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Terry Gilliam: «Tengo más pesadillas que sueños con ‘‘el Quijote’’»

El ex Monty Python y director de filmes de culto como «Brazil» o «Doce monos», retomará en septiembre su ansiada adaptación del clásico cervantino.
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El ex Monty Python y director de filmes de culto como «Brazil» o «Doce monos», retomará en septiembre su ansiada adaptación del clásico cervantino.
Hay días en que Terry Gilliam sueña que ha acabado de rodar «El hombre que mató a Don Qujote», su adaptación del clásico cervantino, un proyecto que persigue desde hace prácticamente 20 años, cuando en 1998 aceptó el reto que le propuso un productor. Problemas presupuestarios, inundaciones, enfermedad de los actores principales, incluso la intromisión de las fuerzas aéreas, el suyo es un ejemplo típico de proyecto maldito. Aun así, hay días que el director todavía sueña que va al estreno del filme, en la más sarnosa alfombra roja que uno pueda imaginarse, satisfecho y aliviado tras calmar todos sus demonios. La verdad es que la mayoría de las veces sólo tiene pesadillas en la que el mundo se derrumba, la tierra se abre y los molinos ya no son gigantes, son perros de tres cabezas que se turnan dando vueltas para comerse sus piernas. «Ya no tengo sueños, sólo pesadillas con “El Quijote”. Cierro los ojos y veo los desastres que vienen. Por eso ahora retengo un poco mi imaginación», asegura en declaraciones a LA RAZÓN el realizador de «Brazil».

En septiembre se rueda

Ahora, sin embargo, parece que todo va viento en popa para volver a empezar a rodar su ansiada película en septiembre. Quien sigue, la consigue, asegura el refrán. Lo que no dice es si después merecerá la pena conseguirlo «Sí, parece que va ser posible y eso es la parte que más me asusta. Llevo casi 20 años imaginando este filme y ahora que lo voy a realizar, sólo pienso en los problemas. La película es como un sueño romántico, un ideal que ha crecido durante todos estos años, y de antemano sé que no voy a tener el suficiente dinero para hacer lo que quiero y sólo pienso que el rodaje volverá a ser una locura», asegura Gilliam que, aunque parezca lo contrario, afirma estar encantado de poder llevar finalmente a la gran pantalla su Quijote.
No hay resentimiento ni horror al hablar del proyecto, sino resignación e ironía, como si no acabase de creer que el proyecto podrá convertirse en una cinta. El humor sigue siendo su mayor aliado y aún sabe reírse de sus miedos y desgracias. De lo que se sabe de la nueva adaptación es que ha sido el productor portugués Paulo Branco quien ha conseguido la financiación final, que de momento se eleva a 16 millones de euros, cantidad ridícula para los estándares de Hollywood, pero una cifra respetable dentro del universo independiente. «A lo largo de estos años se me han acercado tantos productores entusiasmados por ayudarme que con el tiempo yo he pasado a ser el Sancho Panza, el realista que ve todos los problemas, y ellos los jóvenes quijotes que creen que todo es posible. Veremos lo que pasa en esta ocasión», dice el director, que se ríe a cada frase, una risa sabia, irónica, que aunque él lo niegue, es todavía quijotesca.
La sinopsis de la obra sigue siendo la misma que ya intentó rodar en el año 2000, cuando incluso tuvo a todo su equipo durante seis días en las Bárdenas Reales de Navarra. Se mantiene el mismo título, «El hombre que mató a Don Quijote» La historia cuenta como un ejecutivo londinense consigue viajar a la España del siglo XVII donde se tropieza con el Quijote, que lo confundirá con Sancho. A partir de allí, las peripecias de la pareja recuperarán las aventuras de los icónicos personajes, que en el año del 400 aniversario de la muerte de Cervantes tienen más actualidad que nunca. «El cine es el arte más difícil y complejo que existe porque es muy caro. A mi no me importa que mis películas no gusten a todo el mundo, lo que me importa es que les guste mucho a quién sí lo hagan. En este equilibrio de arte y dinero, imprescindible para poder realizar películas, los artistas somos como la prostituta, y hay que aceptarlo», comenta resignado.
Su visión de «El Quijote» ni siquiera quiere ser fiel al libro, sino más bien al efecto que provoca en todo aquel que lo lee, a esa esencia lúcida que marca la lucha entre realidad y fantasía, a ese idealismo sin causa del Quijote y al contrapunto realista de Sancho y cómo a veces se traspasan dichos papeles. «Yo no soy Ken Loach, nunca podría hacer una de sus obras, pero tampoco me gusta el género fantástico, que no tiene una gravedad real ni se apoya en nada concreto. Lo mío es tener un pie en los dos mundo, un hiperrealismo que no muestre la realidad sino la verdad de lo que nos está sucediendo», asegura el veterano director que, con 75 años, ya no tiene nada que demostrar. El rodaje le devolverá a España, en principio en localizaciones cercanas a Madrid, Canarias y Portugal. Su vida está muy marcada por España, país al que ha viajado con frecuencia, con accidente de moto en Alicante incluido, y en el que, durante su juventud, descubrió que podía ganar dinero donando sangre. «Me encanta este país, sobre todo porque su cultura es extremista, sólo hay que pensar en la inquisición. Hay una violencia extraordinariamente elegante en España, por ejemplo, los toros, que si lo piensas sólo es una inversión de los mitos de la sexualidad. El torero sería la mujer, la señora vestida de luces despampanantes para llamar la atención que, haciendo bailar su falda, el capote, intenta atraer al macho, al hombre, en este caso el toro. Hay algo primario y ritual en toda la fiesta que me entusiasma, aunque en realidad sea solo un canto al bestialismo», asegura divertido.

