Escenarios

Marie de Jongh: un teatro sin rostro, pero en carne viva

La compañía vasca vuelve a Madrid con una pieza "cruda" sobre los cuidados a otras personas: "Hay que asumir lo 'terrible'", presentan de un espectáculo sin palabras

La "máscara-cero" es un elemento fundamental en el lenguaje de "Ama"
La "máscara-cero" es un elemento fundamental en el lenguaje de "Ama"Pio Ortiz de Pinedo

Ama. La terrible belleza es una obra que te mira a la cara sin filtros. "Hay que asumir lo 'terrible', la cruda realidad a la que te tienes que enfrentar si aspiras a no volverte loco", avisan desde la compañía Marie de Jongh de esta "historia de super-anti-héroes de lo cotidiano". Los vascos presentan su pieza como "una obra de emociones fuertes" que contrasta con su habitual tono infantil/familiar (Premio Nacional en 2018). "Siempre nos han interesado los temas que descubren o dejan expuestos a carne viva los sentimientos humanos".

Esta vez apostaron (en 2022) por un lenguaje para un público algo más mayor, y difícil, como es el de los adolescentes (también adultos) "y el resultado no ha podido ser mejor", respira Jokin Oregi, director y autor de la función. Tras un paso fugaz hace un año por el Teatralia de la Comunidad de Madrid, en esta ocasión regresan para una estancia algo más larga (20, 21 y 22 de febrero en la Sala Negra de los Teatros del Canal) para mostrar esa investigación que los llevó a cambiar de tercio. Ama supone "un cambio sustancial en forma y fondo con respecto a anteriores trabajos". Marie de Jongh mantiene un rasgo muy suyo, las no palabras, sin embargo, suman la "máscara-cero" que "va más allá de la neutra", cuenta Oregi, "ya que carece de cualquier rasgo que la humanice. Se asemeja mucho a un maniquí y nos permite deambular entre el sujeto y el objeto". Recogen esa tradición de Familie Flöz y de sus "amigos" Kulunka y apuestan por unas máscaras que "nos llevaron por otros universos, otra forma de contar, otro código...". "Aunque nuestro trabajo es más físico, plástico, pictórico".

Aun así, Marie de Jong contó con un buen aliado a la hora de dibujar esta Ama, Pablo Messiez: "Nos ayudó a sacudirnos todos los dejes infantiles y a crecer". A partir de ahí levantaron una historia que "habla de la fortaleza de unas personas frágiles asustadas". Un homenaje "a la belleza épica del cuidado mutuo"; "del cuidado de nuestros ancianos padres, esos que van muriendo poco a poco, llevándose con ellos parte de nuestra propia vida".

La compañía huye de "edulcorar o maquillar la crudeza de la realidad, si bien nos parece interesante contrastarla con el surrealismo y la belleza". Con ello, la obra se centra en Mario, quien vive en un loft y ha heredado de su padre el oficio de pintor. Pero sus padres ahora son ancianos y dependientes y deberá estar encima de ellos, igual que de su hija. El problema es que el protagonista nunca ha cuidado de nadie y la "tozuda" realidad le ha puesto ante un nuevo escenario. "Tiene que aprender a hacer un viaje y asumir su nueva situación", explica Oregi. Un viaje que le obligará a convertirse en su madre, en su "Ama".