"La sumisión y el porvenir está en los huevos": El casi siempre aburrido teatro del absurdo
Todos los creadores que se aventuran por este complicadísimo territorio del absurdo lo intentan; pero a casi nadie le sale bien
Madrid Creada:
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Autor: Eugène Ionesco. Adaptador y director: Francisco Negro. Intérpretes: Felipe Santiago, Mayte Bona, Francisco Negro, Santiago Nogués, Mamen Godoy y Carolina Bona. Naves del Español en Matadero, Madrid. Hasta el 15 de enero.
Cada día estoy más convencido de que el teatro del absurdo se aproxima a su fecha de caducidad, si es que no la ha traspasado ya. Resulta difícil que, a día de hoy, una vez anulado el efecto sorpresa de su desconcertante lenguaje, y una vez conocida la escasísima evolución argumental que caracteriza sus obras, el expresionismo dramatúrgico y escénico de estas propuestas logre atrapar, incomodar, entretener, seducir o, mucho menos, conquistar al espectador más avezado con su poesía antipoética. Lo normal es que ese espectador sepa, cuando entra a la sala, que la función va a durar bastante más de lo que convendría al discurso dramático en el que se asienta; y presiente que la inacción y la reiteración, armas en otro tiempo perturbadoras por desconocidas, le van a aburrir más de la cuenta. Solo cabe rezar para que algún prodigio actoral permita que la representación, más allá de sus aportaciones en el plano intelectual, se revele de verdad como una fiesta teatral.
Desde luego, todos los creadores que se aventuran por este complicadísimo territorio lo intentan; pero a casi nadie le sale bien. Tampoco a Morfeo Teatro, en esta propuesta en la que el encomiable esfuerzo del director por combatir la escasez de acción se ha traducido en una búsqueda demasiado forzada de la comicidad.
Es verdad que Ionesco es siempre más claro que Beckett, por ejemplo, y que no cuesta mucho inferir qué nos quiso contar en estas dos obras que Francisco Negro ha refundido en una sola. La críticas al adocenamiento del ciudadano, que no encuentra forma de escapar a lo prestablecido, y a la rigidez de una sociedad preocupada por perpetuarse en sus tradiciones sin tener en cuenta la libertad del individuo son evidentes, y están bien acendradas en este montaje; pero, exceptuando algunas escenas protagonizadas por Santiago Nogués, la función resulta cargante y dilatada; haría falta una tonelada de vis cómica, que aquí no hay, para sacarla adelante dentro de ese código de histrión en el que está concebida.
Es indudable el esfuerzo y el cuidado con el que la compañía ha trabajado la obra en todos sus aspectos.
La dificultad que entraña este tipo de teatro en sí mismo para llegar hoy al espectador.