Zweig o la derrota de Europa
Antonio Tabares recrea, en clave de ficción, los últimos momentos del autor de «Carta de una desconocida» y de su esposa en «Una hora en la vida de Stefan Zweig».
Antonio Tabares recrea, en clave de ficción, los últimos momentos del autor de «Carta de una desconocida» y de su esposa en «Una hora en la vida de Stefan Zweig».
«Yo pensaba que era el literato cosmopolita y caprichoso que no se toma nada a pecho. ¡Y era un hombre desesperado!». La cita alude a Stefan Zweig, después de que el célebre escritor y su mujer pusiesen fin a sus vidas en 1942 temiendo un triunfo del nazismo a escala mundial; y pertenece al diario del escritor Klauss Mann, otro enemigo de la Alemania de Hitler que acabaría también suicidándose, aunque por motivos distintos.
En las postrimerías de aquella trágica muerte, acaecida en el exilio brasileño del autor de «Amok», sitúa el dramaturgo Antonio Tabares la acción de su obra «Una hora en la vida de Stefan Zweig», ingeniosa variación del título de una de las novelas más conocidas del austriaco: «Veinticuatro horas en la vida de una mujer». En su apartamento de Petrópolis y en los instantes previos a la fatal decisión, Zweig y su segunda esposa, Lotte, que es además su secretaria, reciben la visita de un enigmático personaje que dice ser un refugiado judío venido de Europa. «Se trata de un personaje inventado por mí, claro; pero tiene mucho de personaje del propio Zweig –explica Tabares–. Es uno de esos monomaniacos u obsesivos que pueblan sus novelas. Él decía que le atraían estos personajes porque en el hecho de centrarse en una sola cosa se aproximaban en realidad al infinito». La desconfianza que genera en el matrimonio este intruso, cuya identidad no se desvela hasta el final de la obra, hace que la función, sin traicionar su naturaleza intimista, discurra por senderos que podrían lindar con cierto tipo de thriller. «Es verdad que hay un misterio que no se desvela hasta el final, y creo que eso hace que el texto avance con interés –confirma el dramaturgo–. Además, el contexto es muy jugoso: la Segunda Guerra Mundial de fondo y un personaje, Zweig, que lo ha perdido todo. Judío, exiliado, intelectual perseguido... Todo su mundo está en descomposición, y eso hace que él se replantee todo». El atribulado escritor, su abnegada esposa –que «no tiene un papel menor en esta obra», según su autor– y el misterioso visitante son los tres personajes de una función a cuyo frente está el conocido director catalán Sergi Belbel, que ya puso en pie el texto de Tabares La punta del iceberg. «Me siento muy compenetrado con Sergi; solo puedo hablar bien de él –dice el dramaturgo–. Ha hecho un trabajo muy íntimo, muy medido en los tiempos y muy acorde con el propio texto. Muy honesto. Mi mujer dice que todo el mundo debería tener un Belbel en su vida (risas). Además, ha contado con los actores adecuados –Roberto Quintana, Celia Vioque e Íñigo Núñez– para una función que es bastante exigente en ese aspecto».
Universalización de derechos
Más de 75 años después de la muerte de Zweig, la sombra de aquel luctuoso episodio mantiene alerta aún el imaginario intelectual de Occidente, por cuanto supuso una pérdida en la defensa de esa idea de una Europa unida, heredera de la gran cultura clásica, que soñaba con la universalización de las libertades y los derechos. Una idea amenazada por los nacionalismos, igual antes que ahora. «Sí hay un puente en la función hacia la actualidad –cuenta Tabares–. Si leemos a Zweig en «El mundo de ayer», nos daremos cuenta de que esa fragilidad del mundo de la que él habla sigue siendo la de nuestros días».