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Suede, entre el amor y el odio

El grupo británico regresa tras más de una década con «Bloodsports», un disco que vuelve a los orígenes conflictivos del grupo
larazon

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Después del punk llegó el glam, y, acabado éste, el trono musical estaba vacante cuando aparecieron los melenudos del grunge. Todo el mundo miraba a la costa Oeste de Estados Unidos y el orgullo musical británico se quebraba como el vidrio barato. Hasta que aparecieron Suede, una banda elegante y con el punto de dramatismo de su «padre» espiritual David Bowie que podía constituir por sí solas una respuesta británica para los años 90. Y así fue durante los tres primeros discos de los de Londres, infalibles «números uno» en un tiempo en que la banda también se convirtió en una factoría de polémicas con Brett Anderson, su cantante, en el ojo de los huracanes. Las adicciones de Anderson se conocieron en tiempo real, expulsaron al guitarrista Bernard Butler y, tras dos discos que resultaron ser un fracaso comercial y de crítica, el grupo se disolvió en 2003. «Hasta que un día nos llamó Roger Daltrey, de The Who para que actuásemos en el Royal Albert Hall para su organización de caridad», explica Neil Codling, miembro original del grupo, al teléfono. «Y vimos que todo empezó a funcionar, y en vez de un concierto, poco a poco, salieron unos cuantos. En ese momento había que ser honestos. Si seguíamos dando conciertos había que publicar nuevo material para que no se quedase todo en un acto de nostalgia», explica Codling. Y así fue como llegó «Bloodsports» (Warner), un disco que es su nueva y, quizá, última oportunidad.
«En esos conciertos de reunión nos dimos cuenta de lo especial que era estar en una banda, lo bueno e importante que era. Y también las cosas que lo parecían pero en realidad eran una auténtica mierda. Hoy sabemos que lo que cuenta es nuestra música», explica. En las bandas veteranas resulta complicado cambiar las rutinas negativas. «Es cierto. Por eso hemos decidido volver de verdad y evitar esas "distracciones"de antes, ya me entiendes, ésas que teníamos con 20 años. Y también nos preguntamos qué habría pasado si no hubieran existido, adónde podríamos haber llegado», asegura. Sobre si éste es el último tren o qué posiblidades puede traer el futuro, Codling se limita a señalar: «Queremos asegurarnos de que hacemos esto por las razones correctas: la música. Durante un tiempo, ensayábamos y girábamos sin saber muy bien por qué». Con esta premisa se metieron al estudio con Ed Buller, su productor de los inicios. «Sabe cómo conseguir lo mejor de nosotros. Y lo primero que hizo cuando le enseñamos el material nuevo que teníamos fue decir: «No está mal... pero no es suficiente». Y tiró todas las canciones y nos hizo comenzar de nuevo».

Una relación dramática

«Bloodsports» suena épico, pero no sobreproducido. «Hemos pasado mucho tiempo escribiendo cada esquinita de cada tema y cuando entramos en el estudio sabíamos lo que hacíamos. Buscábamos grabar un disco corto en el que quedase claro el concepto que queríamos transmitir, que es el de una relación de pareja que resulta dramática. Para nosotros, el verdadero reto era plasmar imágenes, y no intentar que el sonido fuera exhuberante», explica. Todo con el envoltorio épico que se ha convertido en seña de identidad, y sin el que ya no se entienden sus temas, hechos a la medida de los grandes escenarios. «Para nosotros, no se trata del tamaño de la sala del concierto, sino de las dimensiones de las emociones que transmites», explica. Saben de la polémica que siempre les rodea. «Casi nadie cuando habla de Suede dice: "No están mal...". O nos odian o nos aman».
Mejor twitter que la crítica
«Nunca leemos las reseñas en la Prensa, en eso, somos seguidores de Andy Warhol», dice Codling preguntado por la acogida de su nuevo trabajo. «Por otro lado, es cierto que nadie compra un disco por las reseñas en la Prensa. Los periodistas tienen mucha música que escuchar y por lo visto no lo hacen adecuadamente (risas). No pretendo ser desagradable, que conste. Preferimos leer Twitter, que es donde están las opiniones de la gente». Educadamente, Codling se disculpa e insiste: «Somos un grupo que genera emociones muy fuertes a favor y en contra», termina.

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