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«Te Deum» de Bruckner: La catedral sonora

Anton Bruckner. «Te Deum». L. v. Beethoven. «Sinfonía nº. 9. ''Coral''». Auditorio Nacional de Música. Jueves, 29 de noviembre de 2018. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Sociedad Coral Excelentia de Madrid. Dir.: Janos Kovacs

Ejemplo de «fuga» arquitectónica en una galería de la catedral de Gloucester, Inglaterra
Ejemplo de «fuga» arquitectónica en una galería de la catedral de Gloucester, Inglaterralarazon

¿Cómo es posible que alguien que se tomara tan poco en serio a sí mismo compusiera monstruosidades -en el buen sentido de la palabra- como este Te Deum que nos ocupa? Anton Bruckner es sin duda el definitivo contrapunto al estereotipo de compositor arrebatado por el ardor de su musa -Beethoven, Wagner- profeta maldito de la nueva religión de una humanidad postcristiana. Basta mirar cualquiera de sus fotografías o leer las innumerables anécdotas que nos han llegado de la vergüenza ajena que provocaba allí por donde iba en la encopetada sociedad vienesa de finales del XIX con sus modales de pastor de vacas, sus pantalones ridículamente cortos en las perneras para que no le molestaran con el juego de pedales del órgano.

Gustav Mahler le veneraba, le consideraba su maestro, su precursor. En su copia del Te Deum tachó la parte del título y donde decía

«TE DEUM para coro, solistas y órgano ad libitum»

Y escribió de su puño y letra:

«TE DEUM para la lengua de los Ángeles, los que buscan a Dios, los corazones que sufren, y las almas purificadas en el fuego»

De todos los padres de la música, Anton Bruckner es el que más mueve a la ternura. Era un perfecto desastre. Dejan sencillamente con la boca abierta los relatos de cómo se enamora platónica y castísimamente, ya a una edad bien avanzada, de jóvenes camareras y sirvientas de los hoteles donde se hospedaba. Mejor cubrir sus desnudeces como hacían los hijos de Noé. Aunque debió pasarlo muy mal el pobre: eso al menos invita a pensar la dedicatoria del Te Deum cuando lo terminó en 1884: «A Mayor Gloria de Dios, con gratitud por haberme cuidado mientras sufría tanta angustia en Viena».

La mejor fotografía de Anton Bruckner con diferencia

Toda la vida de Brucker giró en torno de Dios Todopoderoso. Su novena y última sinfonía quedó inacabada; solo tenemos sus tres primeros movimientos, el último de los cuales tiene como tema principal un motivo que él mismo describió como «despedida de la vida». Cuando vio que le fallaban las fuerzas para finalizar su obra jugó con la idea de recuperar su Te Deum y adosarlo a la 9ª. Finalmente la disparidad entre ambas composiciones le desalentó y tendremos que esperar a la vida futura para escuchar el cuarto movimiento final de su sinfonía final, compuesto desde el Cielo. Un aliciente mas para mirar con esperanza el final de este valle de lágrimas, supongo. Sea como fuere este dato anecdótico da al Te Deum que sonará en el Auditorio un contexto biográfico que parece idóneo para preparar la mente al impacto que supone esta auténtica catedral de sonidos que, hasta el último de sus días, fue considerada por Bruckner como «el orgullo de mi vida».