Crítica de teatro

"El verdugo": También los títeres dan garrote ★★★☆☆

El Espejo Negro llega a Madrid con una adaptación al mundo de la marioneta de la archiconocida y aplaudida película de Luis García Berlanga

La adaptación de "El verdugo" al títere ha sido aplaudida en su recorrido por España
La adaptación de "El verdugo" al títere ha sido aplaudida en su recorrido por EspañaEl Espejo Negro

Autores: Luis García Berlanga y Rafael Azcona. Director: Ángel Calvente. Intérpretes: José Vera Nicart, Carlos Cuadros, Laín Calvente y Susana Almahano. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 24 de marzo.

Mezclando los títeres con el teatro de texto, con el teatro de objetos... y con lo que haga falta, la compañía andaluza El Espejo Negro, fundada por Ángel Calvente, cumple nada menos que 35 años en los escenarios. Y lo hace trayendo a Madrid una adaptación al mundo de la marioneta de la archiconocida y aplaudida película de Luis García BerlangaEl verdugo. Como todo el mundo sabrá, el filme contaba la historia de un humilde joven que trata de buscarse la vida en una España todavía muy gris y que acaba sustituyendo a su suegro, cuando este se jubila, ejerciendo un oficio, el de verdugo, que no solo no le atrae mínimamente, sino que le provoca verdadero pánico.

El espectáculo está concebido con mucho gusto, respeto y conocimiento. El único problema es que la dramaturgia –no sé si por decisión de Calvente o por una exigencia de los propietarios de los derechos del guion que firmaron Azcona y Berlanga– es exageradamente deudora de la película en su concepción y desarrollo. Tratándose de una obra de teatro, hay demasiadas escenas, algunas de las cuales cumplen una función mucho más narrativa –acorde con el lenguaje cinematográfico– que rigurosamente dramática. Si a esto le sumamos que el ritmo de los intérpretes con el texto es reposado en extremo y que las réplicas de demoran más de lo debido, la función se hace mucho más lenta de lo aconsejable. Y eso pese a la indiscutible destreza de los actores a la hora de caracterizar a los personajes con la voz, y a su trabajosa sincronización para mover decorados y elementos escenográficos en los momentos en los que no están concentrados en la estricta manipulación del títere. Podría decirse que todo el dinamismo que imprime Calvente en la dirección para hacer que las escenas se sucedan con agilidad –es admirable cómo se resuelven la innumerables transiciones– se desaprovecha por la propia estructura de la dramaturgia y por el tempo tan lento del fraseo.

En cualquier caso, nada de esto supone un obstáculo para apreciar el trasfondo de la historia, que está plasmado aquí con la misma elocuencia que en la película. Y en ese trasfondo no solo hay una inteligente crítica a la pena de muerte, como se ha señalado tantas veces, sino también a la trágica sumisión del individuo en una sociedad que va decidiendo por él cada uno de los pasos que da en la vida.

  • Lo mejor: La propuesta sirve para apreciar y aplaudir el trabajo artesanal y esmerado de una compañía ya histórica.
  • Lo peor: Muchas escenas podrían haberse reducido o incluso eliminado directamente.