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Terry O'Neill, soñar en foto

larazon

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«He visto cosas que nunca contaré», afirmaba Terry O'Neill en Madrid para presentar lo que sí ha publicado: centenares de fotografías con las más grandes estrellas del cine y la música (dicen que tiene dos millones de negativos en sus archivos), de los que una selección de poco más de 60 han llegado a la Fundación Teléfonica, es decir, a España por primera vez, con el directo título de «El rostro de las leyendas». O'Neill no era un paparazzi («tienen la culpa de haber matado la fotografía») sino un retratista que necesitaba un ingrediente esencial. No era la luz ni la puesta en escena, sino la confianza del retratado. «Fue mi estilo desde el principio. Para mí, la manera de fotografiar era rendir un tributo a esa persona con la que había pasado tiempo y les apreciaba, veía sus virtudes. Por eso nunca traicioné ni traicionaría su confianza contando lo que he visto al estar con ellos, y mucho menos fotografiándolo», decía este hombre, 75 años pegado a una cámara de 35 mm.

Para ser batería de jazz

En su carrera no fue todo elección. El sueño del joven O'Neill era ser músico. Batería de jazz. Había hecho el petate pensando en Nueva York cuando, en su trabajo en el aeropuerto vio a un hombre vestido con traje de raya diplomática dormido en unos bancos del área de embarque. Resultó ser el ministro de Asuntos Exteriores británico y la imagen terminó en la primera página de un diario. En ese momento comenzó su carrera, aunque al principio fuera haciendo algo que los veteranos de la profesión no entendían, ni apenas el mismo: encuadrar a unos tipos que decían que tocaban rock & roll. La primera foto que alguien tomó de los Beatles fue suya, en los estudios de Abbey Road cuando acababan de formarse. Se publicó en un diario que agotó toda la edición. Y es que O'Neill, como explica la comisaria de la exposición, Cristina Carrillo de Albornoz, «no era un espectador de lo que estaba pasando. Era partícipe. Estaba en los bares tomando copas con los protagonistas de la cultura de los 60». Bienvenidos a la década del «swinging London», el epicentro de la cultura popular que él, con su cámara iba transformando sin saberlo. Hoy, sus fotografías están en la National Portrait Gallery, «Le permiten entrar en la boda de Ringo, en el camerino de los Stones, en el backstage de Elton John. Para cada foto se toma su tiempo», explica la comisaria. «Los Beatles me contaban los planes que tenían cuando su carrera se acabase. Nadie pensaba que lo que estaban viviendo fuera a ser permanente, creían que era una fiebre pasajera. Lo pienso y creo que fue maravilloso ser joven junto a ellos», contaba. Esos trabajos le abrieron muchas puertas. «Nunca tuve problemas con nadie». Y la lista es inagotable. Clint Eastwood, Robert Redford, Paul Neuman, Michael Caine, Winston Churchil, Ava Gardner, Marlene Dietrich, Brigitte Bardot, Isabella Rossellini, Bruce Springsteen, David Bowie, Lee Marvin, Muhammad Ali, Rachel Welch, Frank Sinatra... ejem, la Reina de Inglaterra. Pasó 30 años viéndose con Sinatra, en momentos discontinuos, «y nunca llegó a ser su amigo», caminando entre sus guardaespaldas. Obtuvo el permiso de Robert Redford, del que hay pocas imágenes porque odiaba que le fotografiasen, captó la última actuación de Dietrich y vivió junto a Nelson Mandela, siempre con la pequeña 35 mm. «Es íntima, no invade el espacio, es manejable y rápida. Lo he intendado con otras pero no es lo mismo», decía el fotógrafo.