Crítica de teatro

"El padre" y "La madre": El autor del momento por partida doble ★★★☆☆

Las dos producciones cuentan con un gran elenco y una gran estrella encabezándolo: Josep Maria Pou y Aitana Sánchez-Gijón

 Aitana Sánchez-Gijón protagonizará la obra de Zeller en el Teatro Pavón hasta el 12 de mayo
Aitana Sánchez-Gijón protagonizará la obra de Zeller en el Teatro Pavón hasta el 12 de mayoBSP

El padre; Autor: Florian Zeller. Director: Josep Maria Mestres. Intérpretes: Josep Maria Pou, Cecilia Solaguren, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Lara Grube. Teatro Bellas Artes, Madrid. Hasta el 28 de abril.

La madre; Autor: Florian Zeller. Director: Juan Carlos Fisher. Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch. Teatro Pavón, Madrid. Hasta el 12 de mayo.

Dos obras del exitoso autor francés Florian Zeller –ganador entre otros muchos premios de un Oscar- coinciden estos días en la cartelera madrileña. Aunque hayan sido llevadas a escena en sendos montajes que no guardan relación entre sí, El padre y La madre –que forman junto con El hijo la llamada Trilogía familiar– tienen, ya en su esencia literaria y dramatúrgica, muchos elementos en común. Por otra parte, ambas producciones españolas cuentan con un gran elenco y una gran estrella encabezándolo: Josep Maria Pou, en el caso de El padre, y Aitana Sánchez-Gijón, en el caso de La madre.

Las dos funciones tienen un argumento sencillo; diría que ‘demasiado' sencillo, y ese es el principal problema, ya que, por lo demás, están resueltas con intachable corrección. El padre tiene como tema central el deterioro cognitivo de un hombre mayor que sufre Alzheimer; y La madre, el delirio de una mujer que se ha atiborrado de pastillas. El interés y la dificultad de las dos obras reside, sobre todo, en los aspectos formales de su dramaturgia, ya que, en su escritura, Zeller optó por soslayar la narratividad de la historia y se centró en la plasmación del mundo interior –fracturado y confuso– del protagonista. De manera que, en ambos casos, lo que ocurre en escena es una visión distorsionada de la posible realidad escénica de la trama; una visión que el protagonista de cada una de las obras está generando en su mente. Merced a la labor de dirección que han hecho Josep Maria Mestres en El padre y Juan Carlos Fisher en La madre, el espectador no tendrá ningún obstáculo para darse cuenta, a los pocos minutos, de que todo cuanto está viendo representado es el mundo alterado de esos protagonistas, que nada tiene que ver con el mundo racional y presumiblemente real del resto de personajes.

Mestres ha manejado muy bien la entrada y salida de los personajes secundarios, encarnados por actores diferentes en cada escena, para clarificar el desorden, valga la paradoja, que hay en la percepción del hombre que sufre Alzheimer, un anciano –interpretado por un Pou sobrado de oficio y talento– que trata de hilvanar sin éxito sus recuerdos, cada vez más difusos, para poder afirmarse en su presente y darle algún sentido. Le acompaña un reparto de excelentes profesionales que cumple su cometido sin dificultad: Cecilia Solaguren, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Lara Grube.

Por su parte, Fisher ha jugado muy bien –de acuerdo a lo que Zeller propone en La madre– con la repetición de las escenas cambiando algunos matices que obligan al espectador a pensar que hay algo deformado, ilusorio, en ellas. La función se construye como una suerte de variaciones sobre unas pocas situaciones o escenas. Y Aitana Sánchez-Gijón está estupenda mostrando ese sufrimiento que en verdad ocasiona un estado alucinatorio como el de la mujer protagonista que está creando y viviendo esas situaciones. La acompañan en el reparto, haciendo todos ellos un buen trabajo, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch.

El problema, tanto en El padre como en La madre, es que una vez que descubrimos, e incluso admiramos, los mecanismos formales de la dramaturgia, la acción es muy escasa y la historia solo avanza chocando una y otra vez contra sí misma. El intento de explorar las emociones en la primera y la búsqueda de una atmósfera de thriller en la segunda, por parte de los respectivos directores, dan para lo que dan. Ninguno de los dos textos permite mucho más; falta en ellos sustancia argumental e intelectual; eso limita la complejidad de los personajes protagónicos e impide que sus respectivos intérpretes puedan hacer, estando tan bien como están, unos trabajos que vayan a recordarse especialmente el día de mañana.

  • Lo mejor: Ambas producciones tienen una buena factura y un gran reparto.
  • Lo peor: Las limitaciones argumentales de los textos, más allá se su audacia formal.