Romeo Castellucci: "Creo en la política, pero no en el teatro político"
El dramaturgo italiano regresa al Temporada Alta con Isabelle Huppert de protagonista, a la que deja sola sobre el escenario convertida en la Bérénice de Jean Racine


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Salvador Sunyer asegura que Romeo Castellucci (Italia, 1960) "no necesita presentaciones porque toda la gente [de nuestro mundo] lo conoce"; así que no llevaremos la contraria al director del Temporada Alta. Solo un dato sobre el desembarco de este italiano de culto en el festival gerundense: "Sold out". Eso sí, queda un resquicio a la esperanza, pues existe la opción de apuntarse a la lista de espera en caso de que haya alguna baja entre el público.
De esta forma, los días 23 y 24 de noviembre, Castellucci regresa al Temporada con otra cara conocida en la ciudad, Isabelle Huppert, cuya aparición en 'Bérénice' supone la primera colaboración entre ambas figuras. "Siempre quisimos trabajar juntos", reconoce el director ante un deseo que se tornó en un "terror sagrado hacia la actriz" y, luego, "en felicidad". Dice haber descubierto a una intérprete "total, radical y sin límites"; e invita a imaginar "un fuego en mitad del teatro". En esa situación, "ella es esa hoguera. Cuando colocas a Isabelle en un escenario vacío y se presenta el teatro en todo su esplendor".
"La comunicación es nuestro leviatán"Romeo Castellucci
Es por ello que, en esta versión libre de la 'Bérénice' de Jean Racine, ella estará sola sobre la escena. Castellucci transforma esta tragedia clásica en verso y en cinco actos en un monólogo protagonizado por una de las grandes figuras de la escena mundial. La obra, estrenada en 1670, "evapora", puntualiza el italiano, a Tito y a Antíoco para darle todo el protagonismo a Bérénice, "una mujer atrapada entre el amor y la política, la historia de una fantasmagoría construida a partir de silencios", presenta.
Después de representarse en el Théâtre de la Ville (París) y girar por Europa, el nuevo espectáculo de Castellucci llega a España revisitando lo que denomina "la tragedia más inquietante jamás escrita". En la función, dos amantes deben separarse por el bien del Estado. El emperador romano Tito se enamora de la reina judía Bérénice y descubre que su amor es correspondido. Sin embargo, las leyes de Roma le prohíben casarse con ella. La situación aún se complica más cuando el amigo y aliado de Tito, el rey Antíoco, también confiesa su amor por Bérénice. "El amor se convierte en el teatro de la crueldad".

El director declara tener "una relación estrecha, complicada, casi ambigua con el teatro griego": "No puedo decir que lo ame, al igual que no podemos decir que amamos la gravedad de la tierra. Simplemente, es algo a lo que no podemos resistirnos". Le fascinan los grandes [Racine, Hölderlin, Alfieri...] que han intentado revivir la tragedia por mucho que eso fuera chocarse con "un muro". Pero, en especial, de esta 'Bérénice' le sorprende la forma en que la escritura de Racine fusiona la cultura griega con la cristiana; "una empresa inalcanzable, porque si existiera el más allá, entonces no habría tragedia".
Para Castellucci, su relación con los clásicos no viene de la "melancolía de reconstruir aquel espíritu", sino por ser una fuente "infinita de pensamientos y filosofía. De hecho, la gran iconografía occidental se hace eco de la época clásica. Se trata de excavar en ese material sin entenderlo como algo sagrado que no se puede tocar y sí para encontrar razones filosóficas", dice en consonancia con el tema que esta misma semana publicaba esta cabecera sobre los '100 fragmentos del mundo clásico' (Ariel) de David Hernández de la Fuente.
Para el dramaturgo, está ante "la tragedia más inquietante jamás escrita"
A través de ese juego, 'Bérénice' traza puentes entre esa Antigüedad y el hoy. En "una obra en la que no ocurre nada, en la que no hay ni una acción", apunta el director, encontramos tres personajes paralizados por el mero hecho de hablar. "Hablar se convierte en la máxima expresión de la frustración". No se comunican. Tienen un leguaje vacío. "Lo que puede ser una experiencia cotidiana para todos. Esa derrota del lenguaje es algo muy contemporáneo", defiende Castellucci de un texto en el que ya siente "la presencia" de Samuel Beckett. Los tres personajes de Racine son "tres islas que se alejan cada vez más las unas de las otras". Ahí encuentra la "herencia" de la tragedia griega: "El lenguaje produce silencio".
Eso sí, son tres figuras "muy educadas". "Ninguno hace algo que no toca. No alzan la voz. Racine, que es como el Arco del Triunfo para los franceses, es el culmen de la literatura de formas perfectas y estilizadas, expresa sentimientos viscerales de una forma congelada y educada". Detrás de sus versos, Castellucci ve "un abismo repleto de erotismo, soledad y abandono".

