"Los pálidos", o la importancia de cómo se cuenta una historia
Lucía Carballal debuta en la dirección con un texto propio en el que cuestiona el estrés del éxito perenne y la pureza en el mundo de la ficción, "una industria feroz", dice de un montaje que cuenta con Israel Elejalde, Natalia Huarte, Manuela Paso...
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Han pasado tanto tiempo recluidos en su trabajo –«los mejores años de nuestras vidas», dice Jacobo– sin mirar más allá, sin ver más luz que la artificial, que Los pálidos es el seudónimo que se les ha ocurrido para rebautizar al equipo. Los años de éxito se olvidaron a la vez que su último proyecto se desmoronaba, un fracaso absoluto: una serie sobre un club de voleibol que pretendía ser un canto a la sororidad femenina y que ha terminado siendo defenestrada por «sexista». Es la situación que deberá enfrentar ese grupo de guionistas caídos en desgracia que, aun así, tienen delante una nueva oportunidad para mantener el empleo. El objetivo está claro, desarrollar un nuevo éxito que se mueva por los caminos de lo «mainstream», la corrección política, el efectismo, la honestidad y entre lo que es bueno para la ficción y bueno para sí mismos. Se trata de los malabares ideológicos que se ha regalado Lucía Carballal para debutar en la dirección teatral con un montaje en el que reúne un elenco con Israel Elejalde, Natalia Huarte, Manuela Paso, Miki Esparbé y Alba Planas.
Firma la autora madrileña una pieza que, «en apariencia», va «sobre el mundo de la televisión», aunque es «algo más amplio», apunta: «Va de nuestra relación con el sistema de producción, con la idea de progreso, con el dinero...». Advierte Huarte (María), por su lado, que no es tanto una crítica a las series como «una revisión sobre la industria audiovisual en general, las posiciones que ocupamos, cómo vemos a la sociedad... Aunque, como todo buen texto, según lo trabajamos, encontramos nuevos aspectos, parece una cebolla, es infinito». Y, añade Elejalde: «Se atienden las dificultades que conlleva escribir en un mundo donde todo se viraliza rápidamente».
«Los pálidos» nace con un espectáculo de Alexander Zeldin al que asistió Carballal y donde una familia de clase media, por un revés económico, perdía su casa y aterrizaba sin esperarlo en un albergue para personas sin hogar. Aquella «sensación de incredulidad, de ¿cómo ha podido pasar?», fue la que se quedó en la memoria de la autora hasta convertirse en un título propio que aborda ese miedo a quedarse fuera de quienes se sentían seguros. Tener una voz propia, ser especial, marcar la diferencia... son obsesiones de los personajes de esta pieza, «y también de nuestro tiempo, quizá como acto reflejo ante el terror a quedar obsoleto, y, por tanto, al margen, sin que nadie venga a buscarnos», añade la directora. En Los pálidos (Teatro Valle-Inclán de Madrid) se toma la televisión como el contexto ideal para asaltar el problema y lo hace con el retrogusto que dejó la de los años noventa en Lucía Carballal: «Me ha criado la televisión», comenta en referencia a esas ficciones «que me acompañaron y cumplieron el rol de los mitos: explicarme el mundo como lo hace la cultura popular, de manera muy sencilla y sin pedirme nada a cambio».
Esa sensación de antaño es la que le da pie a plantear una actualidad, ya que en Los pálidos también habla de «la ficción –repite Elejalde–, sobre la responsabilidad de contar historias y la relación de estas con la sociedad que trata y con la propia gente que narra la historia. La ficción no solo tiene que ver con el mero entretenimiento, también es cómo ves el mundo, cómo te sitúas ante los problemas y dónde te gusta poner el foco», cuenta un actor que interpreta a Jacobo, un demiurgo que lo controla todo, o al menos lo intenta, responsable del guion «y de mucho más»; una suerte de Álex Pina («La casa de papel») que extiende sus tentáculos por cada recoveco de la producción.
La función transcurrirá en una «writer’s room», «la habitación en la que los guionistas escriben las series de televisión que, cada día más, ocupan nuestro tiempo como espectadores». El grupo liderado por Jacobo/Elejalde se citará en uno de los platós de la serie –una especie de gimnasio soviético– para escribir «inspirados» por el ambiente e intentar salvar el bache profesional. Es este el marco «en el que emergen sus vínculos de amor y rivalidad, su miedo a ser derrotados y, sobre todo, las relaciones de poder que van dibujando un latente conflicto de clases. Juntos deberán encontrar un relato común, una ficción relevante que vuelva a darles un lugar en el mundo –sostiene la directora–. Al fin y al cabo, esta es la única manera de sobrevivir en el epicentro de una industria feroz y en el seno de un sistema económico que permanentemente busca la novedad y que desecha sin miramientos a quien careza de brillo o se haya quedado atrás».
Apunta Elejalde a otro conflicto de la pieza, a las posturas enfrentadas, «por donde hay que ir con pies de plomo», afirma: «Pensar en cómo ser crítico sin ofender, que, muchas veces, resulta imposible. Todavía nos estamos adaptando a las redes y a esas opiniones tan rápidas, que se enrocan y nos afectan. Hay una especie de aceleración de la historia. Hoy eres moderno y, en dos años, antiguo y el sujeto a derribar. Encadenas dos éxitos y un fracaso y te quedas como el fracasado –continúa el intérprete–. Es así como funciona esto y tenemos que jugar con ello, pese a que genere mucho estrés y sufrimiento, en este caso, a los creadores. Creo que el texto da buena muestra de cómo funciona este mundo extremo en el que debemos triunfar siempre y ni siquiera valorar la derrota», comenta un intérprete que celebra la lealtad del teatro, que «por, suerte, es más fiel que el mundo audiovisual». Modas que, en boca de Huarte, son fugaces: «Tienes que estar al día de algo que muchas veces ni sabes qué significa, y cuando te lo has planteado ya se ha pasado».
En los tiempos del llamado «consumo responsable», cierra Carballal, «Los pálidos cuestiona la posibilidad de la pureza y las contradicciones de una revuelta que tiene lugar en el corazón mismo de una industria millonaria».
- Dónde: Teatro Valle-Inclán, Madrid. Cuándo: del 15 de febrero al 26 de marzo. Cuánto: 25 euros.