Crítica de teatro

"El monstruo de los jardines": Comedia mitológica... y antibelicista ★★★★☆

La obra cuenta cómo el joven Aquiles despierta al amor, y en cierto modo a la vida, al conocer casualmente a Deidamia, hija del rey Licomedes

"El monstruo de los jardines" ocupará el escenario principal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta el 26 de mayo
"El monstruo de los jardines" ocupará el escenario principal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta el 26 de mayoSergio Parra

Autor: Calderón de la Barca. Director y adaptador: Iñaki Rikarte. Intérpretes: Iñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Marín-Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera. Teatro de la Comedia, Madrid.Hasta el 26 de mayo.

Si comparamos su producción dentro de este género con la de Lope o Tirso, podemos decir que Calderón de la Barca fue, entre esos autores del Siglo de Oro que siempre se citan como los más grandes, el amo y señor de la comedia mitológica. Una veintena de piezas escribió de este estilo el escritor madrileño en su etapa teatral más puramente barroca y cortesana. Entre las más destacadas hay que situar, por su complejidad dramática, su belleza poética y su agudeza cómica, El monstruo de los jardines, si bien es cierto que esa ‘complejidad’ está asociada a un desarrollo argumental algo enrevesado para el espectador de hoy, ya que el punto de partida, que el autor transformaría a su antojo con fines teatrales, no es precisamente uno de los episodios mitológicos más conocidos por el gran público. Este es, precisamente, el mayor obstáculo que presenta esta memorable función dirigida por Iñaki Rikarte y protagonizada por la última promoción de actores de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Dejando de lado las primeras fuentes que nos hablan de los personajes que aparecen en El monstruo de los jardines y ciñéndonos solo a la trama urdida con ellos por Calderón, diremos que la obra cuenta cómo el joven Aquiles despierta al amor, y en cierto modo a la vida, al conocer casualmente a Deidamia, hija del rey Licomedes, un posible aliado de Ulises en la Guerra de Troya. Hasta ese momento, la madre de Aquiles, Tetis, había mantenido oculto a su hijo en una cueva para evitar que, tal y como había vaticinado el oráculo, participase y muriese en la mencionada contienda. El ímpetu y el deseo de experimentar el amor harán, no obstante, que Aquiles desoiga el oráculo y se introduzca en la corte de Licomedes haciéndose pasar por Astrea, la prima de Deidamia.

El enredo es mayúsculo y está repleto de maravillosos hallazgos literarios y dramatúrgicos; incluso hay un divertido homenaje de Calderón a sí mismo haciendo que Aquiles repita en su cueva la misma queja de Segismundo en La vida es sueño: “¡Ay, mísero de mí! ¡Ay, infelice!”. Y todos esos hallazgos no hacen sino multiplicarse con la puesta en escena que ha hecho Iñaki Rikarte, sobrada de imaginación, humor, dinamismo, y talento. Además, en la versión firmada por él mimo –y que presenta, por cierto, algún verso como “y hasta la muerte lucha” de disculpable hipometría– hay una plausible y clarividente metáfora que pone en relación, sin traicionar el espíritu del texto original, el destino de Aquiles y el de cualquier soldado bisoño en la vida real, que ve interrumpido su esperanzador futuro cuando es llamado a filas y se dispone a participar, inocente y deseoso de cumplir con su deber, en una guerra cuyas funestas consecuencia no está preparado para medir.

Todos los actores del joven elenco hacen un bonito y esforzado trabajo rebosante de gracia y atrevimiento, y en algunos de ellos cabe augurar ya un esplendoroso futuro. Es el caso de Xavi Caudevilla, Ania Hernández y, sobre todo, por su protagónico y complejo papel de Aquiles, Pascual Laborda.

Además, Rikarte se ha rodeado de un equipo de colaboradores que contribuyen de manera notable, haciendo un exigente trabajo, a que la nave llegue a buen puerto: Mónica Boromello en la escenografía, Ikerne Giménez en el vestuario, Felipe Ramos en la iluminación y Luis Miguel Cobo en la composición musical –preciosa la ambientación del primer encuentro amoroso– y en el complicado diseño del espacio sonoro.

  • Lo mejor: La original puesta en escena, la frescura de las interpretaciones y las aportaciones del equipo artístico convierten la función es un continuo disfrute para el intelecto y los sentidos.
  • Lo peor: Puestos a versionar, hubiese sido conveniente aclarar más, al comienzo, la naturaleza y el bagaje de algunos personajes, para que la trama se entendiera mejor.