Busque una amistad como la de Sollertinsky y Shostakovich
La relación entre las dos figuras rusas sirve a Julio Provencio para hablar de la amistad de hoy
Madrid Creada:
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Vaya por delante la advertencia: Iván Sollertinsky casi no aparece en Sollertinsky. Sollertinsky es solo la «inspiración» de Julio Provencio (Becuadro Teatro) para un montaje que, asegura el autor y director, «va de amistad y creación»... y mucha música y danza. «Tardamos unos quince minutos en decir la primera palabra». Sin embargo, esta especie de trabalenguas tiene más miga porque Sollertinsky se puede disfrutar sin saber absolutamente nada de Sollertinsky; también es cierto que sin Sollertinsky, Sollertinsky no existiría.
En concreto, la chispa que dio origen al montaje que llega a la Sala Cuarta Pared está en la «amistad» entre el musicólogo ruso y Dmitri Shostakovich. Como se ha dicho de la pieza, uno no hubiera sido lo que fue sin el otro, y viceversa. Y sin esta relación nunca hubiera existido el Trío nº2 op. 67 que Shostakovich dedicó al erudito del teatro, la música y la cultura de su tiempo. El compositor respondió con una canción de «tintes elegíacos y festivos» a la muerte de su colega, en 1944.
Así presenta Becuadro el despertar de la función: «El violonchelo inicia una melodía lejana de sonidos sobreagudos, que parece brotar de algún lugar perdido, del páramo de una derrota. Poco a poco, esa melodía se va levantando en forma de danza: la de unos cuerpos inanimados que, convocados por la música, se encuentran −se reencuentran, quizá− y celebran su reunión. Cuando llega el silencio, cuando la música deja espacio hueco a la resonancia, alguien abre la boca, dispuesto a hablar».
Con Provencio «enamorado», dice, de las melodías de Shostakovich desde hace años, el volumen epistolar La música bajo el terror (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021) terminó de darle la pista para este «concierto teatral para nueve cuerpos [seis intérpretes, Irene Doher, Macarena de Rueda, Sergio Jaraiz, Cristina Subirats, Paola Cabello Schoenmakers y Fabián Augusto Gómez; y tres músicos, María Cardiel, Fabiola Sebastián y Samuel Martín]». Los diálogos entre ambos que quedaron plasmados en esas cartas sirven ahora «de trampolín para abordar y traer al presente la relación problemática del artista con su tiempo»; y donde Sollertinsky fue un apoyo para que el músico se abriera a nuevos públicos e influencias. «Shostakovich esquivó la censura como pudo y lidió con las penurias de la vida y del músico maldito a la vez que daba de comer a sus hijos». Mantuvo la fe y la energía, en buena parte, gracias a su amigo Sollertinsky; y cuando este encontró obstáculos fue el músico el que le ayudó.
Pero esta es solo la referencia de fondo de un proyecto que pone el foco en «la fuerza dinamizadora de la amistad». Siguiendo la estela de los dos amigos rusos, Sollertinsky plantea hoy la relación entre varias jóvenes, su amistad y apoyo mutuo, sus encuentros y sus distanciamientos: «Pero desde lo macro, como ocurrió entonces con toda la política de Stalin y sus diferentes prohibiciones; a lo micro, lo más pequeño», apunta el director. «Una amistad que, como fue el caso pasado, se juega entre esos acontecimientos históricos y donde también se habla de dolores físicos, recuerdos de infancia, calefacciones que no van o lo que es crear mientras tienes a tus tres hijos dando vueltas a tu alrededor cuando intentas terminar una sinfonía». Se solidariza especialmente en estos últimos apartados Julio Provencio: «Uno también crea en el vacío abstracto...».
Pero los rusos son pasado, la historia de Provencio se cuenta hoy y es aquí donde Luisa y Carlota reciben el encargo de organizar una ceremonia de homenaje a Marta, una antigua compañera fallecida meses atrás. «Lejos del tono elegíaco que la propuesta parece suponer, ambas se lanzan de manera desenfadada y creativa a tratar de solucionar el “marrón”, confrontando inmediatamente en sus distintas maneras de ver la vida y en lo que cada una está dispuesta a poner en la empresa», defiende.
Llega así Sollertinsky a una ceremonia que mezcla textos, bailes y música al tiempo que se genera el debate ante un espectador que se moverá del humor negro a la ternura de esa amistad.
- Dónde: Sala Cuarta Pared, Madrid. Cuándo: hasta el 2 de marzo. Cuánto: desde 14 euros.