Teatro

Teatro

Santiago Meléndez: «El "quiero y no puedo"es endémico en España»

Director de «La casa de Bernarda Alba». La obra de Federico García Lorca estará en la cartelera del Teatro Fernán Gómez hasta el domingo.

Jesús G. Feria
Jesús G. Ferialarazon

Director de «La casa de Bernarda Alba». La obra de Federico García Lorca estará en la cartelera del Teatro Fernán Gómez hasta el domingo.

La versión que dirige Santiago Meléndez de una de las obras maestras de Lorca, «La casa de Bernarda Alba» está hecha desde las entrañas. Muestra las apariencias, celos y rencores de una familia que se desmorona en un pequeño mundo a punto de estallar; de mujeres amargadas en el que los silencios hablan del sometimiento; y las miradas, de la libertad.

–Pocas piezas definen la tragedia de un modo tan acertado.

–La obra plantea un permanente enfrentamiento entre el deseo y la muerte. También trata sobre el honor y la paralización que conlleva el miedo.

–¿Éste paraliza?

–Totalmente. Tenemos el ejemplo en nuestra sociedad. Hay miedo a lo desconocido. Es una cosa cíclica, porque en España a lo largo del siglo pasado ocurrió lo mismo. Había desconcierto y estupefacción por no saber en manos de quién se estaba.

–¿Es fácil encarnar la amargura?

–Según las actrices, sí. Hemos hecho un trabajo concienzudo. La amargura es un cúmulo de sentimientos. Son mujeres que sólo tenían el sentido de ser casadas, no de casarse. Mujeres sin independencia, sometidas desde la propia familia, sin ninguna identidad ni decisión sobre sus vidas.

–¿Cómo endulzar a una mujer amargada?

–(Piensa) Dándole libertad y responsabilidad desde pequeña. Igual que a un hombre.

–Lorca quería llorar, porque le daba la gana.

–No creo que se consiga tan fácilmente. «La casa de Bernarda Alba» plantea una familia en decadencia, tan común en la España del quiero y no puedo. A partir de un cierto estatus quizá se pueda hacer lo que a uno le da la gana, pero no es el caso.

–¿A qué me suena eso del «quiero y no puedo»?

–En España es muy común; diría que endémico.

–¿Vivimos en el mundo de la apariencia?

–Sí. Pero no se puede mantener el axioma de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Tras pasar de la Sociedad del Bienestar al caos, las cifras cantan. Es lamentable la situación del país. La ciudadanía está desencantada.

–En la España de principios del siglo XX el papel de la mujer era secundario. ¿Y en la actual?

–Afortunadamente, se ha ido equiparando. En esta obra he puesto el acento en el personaje de Bernarda. Nunca he creído que fuera una mujer de una sola cara, inamovible, tirana. Es una viuda que debe hacerse cargo de una cantidad de problemas que la sobrepasan. En esta versión Bernarda duda, se viene abajo, intenta sonreír. Es un ser humano, no un símbolo de nada.

–¿Nacer mujer ha dejado de ser un castigo?

–En la obra se dice que es el mayor de los castigos, pero yo espero que no. Más que nada porque tengo dos hijas. La sociedad debe ser igualitaria, pero la mujer sigue naciendo en desventaja. Cobran menos haciendo el mismo trabajo.

–El mundo ahora también parece que se resquebraja...

–No parece, se resquebraja. Dejémonos de eufemismos.

–¿Y si estallara?

–Pues adiós. Ha sido un placer.

–Pero aquí no se puede bajar el telón.

–La realidad es brutal. Y la indefensión, tanto individual como colectiva, es tan grande que no queda más que la resignación. Da la sensación de que la capacidad de resistencia se está perdiendo.

–¿Qué pensaría Lorca de esta versión?

–Está hecha con mucho respeto, desde las entrañas. Es muy libre y visceral. Él luchaba contra las formas del teatro que se hacía, y nosotros hemos prescindido de escenografía. Todo está dirigido al texto y a la interpretación. Espero que se sintiera orgulloso.

–¿Qué es para usted la libertad, de la que tanto se habla en la obra?

–Tener la posibilidad de hacer lo que quiera respetando a todo el mundo y siendo responsable.

–¿Qué le va más, mandar o que le manden?

–Ninguna de las dos cosas.

–¿Dirigir o que le dirijan?

–Ninguna de las dos cosas.

–¿Entonces?

–No me gusta mandar, ni dirigir. Me gusta ordenar.

–¿Ordenar o que le ordenen?

–Ordenar sin imponer. Llevar por un camino libre.

–A ver ahora, ¿director o actor?

–Director. Me encanta actuar, pero la labor del director se desarrolla mucho más en el teatro. En el cine y en la tele queda restringida a aspectos técnicos. Aquí se puede trabajar más con los actores, y eso me encanta. Tanto para dirigir como para que me dirijan.

–¿Cuánto hay que leer sobre Lorca para conocerlo de verdad?

–Todo lo que ha caído en mis manos y todo lo que sigue cayendo. Es inagotable. Nunca estará todo dicho sobre él. Lorca era un hombre de luz.

–Lo mataron, pero sus obras serán inmortales.

–Desde luego. Al dirigirlas se siente el aliento de los clásicos. Lorca puede equiparase a Lope, Calderón, Shakespeare...

–Es ésta su cuarta incursión en el mundo lorquiano...

–Es un mundo poético, de imágenes y emociones. De un profundo conocimiento del alma femenina.

–¿Usted conoce bien a las mujeres?

–Creo que sí. Y tampoco somos tan distintos. Cuando la presión social y las circunstancias apremian nos volvemos más iguales. Básicamente, la mujer es más generosa que el hombre.

–¿El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana?

–Totalmente de acuerdo.

–La poesía no quiere adeptos, quiere amantes. ¿Y el teatro?

–También. El teatro se está convirtiendo en algo tan especial como la literatura. Sigue siendo más artesanal que la tele. Ésa es su grandeza. El buen teatro necesita tiempo, reflexión, ensayos... No deja de ser un acto de fe por parte del público.