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"Uz: el pueblo": Cuando Dios habla raro ★★★☆☆

Natalia Menéndez dirige en las Naves del Español un texto del uruguayo Gabriel Calderón
Nuria Mencía escuchará a Dios en la obra
Nuria Mencía escuchará a Dios en la obraJavier Naval
La Razón

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Autor: Gabriel Calderón. Directora: Natalia Menéndez. Intérpretes: José Luis Alcobendas, Julio Bohigas-Couto, Ángela Chica, Trinidad Iglesias, Javier Losán, Nuria Mencía, Ruth Núñez, Veki Velilla, Pepe Viyuela y Rocío Calvo. Naves del Español en Matadero, Madrid. Hasta el 7 de mayo.
Los caminos de la fama son inescrutables, y más en los tiempos que corren. Desde que se diera a conocer en nuestro país con el extraordinario monólogo Historia de un jabalí o Algo de Ricardo, el uruguayo Gabriel Calderón se ha convertido, casi de la noche a la mañana, en un autor de prestigio al que todos los directores quieren hoy estrenar o programar, y del que todos los espectadores quieren ver representadas sus obras. Sin embargo, nada de lo que ha llegado después a nuestros escenarios con su firma ha pasado en verdad de ser aceptable. Y eso mismo ocurre con este trabajo llamado Uz: el pueblo que dirige Natalia Menéndez en las Naves del Español. Eso no quiere decir, desde luego, que no haya coas interesantes, y mucho, en su literatura. En su planteamiento y en su propósito, la obra es una inteligente y negrísima comedia, muy loca en la forma y muy esclarecedora en el fondo, sobre la superchería y la religión, y sobre las funestas consecuencias que puede tener dejarse llevar exclusivamente por la fe cuando esta es capaz de desviarse radicalmente de la razón, e incluso de la ética (en realidad la segunda emana siempre de la primera). Es algo que vemos o leemos con frecuencia en las noticias relacionadas con las sociedades más integristas.
Ya el punto de partida es genial, y lo es más por estar abordado con sentido del humor y sin dogmatismo: una modesta mujer que vive feliz con sus dos hijos y su marido en un tranquilísimo y aburrido pueblo escucha un día la voz de Dios, que le pide, en prenda de amor hacia él, que sacrifique a uno de sus hijos. La mujer tratará de cumplir esa exigencia divina, pero las cosas se van complicando para ella mucho más de lo esperado.
Un primer problema en la función es que hay personajes que no tienen fuste -como es el caso del sacerdote, interpretado por un José Luis Alcobendas al que le queda muy pequeño su papel- y hay otros que no tienen siquiera verosimilitud, como es el caso de las dos vecinas cotillas, que interactúan con el resto en virtud del efecto cómico que pueden provocar y no de su naturaleza dramática: en unas situaciones se comportan como mojigatas envidiosas y en otras ocasiones son mujeres lujuriosas que parecen encarnar la tentación del diablo, un rol, este último, que hubiera sido interesante si se hubiese perfilado y desarrollado debidamente sin traicionarlo tantas veces. El otro problema de la obra es que lo grotesco se ha estirado en la escenificación como en una farsa; eso provoca, al ser una obra mordaz, pero sin gran desarrollo argumental, que todo se vea desde el patio de butacas algo reiterativo, innecesariamente remarcado y, como consecuencia, algo anticuado.
En un papel que parece escrito expresamente para ella, y con su personal estilo interpretativo, Nuria Mencía da vida a esa mujer que habla con Dios plegándose muy bien al disparate escénico tal y como ha sido concebido. Del mismo modo, Pepe Viyuela aprovecha sus incontables talentos cómicos, especialmente en el lenguaje físico y gestual, para llevarse casi al terreno del absurdo al personaje del marido enamorado de la enloquecida protagonista.
  • Lo mejor: La inteligente mirada del autor sobre el tema de fondo y la solvencia de la producción.
  • Lo peor: la comedia podría resultar mucho más graciosa y demoledora si se hubiese hecho más “seria”.