Blanca Li, un “Cascanueces” “hiphopero” para pasar página
Tras las explicaciones del “terremoto Bezerra”, la directora y coreógrafa estrena en Madrid la versión callejera del clásico de Chaikovski
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Hace un año, Blanca Li estrenaba Pulcinella. Hace un año la directora de los Teatros del Canal y coreógrafa hablaba con LA RAZÓN. Y también hace un año pronunciaba la siguiente frase: «Un día estás arriba y otro abajo». Por eso, advertía, «hay que disfrutar del momento». Si 2021 fue un año de buena cosecha en Villa Li, León de Oro en Venecia y entrada en la Academia de Bellas Artes francesa, entre otros proyectos; este 2022, que ya llega a su fin, ha tenido una segunda parte bastante más amarga para la directora: las acusaciones de «censura» por parte de Paco Bezerra (el «sí» a Muero porque no muero terminó en «no» tras la revisión de la programación 22/23 por parte de la Consejería de Cultura).
Tras seis meses de tiras y aflojas, de denuncias públicas, de justificaciones, de desmentidos, etcétera, el viernes pasado Li aprovechaba una rueda de prensa de balance anual, en Canal, para dar unas explicaciones que, de haber llegado en julio, posiblemente, hubieran impedido que la bola de nieve creciera más y más.
Cansada de este «culebrón» teatral, la coreógrafa prefiere quedarse con «otras muchas cosas», dice, «como las 600 representaciones y los más de 200.000 espectadores que han pasado por Canal este año». Cifras a las que sumará El cascanueces en versión hip hop, que estará en la Sala Roja de Cea Bermúdez hasta el 30 de diciembre y que lleva paseando por Francia desde su estreno en febrero en el Festival Suresnes Cité Danse.
−¿Cómo se une este clásico con el baile callejero?
−Es un espectáculo que me ha gustado desde pequeña. Está en el recuerdo de todos. Lo había visto de mil formas, pero pocas versiones contemporáneas y muy pocas con este estilo, que solo lo vi en Nueva York. Es una obra para reimaginar y revisitar con otro lenguaje al habitual. Siempre es danza clásica, de época y con trajes largos del siglo XIX. Yo he querido actualizarlo con gente de hoy.
−¿El hip hop ha dejado la calle?
−No. Ahí sigue. Su esencia está ahí y en las batallas, en las competiciones. La diferencia es que antes no había escuelas. Tenías que aprender por tu cuenta. Ha evolucionado mucho, aunque la mayoría vienen de la calle.
−¿Qué diferencias hay con los bailarines de academia?
−Los de la calle tienen un estilo propio. Los otros son más comerciales, tienen el estilo de su profesor.
−Conoció el hip hop en los 80, en EE UU, ¿qué ha cambiado?
−Sigue siendo superoriginal y superfresco. Lo que es increíble es que el «break» haya llegado hasta los Juegos Olímpicos. Técnicamente se ha vuelto increíble.
−Y ahí está usted colaborando con el equipo español para París 2024, ¿no?
−De momento no hemos avanzado mucho, pero vamos a preparar, en junio [en Canal], unas batallas entre equipos nacionales de España, Francia, Corea y alguno más.
−Hasta ahora, la etiqueta que tenía es la de «baile». ¿Cómo convencer de que es un deporte?
−No hay que convencer a nadie. Es un deporte. Los que lo practican son atletas. Hay técnica, reglas... Sé de lo que hablo porque yo estuve en el equipo de gimnasia. El «break» ha crecido como competición. Los premios y su repercusión internacional han contribuido a su integración al deporte, pero, claro, sigue siendo un baile y así lo demuestro en El cascanueces.
Es la pieza de Chaikovski (con grabación musical a cargo de la Orcam) con la que Li espera pasar página y entrar en un 2023 menos turbulento. Si el viernes respondía ante los medios todo lo relacionado con el «caso Bezerra», ayer, horas antes del estreno repetía que «no depende de mí que esto pare. Yo ya he dado las explicaciones», comentaba la directora en referencia a unas declaraciones en las que habló de «amenazas» y «mentiras» por parte del dramaturgo.
−¿Y no se arrepiente de no haber hecho lo del viernes hace seis meses?
−Siempre hablé, e incluso envié un comunicado a un medio.
−Pero no hizo lo del viernes...
−Enseguida todo se puso turbio. No fue violento, pero hubo mucha tensión y no se dio pie a hablar. Faltó comunicación por la otra parte.