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Stonehenge: ¿tráfico o patrimonio?

El gobierno del Reino Unido ha aprobado un controvertido plan para construir un túnel de dos millas pegado a este sitio arqueológico, proclamado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1986
Imagen del monumento megalítico Stonehenge situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire (Inglaterra) / Aplarazon

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El monumento megalítico de Stonehenge, construido entre el final del Neolítico y principios de la Edad de Bronce, y que se encuentra situado en el condado de Witshire, se ha convertido estos días en el epicentro de una enconada polémica. El gobierno del Reino Unido ha aprobado un controvertido plan para construir un túnel de dos millas pegado a este sitio arqueológico, proclamado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1986. En contra precisamente de las recomendaciones de la misma Unesco, el Secretario de Transporte, Mark Harper, ha decidido dar luz verde a este proyecto, que –en su opinión– no va a suponer un impacto significativo sobre el monumento.
Las razones que las autoridades británicas han esgrimido para justificar una intervención a gran escala como la ahora aprobada es que esta zona ha supuesto, durante los últimos treinta años, un nudo de tráfico insostenible. Llama la atención, a este respecto, que la Historic England –institución encargada de velar por la preservación del patrimonio inglés– no solamente no se haya opuesto a la construcción del túnel, sino que, además, muestre su satisfacción por el plan finalmente aprobado: su presidente ejecutivo, Duncan Wilson, ha manifestado su satisfacción por la decisión del gobierno, ya que –en declaraciones a «The Art Newspaper»– supondrá poner bajo tierra mucho del ruido y del tráfico visible que hasta el momento interfieren en el disfrute del monumento prehistórico. Como en todo este tipo de polémicas, la elección entre solucionar problemas de tráfico o blindar uno de los más icónicos monumentos prehistóricos de la humanidad llega en un momento en el que cualquier decisión será insatisfactoria y supondrá un destrozo en uno u otro sentido.
La cuestión que habría que responder es cómo se ha llegado hasta aquí, y por qué un lugar como Stonehenge se ha convertido en un «hot spot» del tráfico en la red de carreteras inglesas. Es innegable que –por más que se pruebe a justificar este proyecto– que tunelar dos millas del entorno de Stonehenge es una medida de un enorme impacto sobre el monumento. La magia y el valor de este conjunto megalítico no solo reside en su foso y montículos circulares, sino en el paisaje en el que está situado. Y a nadie se le escapa que un túnel de esta magnitud va a alterar sustancialmente el paisaje, rivalizando en el peor sentido con las solitarias y enigmáticas piedras erguidas. En casos como este, parece claro que la planificación es la mejor solución. Porque, llegados a este punto, cualquier solución será mala o muy mala.

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