Era como de suburbio, de entretenimiento de señoritos y de mala vida. Hoy es una música con prestigio, Patrimonio de la Humanidad.

–Usted ha estudiado a los antiguos pero es que hoy, en el flamenco, están todos muertos. ¿Cómo se sigue?

–Buena pregunta. Mi maestro me enseñó La Niña de los Peines y no me gustaba nada. Hoy es mi referencia, leí hasta su biografía y he estudiado sus cantes. Me acerqué a la música desde el conocimiento. Es una artesanía, un oficio. Y esto no tiene que ver con algo misterioso o una inspiración. Yo trabajo para mejorar.

–No me va a dejar usted ni un cliché en pie.

–(Risas) No es buscado, es como yo lo vivo.

–¿Cómo abrió la puerta del disco?

–Tuve paciencia y las cosas claras. Quería hacer un trabajo de cante flamenco, y eso que me propusieron hacer antes algo de copla electrónica y cosas así. Dije que no. Pero he picado mucha piedra, me he matado para conseguir bolos en Barcelona, y me moví lo que no está escrito. Luego llegó de manera natural pero trabajando: este disco tiene una investigación que hice por los cantes de más de dos años.

–¿Es antiguo o es moderno?

–Pues hacemos cante pero lo reinterpretamos. Creo que en el disco hay respeto por esta música, amor, pero a la vez una actitud de experimentación sin miedo ni prejuicio, tratando de evitar el cliché, con la manera de verlo y concebir hasta el día de hoy. Paco de Lucía o Camarón crearon toda una estética y una corriente concreta, pero hoy tenemos un momento muy fresco del flamenco. Hay una revisión interesante.

–¿El disco le gusta a sus amigos del parque, los de los coches?

–Ay, pues es que ya no estoy en contacto. Empecé a estudiar en Barcelona y... Pero cuando voy al pueblo sí que noto el calor de la gente. Me lo dicen.

–¿Le gusta a los jóvenes?

–Mazo. Y me pone muy feliz, porque la mayor parte es cante tradicional.

–Tiene unas letras tremendas.

–Es crudo y me gusta por eso, porque tiene carga.