"Selftape": ética de las tiritas
Filmin presenta su tercera serie original en el Festival de Málaga, un brillante relato de autoficción escrito por Joana y Mireia Vilapuig
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Hace ya un tiempo, en consonancia con su estrategia cinematográfica, Filmin se lanzó a la producción propia de series. Primero nos llegó un experimento, la irregular pero sorprendentemente profunda "Doctor Portuondo"; más recientemente, la gamberrada anárquica (y algo vacía en su tesis) de "Autodefensa"; y, ahora, la nueva "Selftape", que se ha presentado esta semana en el marco del Festival de Málaga. Y ahora... ahora sí. Ahora sí que sí. La serie, creada por las hermanas Mireia y Joana Vilapuig, en un retrato explícito de autoficción, nos presenta a dos chicas jóvenes, como las Vilapuig, actrices, como las Vilapuig, y desoladas por los caminos esquivos caminos del éxito y la realización, como las Vilapuig. Huyendo del paisaje generacional maximalista, "Selftape" centra su mirada en lo subjetivo, en lo estrictamente personal y en los anhelos y decepciones de dos mujeres contemporáneas, claro, pero con una serie de vivencias únicas, exclusivas, más extrapolables para el espectador en términos de identificación que de recreación. No es un "soy esa", es un "me he sentido como esa".
Por eso, la nueva "Selftape" que llega a la plataforma española el próximo 4 de abril y toma su nombre de las grabaciones que los intérpretes deben mandar a los cástings, no se centra tanto en lamer terapéuticamente las heridas de las Vilapuig, como en desprender cada una de las tiritas que se han ido poniendo en su ya experimentada carrera pese a su edad. Joana primero y luego Mireia alcanzaron el éxito global de la mano de la serie "Pulseras rojas", un fenómeno que las puso en el centro de todas las miradas. Las de un audiovisual atento al más mínimo rédito explotable de las niñas, las de una industria voraz, y las de una dedicación profesional, la de la interpretación, que puede destrozar hasta a la más preparada.
Consciente de su naturaleza privilegiada, la serie se puede entender como una dolorosa oda a la vocación, desde lo vehemente y lo emocional, pero también desde lo racional, desde la posición ética de quien se sabe atrapado por sus propias contradicciones. Capítulo a capítulo, tirita a tirita en verdad, la serie es una reconstrucción, en lo argumental, de la relación entre las dos hermanas protagonistas. Una, resacosa de triunfo, vuelve a la ciudad que compartieron siempre, mientras la otra intenta no naufragar en sus propias pretensiones: artísticas, laborales, perceptuales y hasta políticas. El preciosista estudio de personajes de "Selftape" (el primer plano es toda una declaración de intenciones) no esconde su amor por "Podría destruirte" o "Fleabag", pero en lugar de trasladar su espíritu con descaro o rebeldía, lo hace con empatía.
Y es que la serie que han creado las Vilapuig, y que dirige con pulso firme y estética ansiosa Bàrbara Farré ("La última virgen"), triunfa por su ternura para abordar temas oscuros. En lugar de exportar el descenso a los infiernos, la toma de conciencia misma de sus referentes éticos (se respiran las primeras temporada de "Girls"), la serie crece narrando la salida del pozo, el encuentro con la luz al final del túnel. Bien sea definitiva, bien sea momentánea. La pasión impresa en los diálogos, que desaparecen incluso en cuanto se hacen mínimamente innecesarios como ejercicio de humildad narrativa, nos habla de una serie tan sumamente consciente de sí misma que, en realidad, se vuelve completamente libre.
La ética de las tiritas que presentan aquí las hermanas Vilapuig no es una expiación a través de la parábola, porque sus personajes siempre operan en términos morales reconocibles, sino que se trata más de un diálogo con sus propios errores, con sus propias carencias y con sus propias imperfecciones. Contrario al ejercicio narcisista en el que podría caer la serie de no ser tan sumamente fina, delicada, "Selftape" es la descripción material de una sensación etérea. Totalmente expuestas durante la mitad de su vida, las dos hermanas dan un paso realmente valiente y se deciden a exponer la otra mitad, ahora sí, en sus propios términos.