Teatro de la Zarzuela

Lucrecia no es una heroína de Hollywood, sino la víctima

El Teatro de la Zarzuela recupera a José de Nebra y devuelve el carácter trágico al mito de la fundación de la república romana con una pieza que no se representaba en un escenario desde hace casi tres siglos

De izquierda a derecha, Manuela Velasco, Judit Subirana, Borja Luna y María Hinojosa, sobre el escenario de la Zarzuela
De izquierda a derecha, Marina Monzó, Judit Subirana, Borja Luna y María Hinojosa, sobre el escenario de la ZarzuelaElena del Real

Agoniza el mandato de Daniel Bianco en el Teatro de la Zarzuela para disgusto del personal, pero el director no cesa en su “obsesión” para eso diseñó él la temporada de “recuperar el patrimonio lírico español”, repite. Su último empeño es recuperar el barroquismo de José de Nebra, volver a montar una pieza, Donde hay violencia, no hay culpa (con libreto de Nicolás González Martínez), que hace 270 años que no sube a un escenario; sí se ha escuchado en este tiempo. Aunque no lo hará con el nombre de su estreno de 1744 (en al ámbito privado del duque de Medinaceli), sino con el de La violación de Lucrecia, en un guiño intencionado al poema de William Shakespeare.

Se recupera el mito de la fundación de la república de Roma para proponer una reflexión sobre la “instrumentalización que se ha hecho históricamente, desde Tito Livio, de una mujer a la que se ha llamado heroína cuando en realidad es la víctima”, apunta Bianco de un montaje que apenas contará con cinco funciones entre el 25 de marzo y el 1 de abril.

La Zarzuela acude así a “tres pilares” sobre los que levantar la relectura, apunta el director: dos jóvenes “con mucho futuro por delante”, Rafael R. Villalobos (director de escena, 28 años) y Alberto Miguélez (responsable de la música, 34); y una mujer ya consagrada en las letras, Rosa Montero, cuya primera y, hasta el momento, última incursión en el campo de la escena era la conversión de Temblor en libreto dramático. Se enfrenta la escritora al proyecto a partir de una pregunta: “¿Qué habría pensado 2.500 años después la propia Lucrecia de su violación y posterior suicidio, por el honor de su marido, y de cómo se ha utilizado para colocarla según el momento histórico como una mujer virtuosa, culpable o pecadora?”, apunta quien ha tratado de hacer que el montaje “se entienda con una panorámica feminista que abarca la perspectiva de clase y también la sororidad”.

“La obra habla de los años anteriores a Cristo y hoy las violaciones continúan, por lo que nos obliga a verla y oírla para reflexionar sobre la libertad, la culpa, la degradación, el poder, la destrucción, el honor y la vergüenza. Es una violación con consecuencias trágicas, y eso sigue ocurriendo”, amplía Bianco parafraseando el final de la pieza: “Esta vez no pudo ser, esperamos que mañana pueda ser”.

Villalobos, por su parte, señala al título original de la obra, “me fascina”, y se refiere a la “culpa” entendida desde el ecosistema del siglo XVIII “como ‘responsabilidad’ y ‘pecado’”. “Pero no hace falta decir que ni es culpable de ser violada ni de suicidarse. Es víctima de ese primer feminicidio y se reflejan muy bien las estructuras de presión sobre las mujeres”, defiende el director de escena.

Lucrecia toma así dos caras, la del pasado y la del presente, María Hinojosa Montenegro y una Manuela Velasco que regresa a la Zarzuela diez años después. Para la soprano, su personaje no es esa “heroína de Hollywood” que se ha vendido, sino “una mujer desarmada. Como muchas otras que no tienen herramientas para entender qué le pasa, en una sociedad en la que todos somos culpables porque aceptamos unas estructuras, unas narrativas y una publicidad”; mientras que Velasco se muestra encantada de dar voz a la protagonista desde la actualidad: “Mi vida es mucho mejor después de entrar en contacto con esto que te toca todas las fibras”.

Ellas son las dos caras principales de un reparto con una doble realidad completado por el actor Borja Luna (Sexto, responsable de la violación y “hombre que encarna todo lo peor”, sostiene Velasco) y otras tres cantantes: Carol García (Colatino), Marina Monzó (Tulia) y Judit Subirana (Laureta), que se sumó a última hora al proyecto por la baja de Ana Guzmán.

Además de esa “actualización” de la historia “made in Montero”, la pieza, que mantiene las partes cantadas originales, añadirá otras nuevas que completan tonalmente la obra para “devolverle el carácter trágico del mito”, dice Miguélez Rouco. Como responsable de la parte musical, el también líder de la Ensemble Los Elementos tiene a su cargo a 25 intérpretes que harán sonar réplicas de los instrumentos con los que Nebra se imaginó su partitura, como claves, guitarras barrocas, violines de cuerda de tripa, trompas y hasta unas pequeñas castañuelas de tres centímetros del siglo XVIII que dieron al maestro unas monjas coruñesas y que él mismo hará sonar.