Crítica de teatro

“Vive Molière”: Comedia francesa en versión muy española ★★★★☆

Un disparatado homenaje al gran autor francés que se desarrolla sobre las tablas como un ingenioso juego verbal, musical y representativo

"Vive Molière" recurre a casi una decena de obras del comediógrafo
"Vive Molière" recurre a casi una decena de obras del comediógrafoDavid Ruiz
Autor: Álvaro Tato (a partir de textos de Molière). Director: Yayo Cáceres. Intérpretes: Kevin de la Rosa, Juan de Vera, Marta Estal, Laura Ferrer y Mario Portillo. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 30 de diciembre.

Sin descuidar su ya dilatada labor en Ron Lalá, el dramaturgo Álvaro Tato y el director Yayo Cáceres, con la inestimable ayuda de la productora y distribuidora Emilia Yagüe, han conseguido en poco tiempo colocar y afianzar su otra compañía, Ay, Teatro, en el panorama escénico de nuestro país. Su cuarto montaje, titulado Vive Molière, es un disparatado homenaje al gran autor francés –en el cuadrigentésimo aniversario de su nacimiento– que se desarrolla sobre las tablas, al más puro estilo de sus creadores, como un ingenioso juego verbal, musical y representativo.

El acercamiento paulatino de la diosa Fama, animada por sus criados Dato, Mito y Chisme, a un Molière aún joven y desconocido es el feliz pretexto argumental que ha encontrado Tato en su dramaturgia para recorrer de manera somera y gamberra la biografía del actor y escritor francés en su camino a la inmortalidad, introduciendo en este accidentado periplo algunas escenas de sus más populares comedias: Tartufo, El avaro, Don Juan, El burgués gentilhombre, La escuela de los maridos, El misántropo... Elaborada con su habitual destreza poética –las redondillas y quintillas dejan paso a la prosa y esta a los heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos con fluidez absoluta–, esa divertida dramaturgia de Tato presenta ya algún que otro hallazgo digno de aplauso, como es el de convertir a la técnica de luces en un personaje más, llamado Madame Lumière, que trabaja en el escenario, a la vista del espectador e integrada en la propia trama, como iluminadora de la diosa Fama.

Desde luego, todo ese juego teatral propio de Ay, Teatro ya había alcanzado cotas de notabilísima agudeza en Malvivir, su anterior trabajo; pero podría decirse que en este nuevo montaje sus creadores, y muy especialmente el director en lo que concierne al lenguaje estrictamente escénico, han rizado el rizo. La verdad es que asombra ver cómo Cáceres maneja todo cuanto encuentra a su alcance para ilustrar con eficacia la acción y hacer que esta discurra con agilidad y claridad manifiestas. Con apenas un tobogán sobre el escenario, por el que los dioses descienden de su plano celestial al humano, y unos grandes marcos que adquieren distintas utilidades según convenga, los actores van incorporando personajes con ocurrentes y rápidos cambios de vestuario para hilvanar las distintas escenas, saltando en el tiempo y el espacio, sin que se habrá una sola fisura en la imaginación del espectador mientras va componiendo y comprendiendo la historia.

Cabe resaltar asimismo la estupenda dirección de actores –con un elenco de jóvenes intérpretes cuyos nombres no son aún conocidos–, que ha permitido dar la oportuna cohesión a un trabajo en que todos han de plegarse a un mismo y coral sentido del ritmo y de la comicidad. A este respecto, hay que hablar especialmente del resultado obtenido con Kevin de la Rosa, un actor de un tremendo potencial al que, sin embargo, nadie había sabido guiar tan bien como aquí, creo, para evitar que sus innumerables recursos acaben convertidos en tics gratuitos ajenos a los personajes y a la acción. Por último, hay que destacar también el papel que desempeña en la función Marta Estal, joven música y soprano que ha sabido amoldar su enorme talento lírico a las exigencias de una comedia como esta con increíble naturalidad.

Lo mejor

Como es habitual en sus creadores, todo el montaje es una pura fiesta teatral.

Lo peor

Quizá haga falta tener un conocimiento previo y un interés especial por Molière para apreciar toda la comicidad.