Entrevista
Pedro Víllora: "Tener estudios no es lo mismo que estar preparado"
Firma la adaptación del 'Oliver Twist', de Charles Dickens, que hará temporada en el Teatro La Latina y que dirigen Juan Luis Iborra (escena) y Gerardo Gardelin (música)
Este es un «Oliver Twist» «un poco especial», presenta el responsable de la adaptación de un musical que se presenta en Madrid: «Está adaptado directamente de la novela; sin mirar a ninguna película ni otra versión». Pedro Víllora recibe a LA RAZÓN en la que es su casa desde los años 90, la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático), donde entró como alumno «hace mucho», dice, y se ha quedado como maestro de generaciones de chavales que sueñan con el oficio.
Ese mismo asombro que le muestran sus alumnos es el que este escritor, periodista y dramaturgo ha trasladado a su protagonista: «Recibe todo con cierta inocencia. No se da cuenta de que el mal le rodea hasta que ese mal le va a hacer entender que hay algo mejor», presenta de un montaje que hará temporada en el Teatro La Latina y que también lleva la firma Juan Luis Iborra (dirección escénica) y Gerardo Gardelin (música y dirección musical).
–¿Y usted es tan inocente como su Oliver?
–Mucho. Uno no nace con la experiencia; a ella se llega tras transitar por el mal. Quería que en esta obra estuviera ese camino para llegar hasta el bien. La inocencia no se debe perder nunca, es fundamental, es la capacidad de confiar en los demás aunque no te hagan el bien. Lo que sí que hay que perder es la ingenuidad.
–En «Oliver» hay mucho mal, pero también aparece el bien.
–En esta versión me he concentrado en dos cosas muy concretas. Primero, en mostrar un Londres que, pese a la ambientación, sea muy contemporáneo: un caos en el que te puedes encontrar a todo tipo de personajes y violencias; asaltos en la calle, como hoy pudiera ser Madrid o Barcelona, donde hay grupos de jóvenes dedicados al robo. Por eso, aquella inseguridad de las calles de aquel Londres la entendemos, pero al mismo tiempo existen personajes solidarios, personas capaces de sacar a los jóvenes de la calle, darles un presente e intentar ayudarles a construir un futuro. Donde hay caos y mal, también tenemos la posibilidad del bien.
–Dickens, su autor, tenía preocupaciones muy actuales.
–Sí. Denuncia que el trabajo de los jóvenes no estaba controlado, que tenían un horario como el de los mayores. Él mismo lo sufrió. Además, había instituciones que recibían ayudas públicas de las que los niños no se beneficiaban, como hoy. En ese momento la legislación era semejante a la de los adultos: hasta se les ahorcaba. Fue un luchador por los derechos de la infancia y contrario a la pena de muerte; y yo no hablo de esto último porque afortunadamente no tenemos, pero sí existen los problemas sociales.
–Tenemos la pena de telediario.
–Esa es terrible.
–Aun así, usted hace hincapié en la esperanza.
–Es importante pensar que existe la posibilidad de salir del horror con la ayuda de los otros.
"Es importante pensar que existe la posibilidad de salir del horror con la ayuda de los otros"
–Vive rodeado de jóvenes a los que da clase, ¿tiene esperanza en las nuevas generaciones?
–No sé si es la generación más preparada porque tener estudios no es lo mismo que estar preparado. La preparación te la da la experiencia, la vida. Es necesario canalizar esa experiencia, buscar su parte positiva. Naturalmente que el mundo nos va mal, pero no podemos dejar que nos pueda. Hay que dar con las posibilidades y asociarse para salir adelante. Es importante no perder la esperanza porque si consideras que jamás vas a poder superar las adversidades te estás suicidando. O sea, estás acabando contigo en vida. No podemos creer que las generaciones más jóvenes van a ser pasivos. No van a aguantar todo lo que se les haga. Debemos alentar a que los jóvenes luchen, pero no desde la violencia, sino desde el activismo por los derechos. Me interesa la gente que es combativa y creo que eso se ve también en «Oliver Twist», donde la gente lucha por conseguir un buen fin.
–Está en un centro de estudio de los más alegres.
–Aquí me lo paso muy bien. He sido profesor en la Complutense y era otro mundo. Era más duro, más serio. Aquí somos más creativos. Hay gente muy diferente, chavales que en sus colegios e institutos eran los «raros» porque tenían inclinaciones artísticas o porque tenían sensibilidades diferentes. Este es un lugar en el que canalizar todo eso. Es el mismo mensaje que hicimos en «Los chicos del coro» [actualmente están inmersos en su cuarta temporada]: se os ha hecho creer que el mundo no os quiere, pero a través del arte os vamos a ayudar. Aquí somos 300 alumnos y 65 profesores y no todos hemos sufrido, pero sí nos vemos entre iguales. Nos preocupan mucho los otros. Afortunadamente, el teatro es intergeneracional, cuando haces una obra compartes con jóvenes y mayores. En «Los chicos del coro» había gente de 7 años y de 70. Y aprendes a hacer todo tipo de trabajos. Te acostumbras a asociarte. Muy distinto a la novela o la poseía, donde hacemos los libros con nosotros mismos.
–¿Tienen los jóvenes alguna culpa de esa situación de vulnerabilidad en la que viven (vivienda, salarios bajos...)?
–Los mayores tenemos la culpa de todo, del mal, pero también del bien. Igual que cerramos caminos, también podemos abrir puertas. Luego está la responsabilidad de ellos de aprovechar las oportunidades que se les presentan.
- Dónde: Teatro La Latina, Madrid. Cuándo: hasta final de temporada. Cuánto: desde 26,75 euros.