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Cayetana Guillén Cuervo: «Es fundamental que la cultura sea una cuestión de Estado»

Como presidenta de la Academia de las Artes Escénicas, explica las claves de la Escuela de Verano, que arranca hoy y finaliza el 21 de julio
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Ni la mayor ola de calor hace que Cayetana Guillén Cuervo pierda su imparable ritmo de trabajo. Entre grabaciones y proyectos, la actriz y presidenta de la Academia de las Artes Escénicas de España saca unos minutos para hablar con LA RAZÓN sobre la Escuela de Verano que dicha institución organiza anualmente y que se celebra este año en Santander. Desde hoy hasta el 21 de julio, la IV edición de esta cita que llevará por título «Santiago Ontañón: la escena social», y volverá a conectar a diferentes generaciones de académicos y artistas.
¿Ve el mundo de las artes escénicas como una carrera con futuro para los jóvenes o como un difícil camino?
Hay nuevas generaciones muy sensibles a las artes escéncias. Las escuelas de teatro están llenísimas. Se está dignificando esta especialidad sin duda, y esperamos que la Academia ayude. Creo que las nuevas generaciones tienen mucho que decir. Por nuestra parte, hemos hecho una serie de encuestas a las distintas escuelas de teatro oficiales, de diferentes Comunidades Autónomas, para que fueran los propios alumnos los que dijeran qué contenido querían en la Escuela. Y en base a eso se ha construido.
Este año escogen Cantabria y la figura de Santiago Ontañón. ¿Cuál fue su principal aportación al mundo del arte?
Ontañón fue un cántabro célebre, íntimo amigo de Margarita Xirgu, trabajó con ella en el exilio, y estuvo cerca de la Barraca y García Lorca. Entendía las artes escénicas como una herramienta para el cambio social, a través de la cual la ciudadanía del momento podía adquirir aspectos óptimos para que la convivencia entre todos fuera más sana. Ontañón fue un tipo optimista, entregado al teatro, que estaba muy contento de poder hacer la escenografía de varios de los espectáculos de Xirgu, a quien respetaba muchísimo, era un hombre de consenso y que aportó grandes cosas a las artes escénicas en un momento político muy complejo.
Define el papel de la cultura como un motor para el desarrollo del espíritu crítico y el cambio social, ¿en qué sentido?
Creo firmemente en el papel de la cultura como herramienta para la reflexión, para hacer de los seres humanos personas más completas y con más capacidad para aportar y sumar a la sociedad en la que conviven. Es absolutamente necesario que las artes escénicas tengan ese poder, el de la palabra transformadora. La identidad del ser humano se construye a través del propio punto de vista.
Como presidenta de la Academia, ¿qué cambios considera que urgen en el mundo de la cultura y de las artes escénicas?
Los cambios más urgentes tienen que ver con la relación entre la Academia y las instituciones, así como su percepción de los oficios que forman parten de las disciplinas artísticas. Es decir, la cultura debe ser una cuestión de Estado. Lo que da identidad a España son los versos de Lorca, las películas de Almodóvar, los textos de Mayorga, los cuadros de Picasso, el talento de los Javis y la última función de Juan Diego Botto, al igual que el deporte y la ciencia. Lo demás pasará de largo, pero quedarán los versos del poeta, y esoes lo que el Estado debe proteger como un bien fundamental. Para ello es fundamental que las artes escénicas sean parte estructural de la educación.
En la Escuela encabezará un debate sobre la diversidad étnico racial en estas artes, ¿sigue existiendo en España una cultura racista?
Esa diversidad es una realidad. No es que la aceptes o toleres, es que está ahí. Por primera vez han entrado profesionales racializados en la Academia que representan esta diversidad, y que van a intentar contar dónde se sienten estigmatizados y qué tiene que cambiar de raíz. Como siempre, tenemos ejemplos de Inglaterra, Francia o EE UU que van por delante. Un actor catalán de origen marroquí, como un compañero mío, tiene que tener la posibilidad de hacer Hamlet, y no tiene por qué hacer de terrorista o narcotraficante. Son estigmas contra los que hay que luchar.
Desde su experiencia profesional y desde la Academia, ¿en qué hemos mejorado y qué queda aún por recorrer?
Han mejorado muchas cosas. Pertenezco a una familia de actores que ha vivido un momento en el que nuestras profesiones estaban mucho menos dignificadas, y que precisamente gracias a su activismo cultural se han conseguido muchísimos avances. Ellos son mi ejemplo más directo, concreto y presente. Su actitud, a lo largo de los años, defendiendo el poder de la palabra transformadora, el hecho artístico en el escenario o la importancia de la formacción del individuo. Pero, por supuesto, quedan muchas cosas por hacer. Todo esto lo debemos elevar a un lugar más importante, y sobre todo, como decía, a que se consdiere una cuestión de Estado.