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"Tantos esclavos, tantos enemigos": Un superhéroe a la española ★★★☆☆

La Compañía Cuarta Pared cierra su exitosa Trilogía Negra
"Tantos esclavos, tantos enemigos" estará en cartelera hasta el 29 de abril
"Tantos esclavos, tantos enemigos" estará en cartelera hasta el 29 de abrilCuarta Pared
La Razón

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Autores: Quique Bazo, Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe. Director: Javier G. Yagüe. Intérpretes: Salvador Bosch, Marina Herranz, Rosa Manteiga, Javier Pérez-Acebrón, Guillermo Sanjuan. Sala Cuarta Pared, Madrid. Hasta el 29 de abril.
“Teatro documento sin ningún parecido con la realidad”: así han querido definir los responsables de Tantos esclavos, tantos enemigos este montaje con el que la Compañía Cuarta Pared cierra su exitosa Trilogía Negra, que se inició en 2015 con Nada que perder y continuó, en 2020, con el estreno de Instrucciones para caminar sobre el alambre.
Denuncia y crítica social bajo formato de thriller son las coordenadas en las que cabe situar los tres espectáculos, si bien este último se ha inclinado hacia la comedia de manera mucho más abierta y disparatada. La obra cuenta, a modo de falso documental, la historia de un tipo que trata de reparar y vengar, con las únicas armas de su arrojo y su imaginación, las injusticias que comente un poderoso hombre de negocios con los ciudadanos más sencillos y desvalidos. El protagonista es una divertida mezcla de Robin Hood -se rebela contra la tiranía-, Simón Templar -se disfraza y adopta distintas personalidades- y el Superagente 86 –no siempre tiene la destreza necesaria para conseguir que las cosas salgan del todo bien-. Quique Bazo, Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe, de nuevo a las órdenes de este último, firman una ingeniosa dramaturgia que articula muy bien la historia en las distintas escenas para que se entienda y se siga con interés, pero que concede excesiva duración a muchas de ellas. Casi todas están muy bien construidas, pero se diría que el director quiere seguir exprimiendo su comicidad después de haber obtenido ya todo el jugo posible; por eso se hacen un poco largas y reiterativas.
Desde luego, es un mal menor en una función que sabe ahondar de manera directa y distendida, con sentido del humor y melancólica ironía, en esa gran lacra que sigue dinamitando el progreso social: la pérdida de valores y la inexorable corrupción que comporta en todos los estamentos. Interpretada de manera correcta, aunque con desigual vis cómica en el elenco, la obra presenta estupendos hallazgos, como la divertida escena del guía ciego que enseña el Palacio Real, y que hace contrastar el lujo de sus estancias con las estrecheces de los trabajadores que tienen que cuidarlas; o la del restaurante, donde vemos cómo se puede retorcer, con descarada impunidad y a gusto de cada uno, el concepto de libertad de expresión. Además, subyace en todo el desarrollo un bonito homenaje al oficio del actor y al teatro en general, que se concreta de manera más clara, ya cerca del desenlace, en el espléndido diálogo entre el tío y la sobrina sobre el arte y la vida; sobre lo ético y lo práctico. Por si fuera poco, en ese homenaje al teatro hay también una simpatiquísima parodia de los performers y de su particular universo creativo.
  • Lo mejor: El cuidado trabajo coral de los actores al servicio de la historia.
  • Lo peor: Algunas escenas, especialmente la de la cárcel, podrían recortarse más.