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«Anastasia»: Merchandising con mucho arte

larazon

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Director: Darko Tresnjak. Libreto: Terrence McNally. Música y letra: Stephen Flaherty Lynn Ahrens. Intérpretes: Jana Gómez, Íñigo Etayo, Carlos Salgado, Javier Navares. TTeatro Coliseum. Madrid, hasta el 3 de febrero de 2019
Puede que, dentro de la maraña de musicales que es hoy la Gran Vía madrileña, este parezca otro prescindible producto de marketing más. Pero la verdad es que «Anastasia» es más que eso. No seré yo quien diga que el espectáculo no sea comercial, porque lo es, ¡y mucho! pero es innegable que está muy bien construido. Si tenemos en cuenta que la superficialidad es por desgracia un defecto común al 80 por ciento de los libretos de musicales que se estrenan en nuestro país, lo primero que llama la atención en este es que, a pesar de la naturaleza infantiloide de la historia original en la que se basa, el dramaturgo Terrence McNally –bien traducido por Zenón Recalde– no se ha dejado tentar más de lo imprescindible por la simpleza o por el almíbar. Ojo, nadie va a encontrar aquí gran literatura ni elevada reflexión intelectual, pero al menos todo está expuesto, dentro de esa sencillez meridiana que exige el argumento, con verdadero sentido de la acción dramática. Esto quiere decir que se agradece no presenciar en el patio de butacas las recurrentes y dilatadísimas derivas hacia el falso melodrama que tienen otros espectáculos de parecido estilo. En cualquier caso, como es obvio, lo mejor del montaje no es ni mucho menos el texto, sino la deslumbrante y ágil dirección de Darko Tresnjak, que maneja con inteligencia la vibrante partitura de Stephen Flaherty –con algunas bonitas canciones de Lynn Ahrens– para hacer correr las escenas con el adecuado ritmo y para dar a cada una de ellas una elegante frescura y un apabullante empaque. En este sentido, amén de la lógica relevancia que tiene la música en toda la función –dirigida a la perfección por Xavier Torras–, cumplen un papel fundamental la escenografía de Alexander Dodge, ingeniosa en todos y cada uno de los ambientes a los que ha de supeditarse; el preciosista trabajo de Aaron Rhyne con las proyecciones de vídeo, y el fastuoso vestuario de Linda Cho. Como consecuencia de todo ello, el espectador no podrá sino aplaudir con asombro y regocijo algunos momentos que no podrían estar mejor escenificados: el fugaz y revelador paso de la niñez a la adolescencia en Anastasia, con el subsiguiente cambio de actriz; el contraste entre la suntuosidad palaciega y la aspereza de la calle en los albores de la Revolución; o el manejo del suspense cuando los protagonistas están a punto de ser descubiertos huyendo en un tren. En las interpretaciones, todas ellas más que correctas en el terreno musical, destacan especialmente Jana Gómez, en el papel protagonista de Anastasia, y Silvia Luchetti, dando vida a Lily, por la desenvoltura que demuestran también en el terreno dramático.

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