Siempre nos quedará el Trastévere
Los «chicos del cine América» salvaron la antigua sala romana de ser demolida y este año han ganado una batalla para volver a celebrar su festival a cielo abierto. Sorrentino, Moretti y Almodóvar les han visitado.
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Los «chicos del cine América» salvaron la antigua sala romana de ser demolida y este año han ganado una batalla para volver a celebrar su festival a cielo abierto. Sorrentino, Moretti y Almodóvar les han visitado.
parecen ya los primeros créditos en la pantalla cuando una familia se apresura para coger sitio. La silla, plegable, la traen de casa. Para acomodarse en los asientos distribuidos por la organización había que llegar al menos tres cuartos de hora antes. Hay quien ha preferido comprar una pizza o un supplì –una especie de croqueta rellena de ragú de carne y queso, típica de la cocina local– y esperar allí. Otros, venir a última hora y sentarse en el suelo. Una noche romana lo merece. La Piazza de San Cosimato, de las más genuinas del genuino barrio del Trastévere, 20 grados de temperatura y una película al aire libre. Poco más que pedir.
Entre los asistentes, hay más de un turista americano. El modelo de Roma, el cine y la «dolce vita» es inagotable. Pero el ambiente que se respira es el de un barrio en plena ebullición. Ya a los italianos de otras partes del país les cuesta entender la jerga romana. Aquí se saluda a voces al vecino y mientras empieza la proyección, se escucha el barrunto del motorino y de los niños jugando al fútbol. Con balón de la Roma, obviamente.
Marta es una de las que no se pierden esta iniciativa desde que comenzó, hace tres años. «En una ciudad tomada en muchas ocasiones por los turistas, es el mejor modo de revitalizar uno de sus barrios más singulares», asegura. En 2017 asistieron 80.000 espectadores, según los organizadores. Pero este año ha estado a punto de naufragar, ya que el Ayuntamiento impuso como condición para celebrarlo la convocatoria de un concurso público, al entender que toda la logística suponía una ocupación del espacio común.
El mundo cultural italiano entendió que se trataba de frenar un proyecto impulsado por la sociedad civil, por lo que una larga lista de personalidades del cine, encabezada por Bernardo Bertolucci y Paolo Sorrentino, entre otros, firmaron un manifiesto en su defensa. Los promotores del proyecto, que se hacen llamar «los chicos del cine América», se negaron a participar en la batalla política. Al concurso no se presentó nadie y finalmente el consistorio cedió la plaza. Es solo la última victoria de estos jóvenes.
La primera llegó en 2012, cuando el cine América, ubicado a solo unos metros de la Plaza de San Cosimato, iba a ser demolido. La sala, construida en los años 50, era uno de los pocos vestigios vivos del Neorrealismo y del principio de aquella época dorada del cine italiano. Así que, inspirados por la tradición estudiantil local de ocupar institutos y universidades, un grupo de veinteañeros se aferraron a aquellas viejas butacas de felpa color burdeos.
«Al principio sabíamos poco o nada de cine, lo nuestro era una defensa más política de los espacios culturales y de reunión», reconoce Valerio Carocci, de 26 años y actual presidente de la asociación Pequeño América. Tanto es así que cuando Pedro Almodóvar apareció en el cine ocupado pensaban que era un turista que simplemente pasaba por allí. Recibieron también las visitas de Roberto Benigni, Nanni Moretti, Matteo Garrone, los citados Bertolucci y Sorrentino... La veintena de muchachos al mando de la operación «rescate» se aficionaron al cine a base de proyecciones y debates. Descubrieron que existía una ley que impedía transformar la sala en un espacio comercial y hoy el América sigue en pie.
El director Paolo Virzì fue otro de los grandes valedores de la iniciativa, por lo que tras el choque con el Ayuntamiento, merecía ser protagonista del estreno de la temporada. La película en la que nos quedamos mientras el público tomaba asiento y los niños jugaban al fútbol –sí, en las calles– se llama «Ferie d’agosto», un clásico de los noventa del cine romano. Para que se hagan una idea, sería como poner, un 25 de diciembre, «La gran familia» en la Plaza Mayor.
La diferencia es que en «Ferie d’agosto» la trama la protagonizan personajes de esos que están en todas las familias, entre los que destacan el cuñado chabacano y racista y el derrotado intelectual de izquierdas. La Italia de 1996 y de 2018. Antes de comenzar el filme, en las pantallas aparece un cartel en el que se lee: «Abramos los puertos», en contraposición a la política del actual Gobierno italiano. El público aplaude antes de empezar. Para Valerio Carocci, «la plaza de San Cosimato también es un puerto» y reconoce estar radiante por volverlo a abrir.
En el centro y en la periferia
La luz verde del Ayuntamiento para llevar este cine al aire libre al corazón de Roma llegó a mediados de junio, por lo que los organizadores tenían ya diseñada una programación paralela. Por un lado, en el Trastévere trasladaron las proyecciones al patio del Instituto Kennedy; y por otro, este año, por primera vez, se desplazaron también a la periferia. Casale della Cervelletta –al noreste de Roma– y Ostia, en el litoral, son los otros escenarios que completan un cartel con 201 noches y 190 películas.
«En barrios como Trastévere, donde se concentra un público bastante urbano, la conexión con estos actos culturales es más automática, pero es muy interesante también salir a las periferias para tratar de reducir esa brecha social que existe», comentaba un asistente antes de comenzar la proyección. En el programa hay alguna película relativamente reciente, pero abundan los clásicos de directores como Federico Fellini, Francis Ford Coppola y Woody Allen. Al concluir la proyección se realiza un debate que, en ocasiones, cuenta con protagonistas del filme o con su director. El pasado lunes, por ejemplo, Paolo Virzì defendió que el caso de San Cosimato sirva para «llevar un cine a cada barrio».