Teatro

¿Dónde está Wally? o la playa del fin del mundo del Lliure

Barcelona inaugura una nueva playa y acoge la instalación lituana que triunfó en la Bienal de 2019 con su mensaje sobre el cambio climático

"Sun & Sea" ha metido 30 toneladas de arena en la sala principal del Lliure
"Sun & Sea" ha metido 30 toneladas de arena en la sala principal del LliureEvgenia Levin

La carta de presentación de Sun & Sea es inmejorable: León de Oro en la Bienal de Arte de Venecia de 2019. La gente esperaba horas para entrar en la instalación de estas tres lituanas: libreto de Vaiva Grainytė y direcciones de Rugilė Barzdžiukaitė (escénica) y Lina Lapelytė (musical). Con estos antecedentes se ha estrenado en Barcelona esta pieza (adecuada para presentar una versión más escénica) que ha revolucionado el Lliure por su mensaje, pero también porque ha cambiado por completo la fisonomía de la Sala Fabià Puigserver (la 53ª disposición): el patio de 700 butacas ha desaparecido, no existe, tampoco la caja del escenario; y sí ha brotado una playa de 30 toneladas de arena de sílice. Sobre ella, toalla mediante, se posan artistas y figurantes (hasta seis personas del público se pueden apuntar cada día) para contarnos las posibles desdichas del cambio climático: “Los peces también se extinguirán. Desde los tiburones al chanquete más pequeño”, se escucha en la Canción de las hermanas 3D; u otra coletilla del coro: “Este año el mar es verde como el bosque”.

Bazdžiukaitė huye de moralizar, aclara, solo son “narrativas mundanas de veraneantes rodeados por el apocalipsis, pero que llevadas al día a día reflejan algo más”. La “feliz” orilla del mar toma una perspectiva global “ya que es posible que pronto se pueda tomar el sol donde solían vivir los osos polares”, añade. Las tres creadoras conocen la problemática, pero no sus soluciones: “Ni damos una sensación de esperanza para el futuro ni la quitamos”. Y también rehúyen de intimidar a su audiencia, como advierte la directora escénica, que reconoce que hacerlo podría ser contraproducente: “Hablar de estos temas de manera amenazante, a menudo, significa dar un paso atrás porque sentimos que es tarde para cambiar la situación (...) Encontrar el lenguaje adecuado para la pieza porque existía el peligro de repetir la retórica predominante del día del juicio final”.

Artistas y figurantes ocupan esta playa artificial durante cuatro horas, aunque el pase completo se repite cada 50 minutos
Artistas y figurantes ocupan esta playa artificial durante cuatro horas, aunque el pase completo se repite cada 50 minutosAndrej Vasilenko

Casi una treintena de personas pululan por la arena de esta “performance”-instalación-ópera, cada uno con sus circunstancias. Pelotas, palas, botes de crema, tuppers, libros, niños, perros, ancianos... Nada extraordinario dentro de un día de playa. Buscar al cantante de turno se convierte hasta en un juego parecido al ¿Dónde está Wally?. Nadie hace aspavientos ni toma protagonismo más allá de la voz. Todos siguen con su rutina −la misma cada 50 minutos− mientras encaran una bossa nova, un aria, una queja o una reflexión filosófica. La sensación de catástrofe se siente en el ambiente, aunque el sol brille, las letras de las arias se vuelven cada vez más oscuras y la melodía de fondo resulta hasta inquietante.

Y, en paralelo, surge el pensamiento en la cabeza de un espectador (o no) que observa la escena desde lo alto. Mientras internet se llena de imágenes de aves y mamíferos marinos envueltos en plásticos y surgen incendios descontrolados incluso en el norte más húmedo, “somos incapaces de comprender por completo la escala de la situación −añade Grainytė−. Por un lado, realizamos acciones respetuosas con el medio ambiente, como ahorrar agua mientras se ducha; y, por otro, tomamos un vuelo para visitar al novio/a que vive en otro país, lo que finalmente resulta en un callejón sin salida de la nebulosa de CO2″.

El espectador sigue la escena desde lo alto y bajo un "sol abrasador"
El espectador sigue la escena desde lo alto y bajo un "sol abrasador"Andrej Vasilenko

Sea & Sun hace un viaje caleidoscópico sobre diferentes actitudes playeras que son extrapolables al resto de los ecosistemas. “Es a la vez divertido y melancólico, lo que provoca pensamientos encontrados”, comenta Grainytė. “La narrativa no se basa en cualidades psicológicas, sino en ritmos cantados” por personajes que disfrutan del consumo desenfrenado y “viven en su burbuja de placer y aburrimiento cotidiano”. En boca de uno de los turistas, “todo es un paraíso”.

Se conforma así a una pieza con “muchos submensajes”, continúa la firmante de un libreto “ligero, brillante, alegre, profundamente triste y doloroso”, según sus propias palabras: “Depende de cada espectador captar ciertos aspectos”. Uno de ellos es el capitalismo, tocado anteriormente por este trío en su primera ópera juntas, Have a Good Day!, como añade Lina Lapelytė, aunque esta vez el tema va “más allá”, dice, hasta centrarse en el consumo de la propia Tierra. Y es que la nueva playa del Lliure no es más que “el lugar donde se expone la fragilidad de los cuerpos y, en concreto, del planeta”, defienden de un obra que busca “la coexistencia de diferentes individuos. Un lugar para reflejar la sociedad y la playa es el sitio en el que todos se vuelven iguales bajo el sol”. Personas en bañadores de tonos pastel y ante un sol capaz de “sanar y ser peligroso al mismo tiempo. Aquí la gente se mezcla: puedes conocer diferentes generaciones, tipos de cuerpo, identidades culturales y de género... Queríamos tener una voz colectiva, un coro con diferentes actitudes y pensamientos unidos por el espacio y el tiempo”.

  • Dónde: Teatro Lliure, Barcelona. Cuándo: hasta el 23 de octubre. Cuánto: de 10 a 29 euros.