George Tabori

Contra el nazismo, humor judío

Tras décadas ausente en los escenarios españoles, La Abadía, de la mano de Helena Pimenta, recupera un texto de George Tabori, "Coraje de madre"

De izquierda a derecha, Isabel Ordaz, Xavi Frau, David Bueno y Pere Ponce, un elenco que completa Sacha Tomé
De izquierda a derecha, Isabel Ordaz, Xavi Frau, David Bueno y Pere Ponce, un elenco que completa Sacha ToméLucía Romero

Todavía recuerda Juan Mayorga esos tomos de Austral en los que, cuando era joven, leía que Valle estaba «clamorosamente irrepresentado». «Pero, por suerte –continúa–, se convirtió en un autor de los años 80 y hoy está muy presente», dice el director del Teatro de la Abadía. Y, siguiendo esa línea, el también académico se ciñe a su «compromiso con la memoria» para recuperar a otro olvidado por estos lares, «a un gigante, un creador extraordinariamente valioso y que raramente ha llegado a los escenarios madrileños», apunta de George Tabori (Budapest, 1914-Berlín, 2007). Un nombre que «no ha vuelto a España en las últimas dos décadas» y que «aspiramos a que, desde este jueves, se convierta en un favorito de los espectadores».

Se cumple ahora un año de la llegada de Mayorga a La Abadía y confiesa que una de las primeras llamadas que hizo tras tomar posesión fue a Helena Pimenta, «grande del teatro español que vive un momento de lucidez creativa y, además, se hubiera llevado muy bien con Tabori, se habrían tomado cañas juntos», presenta el director. En ella cayó, «está en buenas manos», asegura Mayorga, la responsabilidad de levantar al autor húngaro en Coraje de madre, espectáculo «paradójicamente bello, luminoso y alegre pese a que el acontecimiento que está en el fondo de la obra es ominoso, oscuro y grave».

Cuenta ahora Pimenta que no se pudo negar ante la llamada y aunque la pieza sea «todo un descubrimiento»: «Es una obra muy exigente que trata con un enorme respeto el Holocausto», comienza. «La anécdota que cuenta es insólita, pero auténtica: en el 44, pocos meses después de la invasión de Hungría por parte de los alemanes, la madre de Tabori [Elsa] es detenida en plena calle», continúa de un texto en el que la ironía genera dudas sobre qué parte del relato fue real y qué ficción. Es el propio hijo el que cuenta, «adorna», la historia de una «detención extraña», apunta Pimenta. Como dato, en las 24 horas a las que se hacen referencia en la función, 4.031 personas fueron llevadas a la Estación del Oeste de Budapest, donde decenas de vagones de ganado esperaban a los judíos para transportarlos a Auschwitz –lugar en el que sí moriría el padre de Tabori–. Pero doña Elsa iba a tener mucha más suerte. «Milagrosamente», explica la lideresa de Ur Teatro –coproductor del montaje, junto a La Abadía y el Principal de Palma–, «pasó doce horas fuera de casa y por coraje, por su dignidad, quedaría libre»; sin embargo, «ya siempre arrastró el sentimiento de culpabilidad por haberse salvado», explica Pere Ponce, «alter ego» del autor sobre las tablas.

Es el hilo del que tira el húngaro para trasladar su propuesta (estrenada en 1979) al contexto de los campos de concentración, las deportaciones, la violencia, la matanza de seres humanos... Todos los problemas de la Shoah desde el punto de vista de una «heroína anónima y pequeña». «Tabori siente la necesidad de que la madre recorra el camino de nuevo para poder celebrar ese acto de valentía –añade Ponce–; a la vez que se plantea preguntas que se pudieron hacer ante ese tsunami que se les vino encima. A través de Elsa, se rinde homenaje a todas esas personas anónimas».

Frente a la protagonista de la pieza (interpretada por Isabel Ordaz) aparecen, entre otros, sus captores, unos personajes «grotescos» –en boca de la directora– que fueron repescados a sus 70 años para la causa nazi. Con asma y con gota, esta suerte de Hernández y Fernández desprenden una fuerte influencia de Chaplin, a quien Tabori conoció personalmente: «Hemos visto un montón de películas buscando esa complicidad tan dramática, como “El gran dictador”. Es algo que sugiere el propio autor» en un texto sin acotaciones en el que «no sabes bien dónde está la broma», sostiene Pimenta. Y es que la función, además de hablar de la soledad de los judíos europeos, no rehúye la risa. Incide en el humor judío, «como ese chiste en pleno vagón de ganado hacia el horror: “Dios, hazme un favor y escoge a otro pueblo la próxima vez”», pone Ordaz de ejemplo. «El humor como forma de resistencia. Cada carcajada es una victoria contra el nacionalsocialismo y contra Hitler», suma Mayorga.

Para la actriz, Tabori «plantea el clímax y el anticlímax», explica de un tipo «provocador que no se conforma con contar una historia de manera realista, sino que busca espabilar conciencias. Se ha hablado mucho del exterminio judío, de la locura colectiva de un pueblo contra otro, un tema irresoluble e inabarcable; y, aquí, Pere Ponce es el encargado de trasmitir literariamente la historia desde su mirada y yo desde la de esa mamá coraje que es testigo de los testigos».

A su alrededor, David Bueno, Xavi Frau y Sacha Tomé, son el coro «al servicio de la función», comenta el mismo elenco que recrea las presencias que acompañan a la pareja protagonista: policías, soldados y demás personas que los empujan hacia el precipicio.

Y en esa lucha entre hijo y madre, George y Elsa, surge cierta crítica literaria en la que la segunda corrige al primero «en una batalla por contar la verdad», según la intérprete. En ese compromiso con la memoria al que hace referencia Mayorga aparecen los propios límites de la memoria, «algo constitutivo del teatro de Tabori» y que aquí se muestra en el conflicto entre «alguien que no ha sido testigo directo de los acontecimientos y, sin embargo, los cuenta, y un personaje que representa a quien sí estuvo allí y discute esa primera versión», añade el director de La Abadía.

También señala Mayorga el «aliento humanista» del húngaro y la «complejidad» de un teatro influenciado por Brecht y en el que «muchos espectadores reconocerán recursos que se han puesto ahora de moda y que él exploraba hace 50 años, como la autoficción o la tensión entre lo narrativo y lo dramático. Hace medio siglo ya era nuestro contemporáneo».

  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 19 de marzo. Cuánto: de 10 a 24 euros.