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Europa

Elena Poniatowska

Sánchez-Albornoz, pasado y futuro del Cervantes

El primer director del Instituto se unió ayer a los artistas e intelectuales que forman el legado de la Caja de las Letras.

Sánchez-Albornoz (dcha.) firma el libro de honor junto a García Montero
Sánchez-Albornoz (dcha.) firma el libro de honor junto a García Monterolarazon

El primer director del Instituto se unió ayer a los artistas e intelectuales que forman el legado de la Caja de las Letras.

La Caja de las Letras del Instituto Cervantes guarda en sus casilleros un manuscrito de «La noche de Tlatelolco», de Elena Poniatowska; la máquina de escribir de Nicanor Parra; el primer cuaderno de investigación que Margarita Salas utilizó cuando trabajaba con Severo Ochoa en Nueva York; el chaleco que Víctor Ullate lució en 1982 para interpretar «El Madrid de Chueca», y un cofre con tierra de Aracataca, el municipio colombiano donde nació García Márquez. A estos y tantos otros legados que el Instituto atesora desde 2007 se sumó ayer el de su primer director, el historiador Nicolás Sánchez-Albornoz.

Abrir camino

«Estamos marcados por una idea del tiempo de usar y tirar. Frente a eso, la lengua, la cultura y la Historia preservan el relato humano porque saben que el tiempo es algo que se comparte a través de las generaciones», afirmó durante la ceremonia el actual director del Cervantes, Luis García Montero. «Me siento heredero del trabajo de la gente que abrió el camino, con la fortuna de haber elegido buenos rumbos que han mantenido con vitalidad esta institución fundamental», añadió en referencia a la labor de Sánchez-Albornoz, que inauguró el Instituto, en su sede de Alcalá de Henares, el 27 de noviembre de 1991. El historiador introdujo tres objetos en la caja 1.467: la pluma con la que escribió varios de los libros que ha publicado, un collar que le ofreció la Academia de la Historia de Portugal y la medalla de la Academia de la Historia que perteneció a su padre, Claudio Sánchez-Albornoz, ministro de la Segunda República. «Fue elegido en 1926 y en el cuarenta, por orden ministerial, fue cesado en la Academia, aunque conservó su medalla durante el exilio en Buenos Aires. El 12 de diciembre de 1975 era readmitido e incluso llegó a presidir una sesión de la Academia al regresar del exilio», explicó Sánchez-Albornoz.

Como su padre, el primer director del Cervantes también vivió exilado a partir de 1948, cuando escapó de la construcción del Valle de los Caídos, adonde había sido condenado a trabajar por escribir «Viva la Universidad Libre» en las paredes del Campus de Somosaguas de la Complutense. Esta semana se cumplieron setenta años de su detención, coincidiendo con el actual debate sobre la exhumación de los restos de Franco. Al respecto, Sánchez-Albornoz comentó que «ha sido una vergüenza que esté ahí durante tantos años. En el resto de Europa no hay ningún mausoleo semejante».