Teatro

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«La dama duende»: El Calderón más jovial y festivo

«La dama duende»: El Calderón más jovial y festivo
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Autor: Calderón de la Barca. Directora: Helena Pimenta. Intérpretes: Rafa Castejón, Álvaro de Juan, Marta Poveda, David Boceta, Paco Rojas... Teatro de la Comedia. Madrid. Del 5 de octubre al 10 de diciembre.

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Inmejorable comienzo de curso el de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con este montaje que ya en el Festival de Almagro se sirvió como aperitivo veraniego de lo que sería la presente temporada. Con toda probabilidad, se repetirá en Madrid el rotundo aplauso para esta deliciosa comedia de Calderón cuyo enredo dramático funciona con la precisión de la maquinaria más perfecta y cuyo desarrollo, además, permite el lucimiento poético del autor madrileño en un plano lírico por el cual quizá no transitan tanto otras obras suyas. Ambas virtudes han sido explotadas con inteligencia por Álvaro Tato en una versión que, por un lado, intensifica el humor de algunas escenas, con giros más actuales que no alteran la métrica («Es lo mismo» en lugar de «Todo es uno», por ejemplo, dice Cosme en uno de los momentos más divertidos), y que, por otro lado, se pliega oportunamente a la belleza del lenguaje original en esas otras situaciones más poéticas en las que el juego conceptual no requiere más que afinar el oído para que el verso entre en el espectador como una punzada (es el caso de la soberbia silva de pareados «Por haberte querido, / fingida sombra de mi casa he sido...»). Helena Pimenta adecúa muy bien el ritmo de la función a esa dicotomía dramático-lírica sin dejar que la acción se ralentice más de la cuenta y centrándola muy bien en las idas y venidas de doña Ángela, verdadero motor de toda la trama. Con una exquisita y simpática ambientación decimonónica –precioso el vestuario de Gabriela Salaverri–, la función, esto ya se advierte desde la primera y maravillosa escena introductoria con la música de Boccherini, busca con éxito un tono que aúna la espontaneidad y la ternura; la ligereza juvenil y la emoción algo más reposada. Como no podría ser de otra manera, la alacena por la que entran y salen los personajes, y de la cual se sirve Calderón para multiplicar los equívocos, ocupa un lugar predominante y central en una escenografía en la que Esmeralda Díaz, para dar fluidez a los continuos cambios espaciales, ha sabido dibujar con poquitos pero muy significativos elementos –fundamentalmente la cama y el diván– las dos diferentes estancias de la casa donde transcurre buena parte de la obra. Algo más confuso, sin embargo, resulta para el espectador definir el marco de la acción cuando esta se traslada al jardín o, en general, al exterior de la casa. En cuanto a las interpretaciones, destacan por su protagonismo Marta Poveda, que vuelve a dotar a su personaje –doña Ángela, en este caso– de un graciosísimo nervio que refleja a la perfección la congoja de sus pasiones; Rafa Castejón, que da un hermoso toque de originalidad a su don Manuel con ese aire melancólico que el actor sabe muy bien exhalar; y David Boceta, que, en su regreso a la CNTC, incorpora a don Luis con su habitual talento para la comedia clásica.