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Vicetiples en Mauthausen

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Mauthausen fue el campo de trabajos forzados y exterminio que los nazis eligieron para destinar a los 7.000 españoles que, huidos de Franco –eran en su gran mayoría ex combatientes republicanos–, habían sido hechos prisioneros cuando Francia cayó al comienzo de la II Guerra Mundial. Su peripecia es bien sabida: apenas 2.000 sobrevivieron a la crueldad y el horror. Lo que es menos conocido es que fueron algunos de ellos quienes tomaron las pocas fotos que existen hoy sobre el horror dentro de los campos. Así como una curiosa anécdota: lograron permiso de sus carceleros para representar una función teatral, la única concesión de este tipo que se conoce en la historia del Holocausto.
Diez años de trabajo
A partir de estos dos datos, y tras más de diez años de investigación, Laila Ripoll presenta ahora en el Centro Dramático Nacional «El triángulo azul», una obra sobre los españoles de Mauthausen –el título hace referencia al distintivo que estos apátridas, no reconocidos como españoles por Franco, estaban obligados a llevar– impregnada del inevitable humor negro de la autora de la trilogía «Atra Bilis», «Los niños perdidos» y «Santa Perpetua», que esta vez ha coescrito a cuatro manos con Mariano Llorente. En escena, el propio Llorente y nombres como José Luis Patiño, Marcos León y Paco Obregón, entre otros. El germen de esta obra, cuenta Ripoll, «es la peripecia de las fotografías: cómo se organizó esta gente para poder sacarlas del campo; es el único caso en el que los presos consiguen sacar material, porque a raíz de perder la campaña en Rusia, los nazis dan la orden de eliminar todo vestigio de las brutalidades que habían cometido; entonces los españoles comenzaron a pensar en la necesidad de contar lo que ocurría allí. De hecho, esas fotografías sirvieron como prueba en los juicios de Núremberg». Con eso, prosigue la autora, comenzaron a elaborar el texto. Bebieron de libros como el de Montserrat Roig («Els catalans als camps nazis», 1977), donde encontraron la anécdota de la función teatral, se documentaron, trataron con el Amical de Mauthausen, la organización que reúne a supervivientes...
La duda después fue cómo abordarlo. «Cómo se puede hablar de esa cantera, del crematorio, desde un lenguaje realista... No era posible. Dar con la anécdota de la revista nos pareció un tesoro». En aquel grupo que logró hacer teatro dentro del horror había de todo: alguien que había sido bailarín en la compañía de Celia Gámez, un pintor de decorados, un libretista... «Se juntaron y decidieron que nada de hacer un Lope: iban a hacer una revista». Y, de forma inexplicable, lograron juntar materiales para hacer un pelucas y un decorado. Y explica Ripoll: «Los españoles tenían muy claro que lo único que les podía mantener con vida era mantener muy alta la moral». La obra se llamó «El raja de Rajaloya» y de ella sólo nos queda el título. Y ahora, un homenaje con el sello de Ripoll y Llorente, o sea de Micomicón (aunque ésta sea una producción del CDN): «La obra nos ha servido para recrearlo y poder hablar de los aspectos mas negros del campo a través de la revista». Y lo harán, reconoce, con «ese humor negro que cacteriza a los españoles como nuestra manera de afrontar el dolor».