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Teatro
Crítica de 'Los yugoslavos': El combate del silencio y la palabra ★★★☆☆
Juan Mayorga ha reunido en La Abadía a tres de los mejores actores de comedia de este país en una propuesta en la que, curiosamente, hay poca comicidad; y junto a ellos, no desmerece en absoluto la joven Alba Planas

Autoría y dirección: Juan Mayorga. Interpretación: Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, Natalia Hernández y Alba Planas. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 6 de julio.
El inicio de 'Los yugoslavos' no puede ser más inquietante y prometedor: tras comprobar cómo ha levantado el ánimo de su amigo simplemente hablándole mientras tomaban una copa en un bar, el camarero del establecimiento (Javier Gutiérrez) le pide a su admirado cliente (Luis Bermejo), al que apenas conoce, que use ese don de las palabras con su esposa (Natalia Hernández), la cual se encuentra sumida en el mutismo y el abatimiento.
Bajo la atmósfera de falso thriller que envuelve en los últimos tiempos buena parte de las propuestas de Juan Mayorga, uno sigue desde su butaca el recorrido que propone el autor, creyendo que la interacción de los personajes en busca de esas palabras le permitirá descubrir algo nuevo de ellos, y les permitirá a ellos mismos evolucionar de algún modo, en alguna dirección; pero esa interacción -muy prometedora en la primera escena de Bermejo y Gutiérrez- se atasca enseguida y se convierte a la postre en un dilatado rodeo hasta que sobreviene -como podía haber sobrevenido al principio del todo- un final que no es clara consecuencia dramática de lo anterior. Un final hermoso y demoledor, eso sí, para una obra en la que parecían abrirse muchas puertas sin dejar que la luz se filtrase para poder ver algo tras ellas.
Dice el programa de mano que esta es una obra sobre el amor, la tristeza, la búsqueda de un lugar y la esperanza en las palabras. Y, desde luego, son cuatro ideas o asuntos palmarios en la función. Cuatro conceptos aparentemente inconexos en el desarrollo de la trama que, no obstante, convergerán al final en el bonito y contundente monólogo al que antes aludía, pronunciado por el personaje de Natalia Hernández. Un personaje que es, en puridad, el protagonista de la obra y que se nos ha presentado artificiosamente camuflado como secundario. Por eso, una vez que ocupa su lugar en la trama, ya en el desenlace, todo lo anterior se torna de pronto casi gratuito, aunque uno haya disfrutado con el trabajo de tres de los mejores actores de comedia de este país en una propuesta en la que, curiosamente, hay poca o ninguna comicidad. Junto a ellos, no desmerece en absoluto la joven Alba Planas, a la que habrá que seguir la pista en el futuro.
- Lo mejor: El difícil trabajo que tiene que hacer Natalia Hernández para entrar sin recorrido ninguno, en apenas un segundo, en situaciones de gran dramatismo.
- Lo peor: Hay metáforas algo forzadas y referencias a las propias obras de Mayorga que no hacen sino despistar más de lo debido al espectador.
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