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Sergio Gómez-Alba: «Si se enseñara historia a los jóvenes, no se silbarían himnos»

Entre 1993 y 2004 fue diputado por el PP en el Congreso. Empresario, casado y con dos hijas, ahora rastrea 500 años de historia de España a través de su familia en «El río que nos trajo».
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Entre 1993 y 2004 fue diputado por el PP en el Congreso. Empresario, casado y con dos hijas, ahora rastrea 500 años de historia de España a través de su familia en «El río que nos trajo».
Los antepasados de Sergio Gómez-Alba, según ha podido rastrearlos, se remontan al siglo XIV, en la batalla de Aljubarrota, luchando codo con codo con Juan I de Castilla. En el siglo XV aparecen en la conquista de Granada junto a los Reyes Católicos. Después se suceden capitates, inquisidores, conquistadores, priores, hasta llegar a los campos extremeños, con la cría de ganado y el cultivo de lana. La irrupción de la República y la Guerra Civil hizo que su familia se escondiese en convulsas casas de Madrid, acogidos ante las amenazas de muerte del Frente Popular. Toda este devenir vital, entre anécdota y anécdota sorprendente, es el argumento del libro «El río que nos trajo» (Sekotia), la historia de una familia que no deja de ser, según Gómez-Alba, «la historia de todas las familias».
–¿Qué le ha llevado a rastrear en su propia historia?
– Cuando mis hijos eran pequeños decidimos que no les hablaríamos de nuestra historia más reciente, la que se remonta a tiempos de la República y la Guerra Civil, en la que sucedieron cosas atroces. Queríamos que tuviesen más juicio y no envenenarles el espíritu.
–¿Y qué le hizo cambiar de opinión?
–Zapatero empezó a hablar de memoria histórica y convirtió nuestra historia en una simplificación maniquea de buenos y malos, cuando su propio abuelo había participado en la represión de la revolución socialista de 1934. De eso no se acordó. Entonces me di cuenta de que, para que le cuenten la historia otros, mejor se la contaba yo.
–¿La izquierda tampoco fue ni inocente ni heroica en aquellos años?
–Intento salir al paso de la progresía militante en su permanente empeño de tener una memoria selectiva. Todos los bandos cometieron atrocidades aquellos años y hasta que unos y otros no lo reconozcan las nuevas generaciones vivirán en la mentira.
–No es un discurso fácil ahora mismo.
–María Zambrano solía decir que lo que no puede decirse es necesario que se escriba. Por eso este libro. Sé perfectamente que si salgo y empiezo a decir estas cosas, en seguida me tildarán de facha, me insultarán y me dirán de todo, pero escrito y bien documentado, lo que se publica es irrefutable.
–¿Se ha de pedir a los grupos de centro derecha que condenen el alzamiento militar de Franco?
–En el bando nacional se cometieron excesos, asesinatos y ajustes de cuentas, pero la izquierda, en su desprecio por la verdad y su negativa en reconocer sus propios pecados contra inocentes que simplemente no pensaban como ellos, lo hace difícil. En algún momento futuro espero que el Congreso pida perdón en nombre de los dos bandos a todos los españoles.
–¿La memoria es importante sólo si es completa y no parcial?
–La memoria es la base de nuestra identidad. Mueve a la acción, a la reflexión y a la emoción. Si se enseñase historia a los jóvenes, por ejemplo, y no historietas, como ahora, no ocurrirían cosas como silbar a himnos en un campo de fútbol. Tendríamos la autoestima a nivel de los ingleses.
–¿Los jóvenes están condicionados por su educación?
–Nuestros jóvenes están mejor formados que nunca, pero no se les educa, en el sentido de transmitir valores, de dar peso y razón a la personalidad. Y eso se traslada a todos los estamentos. Antes, en los pueblos, podía haber gente humilde y analfabeta, pero se les educaba, en el sentido de transmitir valores y sentido de la dignidad.
–¿De dónde salen las historias que cuenta en su libro?
–Parten de la transmisión oral. Nací en unos años en que no había televisión y en nuestra casa no se recibía bien la radio. Lo único que quedaba para distraerse eran las tertulias. Allí se hablaba de todo y se contaban historias de unos a otros. Uno, a su vez, las memorizaba y las sentía como propias. Después, lo único que ha hecho falta es trasladarlas al papel, a parte del trabajo de documentación para sustentarlas.
–¿Uno de los problemas actuales es que la gente no habla?
–Para mí, aquellas historias eran como si me introdujera en el túnel del tiempo y empezar a vivir 200 años atrás. Si no se transmite esa sabiduría vivencialacaba por perderse. Hoy no se habla y sobre todo no se escucha, lo que significa que es más fácil que te vendan monedas falsas, que manipulen tu propia historia.