Oscar Wilde, a ritmo de salsa
El Centro Cultural de la Villa presenta «Windermere Club», una adaptación de la comedia de Oscar Wilde «El abanico de Lady Windermere» .
Cuando Oscar Wilde estrenó en 1892 «El abanico de Lady Windermere» en el Teatro St. James, estaba realizando un retrato de época, el de la puritana sociedad británica en la Inglaterra victoriana. Desde el humor agudo, con su habitual tono sarcástico y fina ironía, Wilde hace una crítica de la doble moral y los prejuicios de una sociedad rígida e hipócrita que juzgaba todo lo que se salía de sus convenciones y trataba de ocultar sus miserias. «No hay nada mejor que el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea», sentenció sobre este mundo de infidelidades. Él mismo fue víctima de esa sociedad, que lo juzgó severamente y lo expulsó después de haberlo ensalzado con entusiasmo. La obra, que cuenta con varias versiones cinematográficas y que en España ha sido representada en distintas ocasiones, se estrena ahora en el Teatro Fernán Gómez en el Centro Cultural de la Villa. «Windermere Club» es la adaptación realizada por Juan Carlos Rubio con la dirección de Gabriel Olivares. En ella, la acción se sitúa en Miami. Una bella y misteriosa española llegó hace unos meses. Su aparición despierta intriga. ¿Qué andará buscando? ¿Dinero, fama, venganza...? El Windermere Club, un popular local nocturno, es el escenario dónde las verdades y las mentiras se mezclan al ritmo de salsa. Esa desconocida oculta un secreto inconfesable. El reparto cuenta con Natalia Millán, Teresa Hurtado de Ory, Javier Martín, Susana Abaitua, Emilio Buale y Harlys Becerra.
Versión «atrevida»
«Hace tiempo que deseaba lanzarme a adaptar al gran Oscar Wilde, porque es un atrevimiento versionar un texto tan genial –dice Juan Carlos Rubio–». «He hecho pocas versiones y hacerlo con uno de los grandes es un reto. ¿Por qué Wilde? Porque es un autor maravilloso y porque soy un gran admirador y lector de sus obras. Más que sus historias, me interesan sus diálogos. Es un maestro de la ironía y del doble sentido. Su manera de dialogar es brillante, irreverente, aguda, punzante... Comencé eliminando todo lo que no me interesaba de la época victoriana, el discurso sobre la moral y las buenas y malas mujeres y algunos personajes que reflejaban un estilo y un momento ya desfasado. La moral se entendía entonces de otra manera. Había comportamientos inaceptables para una mujer y esa es una de las líneas argumentales de la obra, el miedo a la difamación y la importancia de la imagen que la sociedad puede tener de nosotros. Me interesaba porque sigue siendo actual. Cambian las connotaciones morales, pero los chismes, las verdades y las mentiras que afectan a la imagen propia o ajena no han cambiado. Un rumor infundado puede causar un daño enorme y todos participamos de ello», comenta Rubio. Por otro lado, «la puritana sociedad victoriana en la que Wilde situó su obra da paso en esta versión a un mundo donde el sexo y las relaciones personales son mucho más flexibles. Miami es calor, deseo, mestizaje, salsa...». «Lo elegí por una cuestión sentimental, he trabajado allí y me gusta su mezcla de culturas. Hay gente de todos los países de América Latina y a mí me encanta oír acentos distintos conviviendo en armonía». El epicentro es el Windermere Club. Un club donde el protagonista es el baile. Allí imparten clases de salsa los protagonistas, Sara y Santiago. «El ambiente caribeño y la sensualidad de su música, totalmente con trario de la sociedad que presenta Wilde, es perfecto para encajar la trama –afirma Rubio–. Pero no es un musical, los actores no cantan, sólo bailan».
Para Gabriel Olivares, acostumbrado a dirigir comedias de éxito, «ésta es una de las grandes de Wilde, que sigue siendo actual y universal porque habla de seres humanos. Es parodia y una crítica del melodrama victoriano. Él se ríe de esto y lo consigue jugando con el lenguaje, con sorpresas y giros inesperados. Es un tipo de humor diferente al que estoy acostumbrado, muy sutil e inteligente, lleno de flema británica y de ironía, de sonrisa más que de carcajada», comenta. «El texto y la adaptación de Juan Carlos Rubio es especial y atípica, sorprendente y provocadora. Una propuesta muy atrevida que sólo es posible si se cuenta con un reparto adecuado. Esto es fundamental en este tipo de comedia que no es de gag ni de sal gorda, sino de humor estilizado. Es muy complicado para los actores, pero lo han conseguido. Hacer de personas de distintas nacionalidades, con culturas y acentos particulares es un reto, pero divertido. Si no sale bien puede ser una impostura, una caricatura, algo forzado, pero es increíble lo natural que lo hacen». Éste era uno de sus miedos. «Además, al llevarlo al Miami latino parece que Wilde ha desaparecido, pero es falso, todo el tiempo está presente. No por debajo, sino por arriba de todo. La clave es su universalidad y sus textos, tan ricos e ingeniosos, que te permiten hacer estos juegos. Con una frase puede hacer una radiografía social». En cuanto al montaje, «quería que Miami existiera en el escenario y hubiese una propuesta teatral. Para ello hemos llenado la escenografía de “art déco”, muy presente en Miami Beach –uno de los mayores ejemplos de este arte en el mundo–. Ya que es una comedia atrevida, la propuesta escénica y el vestuario lleno de colorido participan de esta versión», concluye, homenaje al gran genio de Oscar Wilde».