¿Quién es ahora el ángel exterminador?
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Blanca Portillo asume el reto que le propuso el Teatro Español y levanta el clásico de Buñuel cambiando la burguesía del 62 por el «establishment» actual.
No hay hecho más básico en la improvisación teatral que simular una situación en la que uno no puede salir de una habitación. Lo dice Blanca Portillo: «Lo hemos hecho todos alguna vez. Es la base», afirma. Es uno de los puntos que terminó de convencer a la actriz, aquí directora, para levantar una de las salvajadas que legó Luis Buñuel, «El ángel exterminador» (1962), la película que Carme Portaceli le propuso subir a los escenarios como «la apuesta de 2018», reconoce la directora del Español. El «no» fue la respuesta instintiva de Portillo, «pero volví a verla, me fascinó como cuando tenía 18 o 19 años y, entonces, llamé a Fernando Sansegundo para preguntarle si era una locura», recuerda. «Lo primero fue un escalofrío, lo segundo también, pero de gusto, y lo tercero ponernos con ello», reconoce el responsable de la versión que se programará en la Plaza Santa Ana del 18 de enero al 25 de febrero.
Sí, el 18/1/18, «porque la vida rima», sonríe Portillo. Ella fue, durante el proceso de creación, la inductora del «panel», explican, un lugar donde cada miembro del equipo colgaba diariamente sucesos «de todo tipo. Cualquier cosa lo que podéis imaginar, pero siempre con una relación directa con el montaje. Y no digo el qué para no persuadir». Surrealismo –«que está más cerca de nuestras vidas de lo que creemos»– puro como el que Buñuel trazó en ese palacete en el que «un grupo de personas no puede salir de una habitación sin que haya realmente un medio físico que se lo impida», sintetiza Sansegundo. «¿De cuantas relaciones, hábitos y manías no escapamos sin tener una barrera que lo evite? Es la historia de nuestras vidas –analiza el dramaturgo–. Tiene que ver con esa falsa confianza y ese miedo al que preferimos llamarlo así antes que cobardía». Mismo argumento con diferentes diálogos, «algunos los hemos transformado».
Como también se ha modificado la clase social que propuso Buñuel: «El 62 era un momento muy concreto en el que la burguesía todavía existía –repasa Portillo–, pero al leerlo hoy nos obligaba a traerlo en el tiempo. Con ese estatus ya desaparecido, existe el “establishment”, que son los que tienen el poder. Periodistas, presentadores, empresarios... Quienes cortan el bacalao. Gente que se cree ajena a los males». Un grupo formado por veinte intérpretes –Alex O’Dogherty, Alberto Jiménez, Cristina Plazas, Juanma Lara...– de los que catorce estarán en escena durante las dos horas de montaje. «Lo interesante es observarlos en todo momento. Lo que escuchan, cómo reaccionan, qué callan, cómo se comportan... Están vivos a pesar de que pueden pasar 20 minutos sin hablar», explica Portillo. A su alrededor, una escenografía en alusión a una casa de la alta burguesía en la que «se respira el lujo y el poderío social».
Todo rodeado de una palabra que, para Portillo, «acompaña este viaje»: «Encierro». «Tiene que ver con la incapacidad individual para no ver lo que pasa a tu alrededor –continúa–. Preocuparse tanto de la porquería propia, que no se ve el dolor ajeno. Encerrarse en uno mismo para protegerse cuando lo que haces es ponerte a ti y al resto en peligro. ¿Quién es el ángel exterminador si no uno mismo? Pero también el encierro familiar para evitar peligros y daños de una ciudad, un país, un continente... Como una especie de muñeca rusa que parte del individuo y se hace generalizado. Antes, la gente salía de Europa y ahora ésta se cierra y no permite entrar a nadie. Nos creemos más protegidos, pero estamos más en peligro que nunca».
«No cuentes nada»
Teorías que Portillo y Sansegundo han desarrollado tras la lectura y observación del propio autor «porque la película se ha visto desde millones de puntos de vista y a los 20 minutos de leer diferentes estudios paramos. Creo que nadie sabe sus verdaderas intenciones, ya lo dijo él: ‘‘Nunca voy a contar por qué la he hecho’’. Hemos creado el mejor homenaje posible a base de escucharnos a nosotros mismos a través de su cinta y de aprender del propio Buñuel: ‘‘No cuentes nada, no expliques qué quieres hacer, que el creador siga lo que el alma le pide’’», cierra Portillo.