El mercader ahora viste de Caprile
Las Naves del Español recuperan el clásico shakespeariano con la dirección de Eduardo Vasco y un superlativo Arturo Querejeta
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Las Naves del Español recuperan el clásico shakespeariano con la dirección de Eduardo Vasco y un superlativo Arturo Querejeta
¿Por qué pasa todo esto? Porque soy judío. ¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos? ¿Acaso si nos pincháis no sangramos?...». Apenas duró un minuto la pieza e iba vestido de calle. Pero fue suficiente para que –durante la presentación de la temporada del Español, en la que se fueron dando pequeñas muestras de cada montaje– Arturo Querejeta demostrase que llegan a Madrid con la lección bien aprendida. Ésa que llevan repitiendo desde que en febrero comenzasen en Valladolid. Aquella interpretación de andar por casa de Shylock fue la pincelada que el actor dejó hace algo más de un mes como aperitivo e hizo –casi lo convirtió en una obligación– que todo presente que no hubiera visto a este mercader pusiera el ver la obra en la «lista de cosas por hacer».
Como explica el propio autor, su Shylock trata de huir de tópicos, «de personajes de cartón piedra. No hemos querido hacer al típico judío ratita que cuenta su dinero por la noche. Creo que hay algo más, darle la altura de un ser humano con sus luces y sus sombras. Por un lado está la negrura, la oscuridad, de ese ser que llega a tomar decisiones crueles y vengativas por exigir que se cumpla el contrato, pero por otro está la persona humana juzgada y humillada por ser de una determinada confesionalidad que vive en un gueto».
- La historia de siempre
La trama es de sobra conocida: un chico que pide un préstamo, su amigo le avala, no lo pueden devolver y le terminan desahuciando de la manera más cruenta porque el contrato que ha firmado es abusivo. Suena actual –y lo es–, pero la historia ya estaba firmada a finales del XVI por el bardo inglés apellidado Shakespeare. «No hay que hacer muchos paralelismos con la realidad para darse cuenta de que el drama es el mismo que se podría contar hoy», comenta Eduardo Vasco –director del montaje–, el mismo que el año pasado contemporaneizaba un «Otelo» en el que ya se exponía la violencia de género. Ahora lo hace con un mercader versionado por Yolanda Pallín y vestido por Lorenzo Caprile en el que se sientan las bases de la «actual ingeniería financiera», suma Arturo Querejeta. Que también explica la gran pregunta que subyace en el texto: ¿hasta qué punto debemos aceptar un contrato suscrito libremente con cláusulas tan abusivas que pueden romper los derechos más elementales de una persona?
Préstamo que pone en juego una libra de carne, «lo más cercana al corazón posible». «Más o menos 400 gramos», bromea Querejeta; mientras, Vasco asegura que bien podría equivaler a un techo en el que cobijarse. Eso sí, sólo se pide la carne como tal, nada de sangre ni vísceras. Con lo que la empresa se promete compleja y lo suficientemente peligrosa para la existencia del deudor. De ahí el reguero de preguntas: ¿hasta dónde nos podemos sujetar al imperio de la Ley? Las cosas pueden ser lícitas, pero ¿son justas?...
En estas lides se va moviendo «El mercader de Venecia» de Pallín y Vasco, una pieza que pese a su dureza no deja de ser «una comedia romántica, un canto al amor, la belleza, la lealtad... En el que las parejas de amantes van soslayando sus viajes y peripecias hasta consumar su amor, con la figura de Poncia a la cabeza, o ese enamorado que tiene que acertar el secreto de los tres cofres para acceder hasta su amada. Aunque también posee esa otra vertiente más dramática que se intercala por medio del juicio en el que ésta se traviste de hombre, de abogado», aclara Querejeta. Así se presenta la adaptación de Shakespeare que Vasco afirma haberla hecho de «una manera mucho más contemporánea. Hemos tratado de leerlo desde nuestra óptica y eliminar retóricas innecesarias que se refieren a hábitos de la época que ahora no serían una buena opción para contactar con el público. No hay que tener miedo a versionar». Sin temerlo, pero con respeto. «Tratamos de servir a la obra –comenta el director–, no hacer genialidades a su alrededor. Hay estilos que dan al texto un papel secundario, pero en Noviembre Teatro pensamos que es lo principal».
Dentro de ese respeto sí se han permitido la licencia de mover al mercader de época, hasta hacerle aterrizar en el Romanticismo del XIX. «Todo esto de lograr el amor de manera desesperada y de los grandes amigos fraternales que se apoyan hasta dar la vida había que ponerlo en un contexto que primase la exaltación de sentimientos», justifica Vasco. Así marca una de las diferencias que la separan de las mil y una versiones que se han hecho de «El mercader de Venecia», aunque sus protagonistas hacen aún más distinciones: «Se entrelazan comedia y drama, con dos historias paralelas que terminan juntándose, algo que muchas funciones suelen obviar. El público se ríe abiertamente y además invita a reflexionar sobre la condición humana y hasta dónde nos lleva este imperio del dinero. Al igual que la trama no se corta con el juicio, Eduardo y Yolanda han acertado llevándola hasta el final con los enamorados. Es un canto a que la vida sigue y hay una sorpresa que la gente tiene que ver». Hagan caso a Arturo Querejeta, y vayan. No lo duden.
Un inglés que vale por cuatro
«Hamlet», «Noche de reyes», «Otelo» y, ahora, «El mercader de Venecia». Cuatro títulos que dejan claro que la carrera de Eduardo Vasco está muy ligada a Shakespeare. «Llevo ya cuatro y dicen que no hay quinto malo, así que vamos a ir pensando el siguiente. Para nosotros es un privilegio hacer este tipo de teatro, en el que el texto tiene gran peso, donde manda la palabra. Nos hemos ido enganchando a Shakespeare», comenta el director. «Nos gusta mucho el autor, nosotros también, pero mucho más Shakespeare. No creernos mejor que él es una buena cualidad», concluye.
- Dónde: Naves del Español , Madrid.
- Cuándo: del 12 de noviembre al 13 de diciembre.
- Cuánto: 22 euros