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Ryan O'Neal, el pícaro que quiso ser estrella

Nominado al Oscar y protagonista de «Barry Lindon o «Love Story», el intérprete fallecía a los 82 años alejado ya del cine
Ryan O'Neal (izda.) junto a Ali MacGraw en "Love Story"
Ryan O'Neal (izda.) junto a Ali MacGraw en "Love Story"LA RAZÓN

Valencia Creada:

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La década de los 70, bautizada por Tom Wolfe como «los años del desmadre», si inician cinematográficamente con un pastel de boda y dos querubines: Ryan O´Neal y Ali MacGraw, protagonistas de «Love Story» (1970). Al evocarla, junto a los dos bellos enamorados resuena la dulce melodía escrita por Fracis Lai, que junto a la de «El padrino», de Nino Rota, son las dos bandas sonoras románticas de la década.
Por ser tan guapo, el actor Ryan O´Neal es una excepción en el panorama viril de esos años en los que imperan los antimitos: actores feos, conflictivos y desquiciados como Al Pacino, Dustin Hoffman, Robert de Niro y Clint Eastwood. En este panorama ahíto de testosterona, toma forma el nuevo hombre sensible, ajeno a la idea tradicional de la masculinidad. Inopinadamente, el éxito de «Love Story» evidencia que los jóvenes contraculturales, nacidos del jipismo, lloraban conmovidos por la tragedia del millonario Ryan O´Neal, enamorado de una joven pobre, a la que pierde, en pleno idilio, a causa del cáncer. Desde «Mujercitas» no se oía sollozar quedamente en la salas de cine a hombres y mujeres, conmocionados por este melodrama sentimental, basado en la novela de Erich Segal, millonaria en ventas entre los universitarios.
El actor Ryan O'Neal, en una imagen de archivo
El actor Ryan O'Neal, en una imagen de archivoLa Razón
Entre héroes violentos como Harry el sucio, los gángsteres de «El padrino», taxistas desquiciados y locos volando sobre el nido del cuco, Ryan O´Neal aparecía como un elegante sucesor de Gary Grant, adecuado a los nuevos tiempos del hombre sensible y las feministas dominantas. Porque el verdadero representante del joven contracultural fue Woody Allen en comedias en las que retrata al nuevo antihéroe: feo pero sensible, que enamoraba a todas las Annie Hall, representada por el cliché de la insufrible jipi-progre Dianne Keaton. La parodia de Humphre Bogart en «Sueños de un seductor» (1972) hicieron de Woody Allen el antimito de los 70. El seductor de feministas.
En el Nuevo Hollywood, Ryan O´Neal fue un todo terreno que destacó como un joven guapo y encantador en comedias que añoraban el cine clásico de antaño. Así lo vieron directores que modelaron al bello actor en el rol de alguien que se toma a sí mismo con distancia cómica. Sus mejores papeles se los brindó Peter Bogdanovich, que había descubierto en «La última película» (1971) a Jeff Bridges y Cybill Shepherd.
Un año después, convirtió a Ryan O´Neal y Barbra Streisand en dignos sucesores de la «screwball comedy» (comedia alocada), en el rendido homenaje a «La fiera de mi niña» (1938), que fue «¿Qué me pasa, doctor?» (1972), un revival del cine de la era dorada de Hollywood. El siguiente título de Peter Bogdanovich para Ryan O´Neal fue el del pícaro de «Luna de papel» (1973), junto a su hija Tatum O´Neal, a la que concedieron el Oscar. Rematada con un homenaje al cine mudo con «Así empezó Hollywood» (1975), también con su hija, interpretando a la guionista Anita Loos, y acompañados por otro de los mitos de los años 70 Burt Reynolds, famoso por la violenta «Defensa» (1972), junto a John Voight, en la que eran violados por un lugareño.
La generación que le pasó por encimaEl lugar de los actores viriles y conflictivos de los 70 fue ocupado por una nueva generación que mostraba como Ryan O´Neal la belleza de su juventud sin complejo alguno. La aparición del «Brat Pack», formado por los nuevos niños bonitos de Hollywood, fue un fenómeno de renovación estética liderado por un puñado de muy buenos actores jóvenes y guapos que protagonizaron los nuevos dramas y comedias de los anos 80. Ryan O. Neal y Richard Gere fueron superados en número y capacidad artística por este «puñado de mocosos» encabezados por Tom Cruise, Rob Lowe y Demi Moore, a los que se añadieron Patrick Swayze, Matt Dillon, Charlie Sheen, Robert Downey Jr, o River Phoenix.
La consagración como actor dramático de Ryan O´Neal vino de la mano de Stanley Kubrick como el protagonista de un pícaro que conquista a la aristocrática Marisa Berenson en «Barry Lyndon» (1975). La belleza de los actores deslumbra en la que para muchos es la mejor y más delicada película de su director, basada en la novela de W. M. Thackeray. La década finaliza para el actor con dos películas singulares: «Historia de Oliver» (1978), continuación de «Love Story», centrada en su protagonista, ahora enamorado de una rica heredera interpretada por Candice Bergen, y «Driver» (1978), de Walter Hill, papel escrito para Steve McQueen, fallecido en 1980.
A partir de entonces sigue una carrera errática con películas de poca enjundia, excepto una de las comedias que mejor se adaptaba a la nueva década: «Algo más que colegas» (1982), en la que interpreta a un policía hetero junto a otro gay, John Hurt, que de incógnito se infiltran en el mundillo homo para resolver una serie de asesinatos.
Ryan O´Neal se había hecho mayor pero seguía conservando el encanto del querubín ingenuo que fue. Pero debía competir con comedias con trasfondo gay mucho más elaboradas como «¿Víctor o Victoria?» (1982) y la célebre «Tootsie» (1982), que copaban la cartelera de los años 80.
En un cine poblado por los clichés de hombre más duros y violentos de lo que él nunca fue, Ryan O´Neal fue uno de los escasos actores que resistió su embestida y lideró el lugar de los guapos guapísimos del cine. A lo largo de los años 70 se le unieron Richard Gere, Harrison Ford, John Travolta, Christopher Reeve y William Hurt, que daban paso a la renovación estilística del cine de los años 80 con el «Brat Pack».