Dibujos, fotos, collages...

El ex Monty Python explica estas historias y opiniones, y toda su vida creativa en general sus memorias ilustradas «Gilliamismos», que después de arrasar en el mercado anglosajón ahora acaba de publicar la editorial Malpaso. El libro es una joya que repasa, a través de dibujos, collages, fotografías e interesantes e hilarantes reflexiones, su vida, siempre desde una vertiente creativa. Como si de una novela se tratara, esta especie de autobiografía es una máquina que te permite meterte en la cabeza de uno de los artistas más geniales y bizarros de los últimos 50 años. Y vaya si es divertido entrar en una cabeza como esta, mejor que ver «La guerra de las galaxias». «A veces me sorprende que mi cerebro funcione. El secreto, supongo, es la idea de que hay que jugar, hay que ser juguetón, dejarse llevar y disfrutar el proceso de perderse por el camino. Ahí está la creatividad. Una película puede ser muy fustrante, te puede llenar de furia y adrenalina, y hay que canalizar esa energía», dice Gilliam, algo que, según revela, cada vez le cuesta más. «Es muy extraño, me hago viejo, ya no disfruto de la vida. Hacer películas, por ejemplo, debería ser más fácil a estas alturas, pero es al revés, cada vez es más difícil. No tengo más esa sensación de jugar», asegura el director.

La «reunión» del grupo

Gilliam, por supuesto, hace referencia en el libro a sus años con los Monty Python, una experiencia que repitió hace unos años cuando el grupo se volvió a unir para una serie de espectáculos en directo. «Yo era contrario a la idea de volver a salir al escenario, estaba convencido que éramos demasiado viejos, pero me dejé convencer y la verdad es que lo pasamos muy bien y el público también disfrutó mucho. Los Python éramos seis tipos que hacíamos muy bien lo que cada uno sabía hacer y que se esforzaban al máximo por hacer reír a los demás. Y lo conseguíamos. Estoy muy orgulloso de lo que hicimos. No es que nos mantuviésemos alejados hasta la reunión. Siempre hemos mantenido el contacto, aunque sea por e-mail. Seguimos teniendo los derechos de lo que hicimos en la BBC y la mayoría de nuestras películas y tenemos cosas de las que hablar», añade Gilliam.
Una de sus última facetas creativas, saldada con bastante éxito, ha sido como director de ópera, algo que no acaba de entender muy bien. «En realidad, es un trabajo que no me agrada demasiado. Me gusta la música, por supuesto, pero el proceso es muy dificultoso. En el cine, no hay tanto ensayo y preparación, y aquí puese ser tedioso. La semana pasada estuvimos en Berlín preparando “Doctor Fausto” y todo es muy complicado porque en teoría no se podía hacer lo que yo quería, pero nadie me lo dijo. Al menos así hemos llevado la obra a una esfera inédita», dice Gilliam, un hombre divertido, un hombre genial.

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