Crítica

«Las locuras por el veraneo»: Las preocupaciones burguesas

Autor: Carlo Goldoni. Dirección: Eduardo Vasco. Intérpretes: Rafael Ortiz, Elena Rayos, José Ramón Iglesias, Mar Calvo, Alberto Gómez Taboada, Jesús Calvo, Celia Pérez, Manuel Pico y Anna Nácher. Naves del Español en Matadero. Hasta el 28 de enero de 2024.

Mar Calvo, actuando en «Las locuras por el veraneo»
Mar Calvo, actuando en «Las locuras por el veraneo»Vanessa Rábade

El director Eduardo Vasco deja momentáneamente el Siglo de Oro y salta en el tiempo y el espacio hasta el siglo XVIII italiano para detenerse en uno de los autores más importantes de esa época, Carlo Goldoni, y en una de sus piezas más conocidas en nuestro país, "Las locuras por el veraneo", que otras veces se ha traducido como "Los afanes del veraneo", "La locura del veraneo", etc.

La obra es una comedia ligera de amor y celos cuya acción se desarrolla al tiempo que los personajes se preparan para disfrutar de unas vacaciones fuera de Livorno durante el periodo estival. En uno de sus montajes más bonitos en los últimos tiempos desde el punto de vista estético, Vasco ha sabido recrear con pericia esa atmósfera de relajación veraniega, y de ilusionante felicidad previa a un viaje, que emana permanentemente de la obra original. Quizá sean esa ambientación de la trama –llevada oportunamente a los años 20- y el sugerente estado de ánimo que comporta en los personajes -y que se manifiesta también aquí en unas divertidas canciones- los mayores logros de Goldoni, o los más claros, en este texto elegante que, no obstante, se queda hoy un poco insulso en el dibujo de los caracteres y sus conflictos. Es verdad que esta función -igual que otras del autor- podría ofrecer hoy renovados significados si se acentuara más su vertiente satírica bajo una óptica casi metateatral, ya que constituye es en sí misma un exponente de aquello que está ridiculizando. Quiero decir con esto que "Las locuras por el veraneo" es una frívola comedia burguesa que, precisamente, está ridiculizando la frivolidad de la burguesía. Pero, para que esto se percibiera de una manera más directa y reveladora en el patio de butacas, hubiera sido necesario otro tipo de juego interpretativo, que volviera más cáusticos y menos cándidos a los personajes, y que los llevara hasta el límite de su propia vergüenza.

No obstante, olvidándonos de este ‘experimento escénico’ que propongo, y cuyos resultados tampoco estoy en condiciones de predecir con seguridad, lo que sí es verdad es que aquí la obra se plantea y se desarrolla con toda la corrección que el texto permite en su nivel de lectura más extendido y compartido. Además, el director se ha permitido lanzar un par de dardos a las soflamas biempensantes del teatro contemporáneos que son francamente memorables.

  • Lo mejor: La oportuna ambientación de la trama y el desenfadado espíritu de las canciones.
  • Lo peor: Faltan malicia y desmesura en la composición de los personajes para hacer que la crítica que encierra la obra se perciba mejor.