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Auditorio Nacional: Jornada bombástica

El coreano Seong-Jin Cho es ya un consumado pianista, y ahora lo hemos visto aún más asentado y firme
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La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Obras de Rachmaninov y Shostakovich. Piano: Seong-Jin Cho. Director: David Afkham. Madrid, 22-X-2022
A sus 28 años, el coreano Seong-Jin Cho es ya un consumado pianista. Ahora lo hemos visto aún más asentado y firme, más dueño de sus medios, que no son pocos, en la interpretación del «Concierto nº 3» de Rachmaninov, esa obra caudalosa, de un lirismo apasionado y extremo, de un discurrir proceloso e irregular, de un trabajo temático dificultoso y anárquico. Cho construyó estupendamente y unificó la a veces desordenada escritura, bien apoyado en el atento y bien labrado acompañamiento de una excelente Nacional al mando, claro y atento, caluroso y afirmativo, de un Afkham muy entregado y sereno, traducido en amplias frases. Nada más comenzar nos solazamos en el exquisito canto, alado y tranquilo del tema principal, expuesto con dedos ágiles y finos por el solista, y con la subsiguiente intervención del «tutti», apoyado en las cálidas cuerdas en la repetición variada del motivo.
Sobre él Rachmaninov edificó, con numerosas modificaciones y un desarrollo sui generis, un monumental movimiento de 20 minutos. Cho tocó con sentido, con un juego de intensidades muy flexible, con seguridad en el ataque, una evidente facilidad «cantabile» y una pulsación variada y precisa, bien que a veces nos pareciera, sobre todo en la turbulenta cadencia, que abusaba un tanto del pedal principal. La Orquesta sonó en ocasiones excesivamente fuerte apagando con ello la presencia del teclado.
Buen diálogo entre cuerdas en el «Intermezzo. Adagio», expuesto con elegancia y suaves dedos, con la presencia de trompas luctuosas en el cierre. En el desordenado «Finale. Alla breve» destacamos las frases efusivas de la Orquesta, el ímpetu del solista. Diálogos intensos, gran caudal, ancho y vigoroso lirismo y un remate exultante y pleno. Enorme éxito y un bis exquisita y naturalmente cantado: «Momento musical nº 3» de Schubert.
Luego nos metimos en la espesura instrumental, en las turbulencias y en el efectismo orquestal de la «Sinfonía nº 12» de Shostakovich, «El año 1917», una obra de radical inspiración política, descriptiva y alusiva a unos hechos muy concretos, como la llegada de Lenin a Petrogrado en 1917. Afkham, como siempre y desde hace tiempo, sin batuta, modeló y moldeó bien los accidentes, las alternancias, los efectismos de la obra. Desde el principio ató bien todas las costuras y nos brindó, junto a una Orquesta en buena forma, una versión sólida, maciza, extrovertida. Se lucieron todas las familias, desde las más graves hasta los más agudos, con especial mención para las trompas y trombones (muy buen solo del primero). Percusión en su sitio, con el timbalero Juanjo Guillén a la cabeza. El cierre fue tan espectacular y bombástico como se esperaba. Muchos aplausos de un Auditorio casi lleno.

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