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Zarzuela

Crítica de "Pepita Jiménez": Intentar lo imposible

Pepita Jiménez de Albeniz/Sorozabal. Ángeles Blancas, Antoni Literes, Ana Ibarra, Rodrigo Esteves, Ruben Amoreti, Pablo López, Josep Facó, Iago García Rojas. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Dirección musical: Guillermo García Calvo, Dirección de escena: Giancarlo del Monaco. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Jesús Ruiz. Iluminación: Albert Faurá. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 1-X-2025

«Pepita Jiménez», con montaje a cargo de Giancarlo del Monaco
«Pepita Jiménez», con montaje a cargo de Giancarlo del MonacoTeatro de la Zarzuela

Esta obra -estrenada en Barcelona en 1896, Bruselas en 1905 y París en 1923-, la pudieron ver algunos veteranos en el mismo escenario en 1964 en el primer Festival de la Ópera, con Pilar Lorengar y un derrochador Alfredo Kraus, con un impactante pero inventado “do” al final (lo pueden escuchar en el primer vídeo del NODO de la época al final de esta crítica que aconsejo no se pierdan). También, los ya menos veteranos, en la Zarzuela en 1996 y los Teatros del Canal en 2013, con regia de Calixto Bieito y José Ramón Encinar en el foso.

Resulta increíble que las óperas de Albéniz estén aún prácticamente inéditas en nuestro país y más aún en la Cataluña que le vio nacer. No es cuestión de volver a abrir aquí el debate sobre las capacidades del compositor como orquestador, porque lo cierto es que la música posee retazos de fuerza innegable en ocasiones. Sólo pasan a la historia los compositores que logran impregnar su obra de una personalidad que las hace siempre reconocibles y éste es sin duda el caso del de Camprodón.

Música, escrita con texto inglés del banquero Money-Curtis, con su poso wagneriano pero de raíces eminentemente hispanas, esparciendo nuestro folklore por aquí y allá de forma casi subliminal. Pero no es obra de repertorio, aunque haya una grabación con Teresa Berganzay Julián Molina y otra con Carol Vaness y Plácido Domingo. No lo es y con sus motivos.

El cordobés Juan Valera (1824-1905) -diplomático, narrador y ensayista- escribió su novela más famosa en 1874, ocupando un lugar destacado en la literatura española del siglo XIX, porque los amores de una joven viuda y un cura era tema atractivo en aquella época. No lo es ahora y menos dentro de una ópera sin libreto, porque no hay trama. Realmente sólo se trata de llegar al dúo final. Su intensidad dramática se pierde con recitativos y sucesos breves. Ahora la han reducido a hora y veinte sin descanso, lo que es un acierto y, aún así, buena parte de los asistentes estaban deseando que llegara ese momento, incluso con casi alguna cabezada.

Giancarlo del Monaco quiere reflejar el drama de una mujer joven y guapa, a la que todos miran (¿de ahí el coro como estatuas desplegado en el mecano escénico?) y no puede hacer lo que quiere. Se muere el marido y lleva años sin practicar sexo. Tiene frustración y se lanza por un cura. Con este escaso argumento propone casi un auto sacramental centrado en el citado dúo, concebido como una especie de Tristán e Isolda español, escena en la que Pepita no se envenena, sino que muere de amor. Demasiada pretensión cuando no hay material.

Y sí, la música de Albéniz readaptada por Sorozábal, con mucha más experiencia teatral, recuerda a veces al compositor alemán, como también a Massenet o incluso a Zandonai en algunos momentos sinfónicos, pero con una escritura vocal no ya inclemente sino imposible. La escenografía no cambia prácticamente. Es ese mecano de escaleras, plataformas y rampas de otras veces e innecesariamente giratorio. Vestuario e iluminación a tono con lo pretendido en la regia.

Y como la partitura vocal es la que es, Ángeles Blancas, siempre con personalidad pero nerviosa, empezó gritando las notas altas para ir mejorando o, quizá, acostumbrando a nuestros oídos. Atractiva la voz del tenor Antonio Literes, brillante en el aria final de acto que añadió Sorozabal, teniendo que recurrir al falsete en piano para una de las frases inviables. Bien también el resto del reparto con mención especial a Ana Ibarra, Rodrigo Esteves y Ruben Amoreti. Guillermo García Calvo mostró autoridad, resaltando esos buenos momentos sinfónicos pero sin poder hacer vibrar.

Muchos aplausos al final y dos o tres voces discordantes pero ruidosas. Curiosidad por leer las críticas de mis compañeros, seguro que más ácidas que la mía, pero no creo que se pueda hacer mucho más con una ópera sin trama. El final es lo importante. Bieito, en 2013, optó por uno luminoso en el que la vida y el erotismo finalmente vencen. Del Monaco, por una muerte de amor. Dejemos reposar a Pepita por un tiempo, aunque la producción viajará a Oviedo. Yo, ahora, tengo curiosidad por ver el film de 1975 de Rafael Moreno Alba con Sarah Miles y Stanley Baker y Pedro Díez del Corral de protagonistas.