Literatura

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Un autor sin escenario

Bocetos del montaje del CDN de «Historia de una escalera», en 2003
Bocetos del montaje del CDN de «Historia de una escalera», en 2003larazon

Es posible, perfectamente posible –torres más altas han caído–, que en el siglo XXI no se diga nada de Antonio Buero Vallejo, ni bueno ni malo. ¡Quién sabe! Yo no lo sé. La verdad es que tampoco me importa demasiado. En este sarcástico barrunto el propio Buero no habla de Buero, habla de España. Lo mismo que hizo siempre. Conocía muy bien la encarnadura de su pueblo: «¡Ay, dulce y cara España,/ madrastra de tus hijos verdaderos,/ y con piedad extraña/ piadosa madre y huésped de extranjeros!», dice Lope de Vega en su ‘‘Arcadia’’. Pues bien, aquí estamos. El ayer ya es hoy y el siglo XXI campa a sus anchas. No me voy a ir por las ramas, ni es mi estilo poner paños calientes. Como hombre de teatro que soy, me sonrojo y me avergüenzo de celebrar el centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo sin que le dejen hablar desde un escenario. Me parece algo más que una frivolidad. ¿Y quién es el responsable? Sin duda alguna los responsables somos todos. Está muy bien hacer mesas redondas, conferencias, exposiciones y que nuestros jóvenes lean y estudien la obra y la vida de Buero. O que ojeen la wikipedia. Todo vale. ¿Pero es suficiente? Personalmente creo que es muy poco, casi nada. ¿No interesa su teatro? ¿No está de moda? ¿Se ha quedado antiguo? ¿Era mentira aquello que nos enseñaban de que «era el autor dramático más importante de la segunda mitad del siglo XX»? Durante los ocho años que dirigí el Centro Dramático Nacional llevé a escena «La Fundación» e «Historia de una escalera». Entre una y otra está todo el corpus dramatúrgico bueriano. Nadie me dijo que lo hiciera. Ni me lo insinuaron. Más bien fue todo lo contrario. Recuerdo la primera vez que Buero vino a verme al Teatro María Guerrero. Traía un gran sobre blanco bajo el brazo. Lo dejó sobre la mesa. Hablamos de lo que se habla siempre, del tiempo y de teatro. No me cabía la menor duda de que el misterioso sobre sólo podía contener una obra de teatro. Entonces, le dije: «Don Antonio, me va a perdonar mi osadía, no abramos el sobre. Quiero montar ‘‘La Fundación”». Se quedó estupefacto: «Nunca hubiera imaginado que le iba a interesar ese texto». Argumenté mi elección: «Usted ha dicho que con ‘‘La Fundación’’ daba por finalizado todo lo que había querido contar. He reflexionado mucho sobre esta afirmación y no puedo estar más de acuerdo. Además, se estrenó en la Dictadura y es fundamental que se conozca en Democracia». Meses más tarde levantábamos el telón en el Teatro Campoamor de Oviedo. Giró mucho, llegó al María Guerrero –aquel estreno ya está en la historia– e incluso se representó en el Teatro Cervantes de Buenos Aires. Después vino «Historia de una escalera», tal como él lo había soñado, aunque ya no estaba con nosotros para disfrutarlo. Dos años de gira y cuatro meses en Madrid. Fui testigo privilegiado de cómo el público recibía sus textos. Le habían hecho suyo, era «el autor». Y cada tarde salían conmocionados después de la representación. Pero ha pasado el tiempo... ¿Tenía razón Buero en su premonición? No nos olvidemos de que estamos en España. La que no perdona, la que olvida, «la madrastra». El que esto escribe apostó y sigue apostando por la autoría española. Ahí están Buero, Aub, Jardiel, Nieva, Arrabal, Sastre, Calderón, Cervantes. ¿Será un delito? ¿Te convierte esto en sospechoso de algo? Posiblemente sí, posiblemente esté equivocado, teniendo en cuenta que soy un director masacrado y en paro. Dirigir un teatro público en España y defender el teatro español debería ser una misma cosa, sin que ello signifique atrincherarnos dentro de nuestras fronteras. Pero estamos celebrando su centenario, aunque si no digo esto, reviento. Creo que hablar claro es el mejor homenaje que puedo hacerle a quien fue y seguirá siendo la conciencia crítica de este pueblo.

*Director y productor de escena