Mate a su hijo, palabra del Señor
Natalia Menéndez dirige un texto de Gabriel Calderón, "Uz: el pueblo", donde, sin perder la sonrisa, se apunta al peligro de los fanatismos y a las consecuencias de atender a una sola verdad
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Hubo en Tierra de Uz una mujer llamada Grace «perfecta y recta, temerosa de Dios y apartada del mal». No había domingo que se saltase la misa, y, con ella, iba su familia (marido y dos hijos); allí confesaban sus pecados y glorificaban al Señor como el resto de los habitantes del tranquilo pueblo de Uz, que iban a la iglesia y se regían por las leyes de Dios. Todos eran felices sin plantearse nada que les complicase las vidas. Es el inicio de la pieza de la que Natalia Menéndez se encaprichó en Montevideo, Uruguay. «Me impactó. Nunca había leído una comedia tan genial, sugerente, provocadora, con un humor de todos los colores... Un homenaje al teatro», dice la directora del Español.
Corrió a ver a Gabriel Calderón, autor de este Uz: el pueblo: «Me he enamorado de tu obra y no la puedo soltar», le confesó. Sin embargo, el flechazo inicial se tornó en preguntas: Uz le recordaba al Mago de Oz, pero no encontraba grandes semejanzas más allá de Dorotea, «que podía cuadrar con uno de los personajes de la función que plantea la invisibilidad respecto al diferente». No lograba más uniones, por lo que «San Google», apunta, la sacó de dudas. Aquel Uz hacía referencia a un lugar bíblico, donde vivió Job, un varón «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal», como se afirma en el Libro de Job. «Esa comunión entre el bien y el mal fue lo que llevó a Gabriel a escribir el texto», confiesa Menéndez de una pieza que se estrena hoy en las Naves del Español en Matadero.
«Escribí Uz cuando tenía 23 años. Me guiaban algunas premisas. La primera era saber: si a Dios le había llevado siete días crear el mundo –explica el autor–, ¿cuánto le podía llevar a una fiel seguidora suya destruirlo? La segunda idea reunía experiencias de lecturas desordenadas de la Biblia en mi juventud, y aunque yo no fuera ni cristiano ni católico ni creyente, había quedado muy impactado por relatos de ese libro de libros. El de Job, así como el sacrificio de Abraham en el Génesis, me sobrecogieron notablemente. Resonaban en aquellos momentos unas ideas de los nuevos ateos, entre los que se encontraban Hitchens, Dawkins y Onfray, dando argumentos una y otra vez sobre la responsabilidad de las religiones para permitir que una persona buena terminara, en nombre de Dios, cometiendo actos atroces».
La Biblia es el punto de partida de un montaje que pretende la universalidad de una trama que puede «suceder en cualquier lugar y siglo», continúa la directora sobre un texto que bautiza a sus personajes con nombres de todo el mundo para darle ese toque internacional, «y en mi adaptación he querido que fuera aún más amplio», añade Menéndez: «Trata el tema de qué pasa cuando el miedo avanza y perdemos el sentido común y qué sucede con el amor cuando se convierte en posesión. Y dentro de todo eso, lo divertido es cómo le damos la vuelta con el humor».
Ese era el otro motivo de Calderón para justificar su obra, la idea «de utilizar todo este cóctel de ideas peligrosas para escribir una comedia. Una comedia fuerte, intensa, que no se detuviera a mirar a quien dañara en el camino y, sobre todo, que hiciera reír mucho, mucho, mucho. A veces, creo, de eso se trata escribir para teatro: en juntar ideas que no parecen ir juntas y lograr que en el escenario provoquen una reacción nueva, sorpresiva, contraria a la expectativa, para que nos revele en nuestra frustración los prejuicios de los que estamos armados», afirma el uruguayo.
Tras el prólogo resumido al inicio, la primera escena es la que marca el camino: Grace (Nuria Mencía) habla con el Señor y este la nombra su «elegida». «No cuestionaré la mano de Dios», responde ella antes de que se le encomiende una tarea: «Debes dirigirte a uno de tus hijos y con tus propias manos darle muerte. Luego vendrás hasta mí y me agradecerás lo que has hecho»... Y se arma el belén.
«Uz» buscará la risa del patio, pero, como advierte Pepe Viyuela, uno de los protagonistas (Jack, el marido de Grace), «nos llevará a una pregunta personal» que hará de peaje entre carcajadas: ¿cuál es tu fanatismo? «Todo eso que te puede convertir en un ser violento e insoportable para los demás. En el sexo, la política, la religión, el amor, el deporte... el fanatismo siempre es malo, la pasión, no, y conlleva violencia y destrucción», presenta el actor. «El primer rasgo del fanático es no saber que lo es, cree que todos los demás están equivocados y él tiene razones que puede usar para agredir a los que no sienten. El fanatismo no es una reflexión, tiene la animalidad negativa que queda en nosotros».
Se rebela el equipo de Uz contra los tiempos con una comedia salvaje y completamente incorrecta que mostrará «lo ridículos que somos», en boca de José Luis Alcobendas (el cura del pueblo). ¿Una comedia exagerada o una mera realidad porque la vida es exagerada? «Va siendo hora de que nos sacudamos la necesidad de ser correctos. Vivimos atenazados por el miedo a decir cosas que no están bien», denuncia Viyuela. «Teniendo en cuenta que es teatro, muchas veces es bueno no tener cuidado para que nuestra cabeza detone».
Para Mencía, la pieza es «igual que la vida, una tragicomedia» que se puede ver como una función que te hace reír por sus situaciones disparatadas, «pero es una crítica a toda la sociedad, a los peligros de oír solo una voz». Uz es también un canto al amor incondicional y a vivir en comunidad, y rechaza de facto «el egoísmo», señala la intérprete. «Habla de la fragilidad de los valores y de la peligrosidad de estos –amplía Calderón–. No importan tanto los valores que tenemos sino lo duros o inflexibles que somos en su utilización, pues podemos terminar generando desastres y atrocidades», enfatiza.
- Dónde: Naves del Español, Madrid. Cuándo: hasta el 7 de mayo. Cuánto: 20 euros.