Ahora, sin dos de esas tres personas sobre el escenario, se ha "acelerado" la trama "incluso respetando el texto". "A Bérénice la tenemos con todas las comas, pero solo está ella. Habla sola". El público verá a esta reina altiva perdiendo el control hasta terminar a la deriva y alcanzar "la completa destrucción". La disgregación del lenguaje le llevará a una afasia que, ya sin palabras, sacará a su verdadero yo. "Ahí llega la conmoción, ahí se esconde el auténtico personaje". Es el momento en el que se destapa ese "doble retrato" en el que el personaje da paso a una Isabelle que incluso llega a ser nombrada por la actriz. "Ya no habla Bérénice". Busca desesperadamente compañeros con los que hablar y por eso interactúa con lo poco que tiene en escena, como una lavadora o un radiador al que se abraza porque necesita ese calor. "A su alrededor solo hay frío". "Objetos de uso cotidiano que ponen de manifiesto su deseo de tener una casa y de poder convivir con Tito". Pero es imposible. Roma no la quiere por extranjera. "Es un texto profundamente xenófobo", sostiene Castellucci.
Le impresiona al director la frase de "ella debe ser romana para poder vivir a tu lado". El italiano no se corta al hablar del de Meloni como "un gobierno xenófobo": "No cabe duda". Pero dice que es la sensibilidad contemporánea "la que nos hace darle esa lectura a la tragedia. En Roma no tenían ese tipo de problemas, había otros". Y es en esa universalidad entre épocas en la que, explica, radica una de las "grandezas" de este clásico.
El italiano no se corta al hablar del de Meloni como "un gobierno xenófobo": "No cabe duda"
Roma se convierte así en la antagonista, el "leviatán, el Estado enemigo que con sus leyes impide el amor. Está como telón de fondo, como una fuerza oscura, aunque no hable. Es una fuerza de ocupación en nuestra alma". Bérénice no puede hablar a Tito por una cuestión de Estado. En este punto, Castellucci se siente interpelado por la política, "pero como ciudadano". "Como artista soy miope, no soy profeta, ni cura, ni filósofo, ni político. El arte tiene que ver con los síntomas, no con la terapia, ni con el diagnóstico, ni con la solución. Cualquier fuerza que gobierna y se expresa sobre un cuerpo social tiene una fuerza oscura porque ejerce una ley". Aunque, más allá de esta reflexión, el italiano ve las "fuerzas inquietantes" de la actualidad en "el dominio de la comunicación": "Es una auténtica forma un poder que han tenido el ejército y la Iglesia en otros momentos. La comunicación es nuestro leviatán".
Aun así, el italiano se siente lejos de hacer activismo sobre las tablas, "sí en la calle". "Creo en la política, pero no en el teatro político; ni en que esto se tenga que convertir en una especie de juicio final entre buenos y malos. El mal está dentro de nosotros, no fuera. Este es el amargo descubrimiento. Por eso no me es posible juzgar, porque no soy mejor".
LA POLIFONÍA DE LA HUPPERT
En la versión de Castellucci, asistimos al relato de una mujer al borde del colapso, donde las profundidades de su silencio alcanzan el mismo volumen rotundo que la voz humana. Huppert es la fuente de casi todos los sonidos, ruidos y silencios de esta actuación, editada y procesada por la música del artista sonoro Scott Gibbons. "Fueron tres días de grabación de voces, suspiros, risas, toses, llantos... de Isabelle".
- Dónde: Teatro Municipal, Gerona. Cuándo: 23 y 24 de noviembre. Cuánto: entradas agotadas.