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Entrevista

Carmen del Valle: "Volver al pueblo es una utopía porque ya nada se parece a lo de antes"

La actriz protagoniza junto a Jesús Noguero y Nacho Vera el homenaje al campo que firma La Otra Arcadia en el Teatro Fernán Gómez con 'Aromas de soledad'

La actriz Carmen del Valle, en un posado en la Casa de Campo de Madrid Enrico Bárbaro Jr.

Dicta una fatídica «norma» que las mujeres a partir de los 40 o 50 desaparecen de los escenarios. Son pocas las elegidas que se mantienen, principalmente, en comparación con sus compañeros hombres. Sin embargo, las normas están para romperlas y en ello se ha empeñado Carmen del Valle: «Es mi año». En menos de doce meses ha estrenado tres montajes en teatros públicos; dos todo trapo: «Historia de una escalera» (Español) y «Numancia» (que vuelve ahora en el Canal antes de comenzar con la gira americana); y uno de formato pequeño, pero «todo un regalazo», confiesa de «Aromas de soledad» (en el Fernán Gómez), el homenaje a la vida rural que La Otra Arcadia (Ana Contreras y Raúl Losánez) ha trazado a partir de los versos de Gabriel y Galán y que la crítica está respaldando desde su estreno.

–Una pieza que pone un poco de paz en mitad del frenesí.

–Poder hacer algo tan artesano y tan delicado es un lujo. Se nota cuando se hacen las cosas desde el corazón con buen rollo y con amor. Es una «rara avis» en los tiempos que vivimos. Esta gente va a contracorriente y se agradece.

–Desde luego que se salen de lo «mainstream».

–Este autor no es nada fácil. Es muy enrevesado, muy romántico, muy recargado, con mucha descripción y mucho adjetivo.

–Y muy actual...

–Increíble. Genera mucho debate. Ahora, quieres buscar una casa en el campo y ya está arrebatada por el turismo. Se ha vendido todo. Donde había un caserío ahora hay una autopista.

"La España vaciada está abandonada por el progreso"

–¿Está terminando el turismo con la autenticidad?

–Es todo un horror, un disgusto. Ya nada se parece a lo que fue. La aldea de mis abuelos, San Claudio, en Oviedo, se ha convertido en una Moraleja.

–¿Qué recuerda de esa vida en el pueblo?

–Cosas supersensoriales: el olor a cucho de las vacas, el coger la fruta directamente de los árboles y estar en la paja después de la siega. Nos subíamos al carro y los guajes la pisábamos para hacer las alpacas. También las relaciones: padres, abuelos y vecinos en torno a la cocina de carbón. Ahí se hacía el arroz con leche, las castañas... Conversábamos, tocábamos la guitarra... Yo vivía en Oviedo y bajaba allí a ver a mis abuelos y eso era la felicidad absoluta. Estábamos sueltos, salvajes. A los niños y a los mayores los cuidaba el vecindario entero. Todo eso yo lo quiero volver a vivir aunque sé que es una utopía porque ya nada tiene que ver con lo que recuerdas, que es como el punto de vista de esta hija [su personaje] en la función. El padre [Jesús Noguero], por su parte, lo idealiza todo.

–También es fácil hablar de la España vaciada desde la ciudad.

–Completamente. Les han quitado hasta la sanidad y los cajeros. Están abandonados por el progreso.

–Parece que los inmigrantes están llamados a rellenar ese «vacío» que hemos dejado en el campo.

–Exactamente. Mi familia se fue a América y mi primo sigue en Buenos Aires. Hace 80 años éramos nosotros los que nos íbamos para no morir de hambre. ¿De quién es el mundo? ¿Cómo no se va a tener derecho a buscar una vida mejor? Estamos locos. Este es uno de los dramas del auge de la ultraderecha. Lo dicen Milei o Trump y la gente se lo cree.

En 'Aromas de soledad', Del Valle y Noguero dan vida a una mujer madura y a su padreEnrico Bárbaro Jr.

–¿Qué se van a perder las nuevas generaciones sin los pueblos?

–Hay un auge del turismo rural y granjas que llevan allí a los guajes para que sepan que la leche no sale de un tetrabrick. Podemos estudiar y tener muchos ordenadores, pero comemos de los «praos», de la ganadería y de todo eso que cada vez está más contaminado y olvidado. Somos animales y necesitamos el contacto con la naturaleza y el resto de seres humanos o nos volveremos locos. El mundo de hoy no está diseñado para nosotros. La ciudad está deshumanizada. Envidio a Rodrigo Cuevas, que se ha quedado en su casa familiar, en Infiesto (Piloña), y está revitalizando la aldea. Desde allí hace su música folk, invita amigos, sirve copas en el chigre... Además cuenta con la gente del pueblo. Yo no quiero estar de espaldas a eso.

–¿Nos pasará factura este «nuevo» mundo, ese «cerebro cansado» que dice Nacho Vera (narrador) en un momento de la obra?

–Hay cantidad de enfermedades mentales y físicas por el estrés. Meditamos para poder llevar esta locura, pero luego sales a la calle y no puedes caminar de la cantidad de gente que hay. ¿A dónde vamos con las compras del Black Friday? Estamos autoesclavizados. El consumismo no da la felicidad.

–¿La felicidad está en el teatro?

–Desde luego. Pero además este montaje nos toca a todos: la muerte, la infancia, el primer amor, el machismo, los incendios, la relación padre-hija...

–Lleva tres estrenos en menos de un año. Dos de ellos, dos clásicos. Bien, ¿no?

–Y que no pare. Tenemos tanto que aprender de Francia a todos los niveles. De corazón te digo que da igual el gobierno que venga, que somos los hermanos pobres todos, aunque luego nos llamen subvencionados esto es la precariedad más grande.

  • Dónde: Teatro Fernán Gómez, Madrid. Cuándo: hasta el 7 de diciembre. Cuánto: desde 14 euros.