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«Bodas de sangre»: Lorca en bruto

Pablo Messiez recupera en el María Guerrero la obra del poeta sin acudir a otra versión que no sea la original del de Fuente Vaqueros: «Sin ninguna referencia más», explica.

Carlota Gaviño (centro) y Francesco Carril (derecha) protagonizan la pieza de Federico García Lorca interpretando a la Novia y a Leonardo, respectivamente
Carlota Gaviño (centro) y Francesco Carril (derecha) protagonizan la pieza de Federico García Lorca interpretando a la Novia y a Leonardo, respectivamentelarazon

Pablo Messiez recupera en el María Guerrero la obra del poeta sin acudir a otra versión que no sea la original del de Fuente Vaqueros: «Sin ninguna referencia más», explica.

Parece Lejos del «Lorca mito» es donde ha querido situarse Pablo Messiez. Dice el autor que todo lo que rodea al de Fuente Vaqueros ha nublado, en parte, su esencia. «Trabajando con él me he dado cuenta de lo mitificado que está y cómo la zona más radical de su discurso ha quedado muy atrás», comenta. Por eso se ha centrado únicamente en el «bruto», en los originales. Con un texto «del que todo el mundo tiene opinión y una versión de cómo hacerlo»
–dice–, el director se recluye en el propio Lorca: «No hay nada más inspirador que leer a Federico». Los «pudores tontos» del principio del proyecto le crearon un abismo que superó «con la obra teórica» del poeta. Solo ahí estaba la puerta de salida de su laberinto. «Me dio la clave. Me hizo ver lo importante que es que los textos clásicos tengan una revisión con el tiempo y que se pongan en relación con el momento. El objetivo es llegar al pueblo, que es lo que se busca con el teatro popular».

Una meta que Messiez tratará de tocar con la recuperación de «Bodas de sangre» en el María Guerrero para abrir la temporada del teatro. Ernesto Caballero –director del Centro Dramático Nacional– le telefoneó para «ofrecerme dirigir un Lorca» y el dramaturgo recogió el encargo con una obra que, manteniéndola íntegra, ha completado con más retales del poeta. De prólogo, «Comedia sin título»: «Dice cosas acerca de la relación entre la ficción y la realidad que me parecía muy oportuno que fueran dichas antes de comenzar», apunta. Pero también «Cielo vivo» –poema de «Poeta en Nueva York»–, que el Padre le dedica a su hija en la escena de la boda; «El pequeño vals vienés», junto a la música de Leonard Cohen, y «otras frases pequeñas escogidas de más textos».

Del marrón al rosa

Pero no dejan de ser pequeños trazos dentro de un cuadro protagonista: «Con los clásicos suele pasar que se va armando una especie de costumbre en sus formas de interpretarlos –habla Messiez–. Con ‘‘Bodas de sangre’’ pasa también. Hay toda una imaginería alrededor de esta función: colores de la tierra marrones o negros, patios andaluces, el personaje trágico de la Madre... Yo traté de olvidarme de todo eso y volver a leer la obra como si fuera de un autor contemporáneo. Cuando se empieza a leer texto lo primero que se encuentra es una habitación amarilla y, en otra escena, una rosa y ya eso es muy sorprendente. Esto es solo por nombrar un detalle plástico, pero que de alguna manera vierte luz sobre cómo la tradición va dejando unas ideas que luego, si uno trata de leer el material con ojos nuevos, encuentra que no son tales».

Reinterpretación de la obra que busca el director y que ha inoculado a su equipo. Así lo confirma Carlota Gaviño, la Novia de la boda: «Hemos desarrollado un trabajo en el que el objetivo era alejarnos de las ideas preconcebidas de Lorca y de la función. Ha sido como redescubrirla». ¿Y qué han encontrado? «Una pieza súper audaz y libre en la que, formalmente, se permitió unos cambios de registro alucinantes y donde conviven atmósferas y sensaciones distintas. Lo que empieza como un drama con mucho de comedia rural de pronto se convierte en una tragedia metafísica hasta meterse en un bosque que recuerda a Shakespeare», apunta la actriz. Ya lo dijo Lorca: «Hay que volver a la tragedia. Nos obliga a ello la tradición de nuestro teatro dramático. Tiempo habrá de hacer comedias, farsas. Mientras tanto, yo quiero dar al teatro tragedia».

Gaviño será la protagonista de la pieza, esa «brizna de hierba» –recoge el texto– que se siente movida por unas circunstancias que ni entiende ni puede controlar. Junto a su pareja, el Novio, concertará un matrimonio en el que el dinero lo mueve todo. Hasta que el día del enlace la Novia vuelve a ver a Leonardo, del que siempre estuvo enamorada. Ella misma se intentará convencer de que de verdad está prendida de su futuro marido, pero «Lorca nos deja con la duda. Parece algo muy contemporáneo por la complejidad de amar a dos personas al mismo tiempo», reflexiona el director. Él, casado y con hijos, pertenece a la familia de los Félix enfrentada a la familia del Novio por una antigua rivalidad en la que se sobrepasaron los límites. La Novia y Leonardo huyen la noche de bodas llevados por su pasión. El Novio sale a buscarlos y cuando los encuentra se enzarza en una pelea con Leonardo en la que ambos mueren. La Novia va a casa de la madre del Novio a pedirle que le quite la vida. La mujer, que había perdido a su marido y otro hijo en el antiguo litigio con los Félix, se encuentra desolada y es incapaz de hacer nada... No se toca el argumento, pero sí dónde hacer énfasis. La virginidad ya no tiene el mismo peso que en 1933, por lo que a Messiez «no me interesa poner el foco ahí». Sí lo hace en una lucha de clases muy presente y en el deseo, «no se puede abordar la obra sin entrar aquí». Es la actualización que el director argentino presenta de «Bodas de sangre», «pero no haciéndoles hablar por el móvil, sino evitando las interferencias de aquello que el tiempo ha hecho caducar».