Estreno

"Electra", de tragedia a catarsis de humor

En su salto definitivo a la dirección, Fernanda Orazi se acerca a la tragedia griega sin renunciar a la comicidad que ha marcado su trayectoria como actriz

El elenco de esta «Electra» Orazi se compone de Javier Ballesteros, Leticia Etala, Juan Paños y Carmen Angulo (de izda. a dcha.)
El elenco de esta «Electra» Orazi se compone de Javier Ballesteros, Leticia Etala, Juan Paños y Carmen Angulo (de izda. a dcha.)Luz Soria

Aunque lleva tiempo dirigiendo talleres y entrenamientos para actores, y en alguna ocasión incluso se ha colocado al frente de algunas propuestas que han nacido a partir del trabajo estrictamente interpretativo, esta es la primera vez que Fernanda Orazi dirige un proyecto que beba directamente de un texto literario y dramático previamente escrito. Y no parece muy amilanada en este debut, si tenemos en cuenta el título que ha escogido: nada menos que un clásico fundacional del teatro occidental como es la Electra de Sófocles. Precisamente, la idea de montar el espectáculo nace casi como un reto, para ella y también para sus actores, con los cuales ya había colaborado anteriormente: «Yo tenía muchas ganas de volver a dirigir –explica–, y quería hacerlo a partir de un texto, prioritariamente a partir de un clásico, porque no lo había hecho antes y suponía para mí un desafío. Pero para todos nosotros lo importante era afrontar ese texto desde la propia creación actoral, es decir, desde el juego teatral puro». Un juego nada fácil porque solo participan en él cuatro actores: Leticia Etala (Electra), Juan Paños (Orestes y coro), Carmen Angulo (Clitemnestra, Crisótemis y coro) y Javier Ballesteros (pedagogo y coro).

En un principio iba a ser Chéjov el autor elegido para desarrollar la propuesta, pero finalmente se impuso la tragedia griega, que Orazi ya venía estudiando desde tiempo atrás, y, dentro de ese género, Electra, «por la propia dinámica de la obra, por cómo gira todo en torno al personaje de Electra, con el coro diciéndole continuamente que no se queje tanto, y por algunos otros elementos que me parecían incluso caprichosos dentro del propio texto, y que me permitían ver algo muy lúdico en la obra». Desde luego, dada su trayectoria tan vinculada a la comedia, cabía a priori suponer que Orazi intentaría llevarse a su terreno algunas de las incongruencias o inverosimilitudes argumentales que presentan las tragedias clásicas si las miramos bajo un prisma lógico y contemporáneo. Y, en efecto, eso es lo que ha hecho la directora. «Hay que reconocer –dice entre risas– que a nosotros el humor, incluso en las escenas más terribles, nos atravesó en los ensayos desde el primer minuto; ojalá ese humor se traslade también al patio de butacas. Es que para mí el humor está estrechamente ligado a la tragedia; a veces la frontera es imperceptible: la misma cosa cae en ocasiones hacia el lado trágico y en otras hacia el lado cómico. Esa oposición sistemática del coro a los lamentos de Electra, por ejemplo, es divertida desde el punto de vista teatral. Por otro lado, hay cosas que no se entienden en el texto, como el hecho de que Orestes le haga creer a Electra que está muerto. Son cuestiones que disparan la posibilidad de crear escenas teatrales, que es lo que nos interesa a nosotros, en las que el humor puede tener su sitio perfectamente. En realidad, ninguna tragedia nos va a sorprender o enganchar por su desarrollo argumental, porque ya sabemos en todo momento lo que va a pasar; lo que nos puede cautivar es cómo se despliega en escenas ese argumento, es decir, cuál es el tratamiento escénico de esa pieza, y en eso nos hemos centrado nosotros».

De manera que el intento de Orazi de reformular escénicamente la Electra de Sófocles no tiene tanto que ver, según ella misma explica, con revitalizar el fondo conceptual de la historia, sino con la búsqueda de una nueva forma de presentarlo. En ese sentido, es una propuesta abiertamente esteticista, algo poco frecuente en el teatro que impera hoy en la cartelera, casi siempre subsumido, más que en el debate, en la defensa de alguna causa social de actualidad. «Aquí el gran tema es el teatro en sí mismo, aunque no hablemos explícitamente de él. Mi interés primordial no era montar una obra para hablar de la justicia y de la venganza, o de como la justicia termina desplazando a la venganza. No me interesa una propuesta de ese tipo, ni sabría tampoco cómo abordarla. La justificación de nuestra Electra está en el simple goce estético del juego teatral; en intentar que los actores creen algo en ese espacio escénico con ese texto. El objetivo es tener una obra de teatro, más que tener algo que decir. Otra cosa es que lo haya logrado o no».

Y en todo ese juego «estético» cobran especial relevancia el diseño del espacio sonoro, realizado por Javier Ntaca, y la iluminación de David Picazo, mientras que otros elementos como la escenografía o el vestuario quedan prácticamente neutralizados. «Puesto que el reto es trabajarlo todo desde la actuación, me preocupaban por encima de todo la luz y el sonido del espacio que han de habitar esos actores».

  • Dónde: Teatro de la Abadía (Sala José Luis Alonso), Madrid. Cuándo: hasta el 22 de enero. Cuánto: desde 8 euros.

Cosecha de Electras

Curiosamente, la veterana compañía andaluza Atalaya recala también estos días (18 y 19 de enero) en los Teatros del Canal con su propia aproximación al mito, aunque en este caso tomado del texto de Eurípides, cuyo nacimiento acaeció hace 25 siglos. La troupe dirigida por Ricardo Iniesta celebra ese aniversario del autor griego junto a sus 25 años adaptando textos clásicos en sus ya cerca de cuatro décadas de andadura. El resultado es una propuesta titulada precisamente Elektra.25 que al contrario que la de Orazi, trata, sobre todo, de ahondar en el tema de la venganza.